42. Perfección

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Indra.
Fausto aceleró como solo a los hombres les gustaba hacerlo, el motor rugió y mi espalda se fue contra el asiento de piel.

Antes de hablar mire cada parte de Fausto perfectamente arreglada para la ocasión. Las manos repletas de anillos de oro, el enorme Rolex en su mano izquierda, el traje que había elegido para hoy, como siempre haciendo resaltar sus ojos y el cabello perfectamente peinado hacia atrás.

—Ese fue un movimiento inteligente de tu parte—le susurré a Fausto mientras el esquivaba carros y yo rápida busqué mi cinturón de seguridad.

—Tu familia me ama—me respondió burlón Fausto acelerando aún más cuando entramos al área de la zona hotelera.

—Porque los compraste a todos de seguro—le respondí más tranquila e incluso una sonrisa coqueta se posó en mi rostro.

Pasamos de largo el centro de convenciones de Cancún el cual estaba resguardado bajo el mejor anillo de seguridad en estos momentos.

Alce mis cejas volviendo a hablar —¿A donde vamos?—pregunté en medio del perfecto atardecer que se veía a través de las palmeras y los turistas en ropas casuales y trajes de baño.

—Te tengo una sorpresa—me dijo Fausto juguetonamente mientras estacionaba el deportivo en la entrada de cristal de su hotel "Realeza caribeña".

Un valet Parking tomó sus llaves y rápido Fausto dio media vuelta para ayudarme a salir del vehículo.

—Me está agradando este nuevo Fausto— le dije en voz alta viéndolo directo a los ojos.

El hombre de iris verdes rodó los ojos —No esperes menos de mi amor— me dijo Fausto divertido.

Luego Fausto rompió contacto visual conmigo para escuchar a las personas que lo estaban recibiendo con enormes sonrisas en el rostro. 

Caminamos en medio de las curiosas miradas de los turistas, el personal del hotel nos guió hacia la parte trasera donde la playa dejaba ver lo que quedaba del atardecer azul y rojo ante nuestros ojos.

La brisa del mar me causó pequeños escalofríos. Realicé que ahora estábamos completamente solos. O al menos no vi a ningún guardaespaldas cerca de nosotros y lo agradecí internamente.

Fausto me soltó la mano para despedir a las personas que lo habían escoltado por la alfombra roja que habían puesto sobre la arena para llegar al muelle privado del hotel.

—Estuve pensando que nunca tuvimos una cita oficial—Fausto habló ayudándome a subir al muelle de madera donde había montones de yates y sin previo aviso Fausto me cargo como una novia. Yo ahogue un chillido y pase mis manos por su cuello.

—¿Entonces esta es nuestra primera cita oficial?— le pregunte a Fausto buscando su mirada, sus ojos me hicieron sentir en otro mundo, donde hasta lo imposible se volvía realidad.

Un mundo donde sabía que podría contar con alguien. Un pequeño lugar donde me sentía querida por ser exactamente como era yo. Sin tener que fingir ser alguien más.

—Vamos a dar un paseo— dijo de pronto Fausto evadiendo mi pregunta.

El me depósito suavemente en la madera al pie de un puente metálico para llegar a un enorme yate de dos pisos.

—Después de usted madame— dijo divertido Fausto.

El exterior del yate estaba cubierto de sillones grises para poder admirar el mar. 

Rápidamente dos hombres quitaron el puente para que el barco pudiera avanzar.

Por un segundo exhale el aire sintiéndome tranquila. Siempre había amado el mar e inconscientemente Fausto me había hecho feliz de nuevo.

Prisioneros del poder ➀ #RomanceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora