11. Solo son ilusiones

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Indra.
Siempre había odiado el tráfico de la zona hotelera los sábados por la noche.
Era ridículo, a Valentina le dio tiempo de plancharse el cabello durante el trayecto nada más porque se aburrió.

Juan, el cual iba manejando su camioneta negra Lobo vio un billete de cincuenta pesos tirado sobre la banqueta e incluso se bajó a recogerlo ya que los carros simplemente no avanzaban hacia la zona de antros.

Pablo ya le había hablado a Julieta para decirle que el resto de sus amigos de fiesta ya estaba ahí mientras que nosotros cuatro, a las once de la noche íbamos a vuelta de rueda rumbo al bendito antro.

Suspire cuando al fin pudimos entrar al estacionamiento del lugar. Mi padre me había dado permiso de llegar máximo a las dos de la mañana por la "salida a cenar" de mi amiga.

Emiliano y yo ya habíamos hecho un plan de acción para reunirnos y llegar al mismo tiempo a la casa en la madrugada. Claro que me iba a cobrar el santo madrazo que me había metido por mi hermano.

Emiliano le había dicho a nuestros padres que iría al cine en la misma plaza en la que yo estaría celebrando, cuando en realidad mi hermano estaría en alguna fiesta clandestina de preparatoria.

La escuela, mi familia, pero sobre todo mi nuevo trabajo había logrado llegar a irritarme como jamás pensé.

Lucifer. Alias Fausto Gutiérrez casi nunca estaba en la oficina y cuando tenía la desgracia de topármelo todo era un caos.

La construcción de su mega casino ya había comenzado aún sin ganar las elecciones y eso lo ponía al parecer de malas. Entre peleas telefónicas y un increíble desastre de planos que a veces creo que ni el mismo Fausto entendía y eso lo estresaba aún más.

Un día que la oficina estaba sola me atreví a pegar los planos a la blanca pared porque casi rompía uno que estaba en el suelo y eso me dio el susto de la vida. Además así pegados y armando el rompecabezas, hasta para mi comenzaba a tener sentido la enorme pirámide que iban a hacer en los últimos kilómetros de la zona hotelera.

Me sentí útil; hasta el día siguiente que fui levantada por una llamada a las cuatro de la mañana de mi jefe en la cual me grito que si iba a pegar las cosas me fijara que quedaran "¡Plenamente derechas!" "¡Para eso existen las reglas!".

Trabajando a las cuatro de la mañana en viernes...comenzaba a sospechar qué tal vez Fausto en realidad ni siquiera tenía vida social.

Y eso porque Valentina me había dicho que mi jefe no tenía absolutamente ningún indicio de vida social mediática. Ni un solo chisme se corría a través de la internet acerca de él. Lo cual se me hacía relativamente sospechoso teniendo en cuenta su nefasta actitud con el resto de la gente.

Pero confiaba plenamente en la investigación que mi mejor amiga estaba llevando a cabo en uno de sus días libres. Cuando Fausto fue a la oficina de entrada por salida a buscar papeles y el portafolio con clave que Dalila me había entregado, mis orejas se pusieron extremadamente calientes.

¿Qué hacía con mi mejor amiga stalkeando a este sexy hombre por una llamada de celular?

Fausto era un pedante insoportable y quería un respiro de él.

Esa era la única realidad.

La música latina sonó muy alta en lo que nos ponían los brazaletes para entrar a otra noche de fiesta llena de extranjeros, alcohol y drogas.

Pablo le había dicho a Juan que este antro el cual estaba completamente cerrado en forma ovalada con grandes bolas de disco en el techo, era administrado y financiado por un narcotraficante ruso que había logrado mantener a sus rivales fuera de la zona hotelera. Pero, cuando Pablo vio nuestras caras de susto tuvo que cambiar sus palabras a "No va a pasar nada, es lo que quiero decir".

Prisioneros del poder ➀ #RomanceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora