24. ¿Me estás cazando?

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Indra.
Mi madrina Leslie nos alzó las manos emocionada; la pequeña niña con dos trenzas rubias en sus brazos pataleó para que la elegante señora vestida en café la bajara.

Leslie soltó a la inquieta niña de tres años que corrió pasando de largo a Fausto el cual ya había comenzado a caminar lejos de mí.

La pequeña Laura de enormes ojos cafés me extendió una enorme sonrisa chimuela y me alzó los bracitos bajo el pomposo vestido rosa bebé que le habían puesto.

Con mucha dificultad logré inclinarme sin que ninguna bubi se saliera de su sitio.

—Vamos a necesitar mucha paciencia hoy latita, porque no estoy en posición de seguirte a paso veloz— le murmuré a la niña la cual había ayudado a cuidar algunos días cuando estaba sola en la oficina.

Mi jefe no parecía ser precisamente una persona a la cual le gustaran los niños (O más bien los niños le tenían miedo).

—Mamá no dejo coler hoy— la bebe me susurro contra el oído; en lo que yo intentaba caminar con el difícil vestido y Laura en brazos.

Leslie compartía murmullos contentos con mi jefe, ambos a unos pasos del privado evento.

El escuadrón de seguridad de Fausto estaba programado para ser tan silencioso que ni siquiera los había visto, hasta que Emmett quedo a las espaldas de Fausto.

—Ya le dije que no haga eso, pero no entiende hija— Leslie me dijo muy arrepentida cuando llegué a ella y luego me dio un gran beso en la mejilla a modo de saludo.

Yo le negué feliz. Nunca me habían molestado los niños. A final de cuentas todos de pequeños éramos un reflejo de las personas con las que crecíamos.

Siempre había querido experimentar la idea de tener una hermanita, para peinar, jugar con ella, hablar de los mismos problemas femeninos que pudiéramos tener. No como Ariana con la cual tenía menos confianza que con mis padres para tratar, aunque fuera un solo chisme sobre algún niño.

Creo que nunca en mi vida le pedí consejos de maquillaje a mi hermana o mucho menos la acompañe a algún concurso de Ballet. Nunca lo había pedido o mejor dicho, Ariana nunca me había invitado a nada. Ni siquiera a su cumpleaños en enero.

—No es problema Leslie— le respondí más tranquila usando a la niña como escudo para que Fausto no pudiera volver a tocarme.

—Se enfermó su nana y ya sabes que su mamá brilla por su ausencia como siempre— Leslie dijo frustrada cuando alzó las cejas y yo solo atiné a darle otra sonrisa.

Los pleitos interiores de los Borojez no eran de mi incumbencia, pero era inevitable no saberlos por mi padre. A pesar de la pésima relación que Leslie tenía con su nuera. Iván había logrado estabilizar su situación.

Los lazos familiares no sólo eran de sangre; sino lealtades, admiración, respeto, fraternidad. "Y un poquito de poder y dinero para tener buenas posiciones siempre". Asegurarían mi padre y mi padrino siempre.

Leslie volvió a soltar un grito de emoción para caminar hacia las personas que venían ahora por el pasillo y mi jefe bufo. —Piérdela, no es nuestro problema— dijo Fausto molesto entrando al salón y enseguida el recepcionista se acercó para llevarlo a nuestra mesa.

Mi jefe chasqueo los dedos para que le siguiera y yo abrí la boca indignada.

Di gracias por la poca y hasta ahora desconocida gente para mí que ocupaba estratégicamente alguna de las circulares mesas adornadas con manteles blancos.

Telas azules y verdes que representaban los colores del partido estaban colgadas sobre el techo.

Las tenues luces y la música de fondo recreaban una escena serena.

Prisioneros del poder ➀ #RomanceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora