15. Eficacia

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Indra.
Corrí hacia las escaleras después de que el radio taxi me dejara en la entrada de las oficinas del partido.

Nadie de mi familia me quiso traer a esta hora de la mañana.

Papá a duras penas pudo seguirme la superficial conversación por FaceTime sobre el trayecto del taxi hasta que sus ronquidos fue lo único que escuché por más de cuatro minutos en mis audífonos.

¡Era fin de semana!

Me golpee de lleno la cara contra la puerta de cristal que se supone era automática. Vi negro unos segundos hasta note que el policía del edificio se acercó a abrirla manualmente aguantándose la risa.

Sentí las orejas calientes de la vergüenza al murmurar un pequeño buenos días al vigilante.

Por supuesto que no había ni un alma en todo el lugar.

Una vez dentro y totalmente consciente. Trote hasta el elevador el cual para mi total desgracia tenía un letrero de fuera de servicio. ¡Esto tiene que ser broma!

A las seis con quince minutos de la mañana logre abrir la puerta de la oficina de golpe.

Fausto Gutiérrez Ramos me esperaba con una tétrica sonrisa sentado en la punta del largo sillón con una botella de agua y un iPad.

—¿Sabes algo acerca de la puntualidad acaso? — Fausto dijo burlón.

Yo intenté aspirar todo el aire que pude antes de hablar aun entre jadeos.

—No tenía como venir a esta hora —le dije dejando caer mi mochila sobre la mesa de madera.

—Si sabes que ese no es mi problema ¿Verdad? —gruñí al escucharlo y luego me puse las manos en la cintura al voltear a verlo.

—¿En qué necesita mi ayuda señor? —Fausto se rasco el puente de la nariz después de darle un trago de agua a su botella.

Su manzana de adán se movió ruidosamente.

Repare en su ropa perfectamente planchada. Los zapatos de vestir cafés lustrados, el pantalón gris con un cinturón de piel café Gucci y su camisa de manga larga negra.

El característico oro arriba de Fausto brillo.

El hombre que tenía ojos verdes, era una persona que se hacía notar a kilómetros de distancia. Su porte recto, su rostro que parecía recién salido de un facial y la abundante melena que peinaba cuidadosamente.

Yo me sentí tan inferior frente a él con mis tenis Adidas, un sencillo short de mezclilla y una blusa blanca de botones. Mi cabello en una coleta era para evitar que anduviera despeinada.

Me levanté a las cinco y media de la mañana. Todo porque mi tonta alarma no había sonado así que no tuve tiempo de ni siquiera ponerme un poco de maquillaje sobre mis ojeras.

—Voy a estar fuera el resto de la semana, en la mesa te deje una hoja con especificas cosas que necesito que hagas y entregues a determinadas horas. Te asignare un chofer para que no escuche ni un solo pretexto pendejo mientras no estoy. —no dije nada mientras Fausto se levantaba del asiento elegantemente.

—Por cierto Indra. No estoy tan viejo como para no poder entrar a un antro así que no me digas señor —Fausto me dijo burlonamente de nuevo.

Me quise cachetear. De veras que a mí me tenían que pegar cinta en la boca para no hablar de más.

Fausto camino hacia la puerta con las manos en los bolsillos. —Se todo lo que pasa y si no cumples a las horas establecidas. Puede que accidentalmente envié una de tus fotos a Iván —el tono de Fausto sonó falsamente asustado e incluso alzo las cejas en burla.

Prisioneros del poder ➀ #RomanceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora