28. Esta no es una vida ordinaria

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Fausto.
Indra cerró los ojos cuando yo la tomé por la cintura. Aproveché para patear a Cesar, al cual para su mala suerte le di en los huevos. Cesar cayó desprevenido soltando el iPad y maldiciéndome en voz alta mientras se agarraba la entrepierna.

En medio de la ridícula escena Vladimir pudo ver a la niña que tampoco el recordaba de donde diantres lo ubicaba.

El ruso me asintió y luego dio media vuelta para marcharse hacia alguna de las camionetas.

Baje mis manos a las caderas de mi secretaria. Tal vez si me estaba aprovechando de la situación, porque no voy a negar que hace varios días que deseaba sentirla físicamente.

Indra intensificó el beso tomándome por el cuello, su olor a vainilla me comenzó a excitar. Mis manos se desviaron a su retaguardia y noté como Indra abrió los ojos asustada entendiendo la situación.

Sus manos volaron a mis muñecas para hacer que la soltara y rápida se separó de mi con la respiración demasiado agitada.

Mierda... que pervertida escena tenía en mi cabeza en este momento, con sus labios hinchados y el cabello largo despeinado. Indra era definitivamente mi caja personal de sorpresas.

—¡Pero que te pasa idiota! — Indra me gritó encolerizada y pude ver como su cara comenzó a tomar un color demasiado rosa.

–¿Ups? — ni siquiera yo sé porque silbe confundido. De pronto todos mis posibles argumentos habían huido de mi mente.

Vi la pequeña mano de Indra venir hacia mí. Pero, por alguna razón no pensé que se fuera a atrever. Sentí el cosquilleo que su palma hizo contra mi mejilla y me quedé pasmado un segundo. Luego el cabello despeinado de Indra voló hacia todos lados cuando pasó de mi rápidamente.

Voltee la vista hacia sus furiosas caderas que se perdieron a través de las rejas aún abiertas en medio de la huida de Vladimir.

Me aclare la garganta para intentar no verme muy desorientado antes de dirigirme a Cesar el cual apenas se pudo incorporar contra la pared.

—No te mueves de aquí hasta que vuelva y más te vale no hacer otra cagada— le dije serio a mi hermano.

Después en mi plena consciencia tomé las llaves del audi R8 y salí de mi casa para seguir a Indra en medio de la noche.

El ronroneo del carro me calmo.

Para tener piernas cortas Indra ya había recorrido casi medio kilómetro dentro de mi lujosa residencial.

Cuando la alcance y baje el cristal para hablarle ella ni me volteo a ver.

Indra estaba llorando.

¿Pero qué chingados? Mire su nariz roja y sus pupilas brillosas las cuales intentaba limpiar sin mucho éxito. ¿Qué demonios? Mis besos jamás habían tenido esa reacción en ninguna mujer.

Indra se mordió el labio para no sollozar, ella se dejaba dominar demasiado por sus emociones. Eso no era bueno.

Para Indra el fin del mundo era una pequeña tontería para mí y por extraño que sonara, eso me atraía de ella.

Era tan inocente e ingenua con la vida. Indra nunca entendería que había demasiada verdadera maldad en el mundo y que yo estaba involucrado en ella de lleno.

—Deja al menos que te lleve a tu casa— dije sin quitarle la mirada de encima mientras el carro avanzaba en neutral.

—Si sabes que te puedo seguir hasta tu casa ¿Verdad? — volví a hablar intentando sonar un poco más en broma. Pero la hija de la chingada ni se inmutó en mirarme.

Prisioneros del poder ➀ #RomanceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora