32. Todos mis enemigos están ocultos

891 61 13
                                    

Fausto.
Isla privada cerca de Ibiza, España.
Los enormes barcos se mostraron relucientes en mi muelle, algunos de mis aliados prefirieron llegar en helicópteros o aviones los cuales también debían de estar siendo atendidos en estos momentos por mi equipo de mantenimiento.

Después de todo yo era un digno anfitrión en nombre y apellido.  

Mi isla privada en las tierras de España, era el único lugar que tenía verdaderamente mío.

Admire en silencio mi precioso y secreto hogar que yo mismo había diseñado en conjunto con los arquitectos.

Una mega mansión rodeada de naturaleza en medio de la nada. Con extravagantes lujos y sobre todo lejos del horrible bullicio y circo que era la sociedad.

Mi amplio cuarto localizado en el tercer piso tenía las paredes echas de cristal polarizado y por supuesto blindado las cuales me dejaron ver el perfecto atardecer en el océano.

A Indra le gustaría ver este paisaje, se ve que es el tipo de niña a la que le encantan las cursilerías.

—Es hora Fausto— Cesar me dijo cuando apareció por la puerta gris vestido pulcramente en un esmoquin blanco.

Me ajusté la corbata de satin, mi esmoquin completamente negro me hizo sentir intocable.

Luego me levante del cómodo sillón de piel color azul marino.

¿Por qué estaba pensando en Indra? ¿Por qué mi mente aún pensaba en la pasada noche caótica con mi secretaria?

¿Le habrán gustado mis regalos? Indra no se veía la clase de mujer que podía comprarse con lo que yo estaba acostumbrado a regalar.

Carraspee intentando concentrarme mientras seguía a "Puma" por el pasillo de pisos blancos y negros de mármol. Las paredes tenían cuadros evaluados en miles de euros, algunos conseguidos en el mercado negro gracias a Kimberly Kirks. El arte era una de mis pasiones y también uno de mis mayores secretos que no compartía con nadie. La complejidad de los artistas a la hora de crear proyectos de cero era algo que entendía demasiado bien.

Comencé a bajar las amplias escaleras del mismo material que el pasillo aún algo distraído.

Esa bendita niña tenía que quedarse en un revolcón más, no tenia porque seguir dando vueltas en mi mente.

Ya me la había tirado ¡Ya supérala Fausto!

Tenía que concentrarme en el suceso de hoy. Había logrado reunir a las personas más poderosas y peligrosas que conocía en un solo lugar.

Vladimir me esperaba con los brazos cruzados justo a los pies de la escalera en un esmoquin azul. El ruso platicaba amistosamente con otro de mis hombres favoritos.

El colombiano Ulises había remodelado el antiguo cártel de su padre y comprado a todas las demás mafias de su país.

El colombiano tenía absoluto poder en su país y eso es lo que yo quería en mis manos.

Es lo que ambicionaba; más poder. Para derrotar a cualquiera que me quisiera hacer daño. Poder para superar a mi padre. Poder para hacer lo que quisiera sin tener que seguir órdenes de nadie.

Poder para protegerme.

—Ya acabo de maquillarse Fausto o todavía le falta— me dijo Ulises burlonamente y yo le respondí alzándole el dedo de en medio. Era un hijo de puta pero como lo quería. Otro más de mis hermanos.

Estos eran los hombres con los que crecí en este mundo. Aquellos que vieron nacer mi propio imperio desde las cenizas.

Victoria apareció por las escaleras de madera del pasillo de mi bodega de vinos en el subsuelo siendo ayudada por uno de mis mayordomos a salir de ahí, todo por su poca movilidad con el demasiado entallado vestido naranja hasta los tobillos. 

Prisioneros del poder ➀ #RomanceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora