29. Los excesos siempre serán malos

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Fausto.
—¡No me importa! Habla con Vladimir para que te asigne un grupo. ¡Quiero que desaten un infierno! —no pude evitar alzar mi tono de voz.

Cómo se atrevía el gobernador de Baja California a alinearse con Salazar y peor aún, cómo se atrevió a mentirme a la cara en la última reunión que habíamos sostenido.

¡Absolutamente nadie me va a ver la cara de estupido!

Respire profundamente. Las cabezas frías siempre piensan mejor. No podía dejar que nadie me sacara de mi sano juicio. Yo era Fausto de Villanueva y resolvería este problema como los miles que he resuelto en este mes.

En esos problemas no entraba la fiesta que se haría el día de hoy en mi casa para celebrar el cumpleaños de Indra.

Todavía no comprendía porque le había prestado mi casa.

Desde que me había levantado para hacer ejercicio y atender inconvenientes de trabajo por llamadas, las camionetas repletas de sillones neones no habían parado de llegar, las cajas de alcohol y refrescos, pelotas de plástico neón, globos, equipos de sonido y más tonterías.

Parecía que esto iba a ser un circo de colores neón.

Había tenido que sacar todas las armas de la casa un día antes y con eso me refiero también a mis aliados.

Vladimir fue el menos contento en mi hotel de cinco estrellas en la zona hotelera.

—Estoy en eso. He dado la orden de romper cualquier trato con el gobernador en lo que llegan las células de Carlota para apoyarnos— Emmett sonó tranquilo por la línea.

Saque el aire retenido, contrólate Fausto. No seas impulsivo.

De todos modos, ese pendejo gobernador no iba a llegar al final de su sexenio.

De eso me iba a asegurar yo.

—Gracias Emmett, ¿Como van los preparativos de la reunión en la isla?— dije pausadamente y luego la puerta de mi cuarto fue tocada suavemente.

Me aleje de unas de mis polarizadas ventanas donde ojeaba lo que sucedía afuera.

Al caminar mire mi reflejo en el espejo de cuerpo completo del closet que tenía la puerta abierta. Solamente estaba en bóxer y aún después del intento de un relajante baño me sentía cansado.

A veces quería desaparecer un día entero para poder relajarme

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A veces quería desaparecer un día entero para poder relajarme. Pero, sé que si apago mis celulares durante veinticuatro horas eso sería una catástrofe total para mis negocios.

Si un general no está enfrente de la batalla. ¿Cómo planea hacer que los soldados le sigan?

El día de hoy tenía que viajar a Sinaloa a checar unos temas de logística. Aparte la cita con los abogados de mis casinos en la Ciudad de México y ni hablar del nuevo problema en Baja California.

Prisioneros del poder ➀ #RomanceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora