22. Todo está en los detalles

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Indra.
Aléjate pulgoso— suspire cuando escuché el gruñido de Fausto. Mire la suela de su zapato con la cual intentaba detener al ya sano cachorro que quería trepar hacia él.

Mi jefe estaba acostado en el largo sillón dentro de la oficina viendo algo en su iPad.

Fausto había denegado varías llamadas hoy, otras las contestaba con monólogos o pedía que le mandaran un mensaje porque ahora mismo estaba "Ocupado".  Solo él sabrá en qué porque yo lo noté bastante relajado.

Después de lo sucedido en el hotel Fausto no había vuelto a tener alguna salida de las oficinas por el momento. Tuvo que recibir a sus arquitectos e ingenieros aquí. Lo demás eran temas por FaceTime acerca de la apresurada construcción de su casino.

Asombrosamente tampoco lo había visto salir de viaje en toda la semana.

Fausto Gutiérrez había triplicado la seguridad privada en su entorno. A mí me asignó un nuevo chofer con copiloto de escolta porque al amable Patricio lo traía de arriba para abajo en su nombre. De hecho, el viejo y paciente señor era el encargado de traer varias veces a la semana al cachorro para que yo viera que lo tenían "En perfecto estado".

Me había puesto tan feliz al ver tan vivo y radiante al rescatado animalito al punto de soltar patéticas lágrimas bajo las burlas de Fausto.

El hombre de esmeraldas por ojos me sobresalto al sentarse rápido y aterrado en el sillón cuando el pequeño can intentó lamerle la mano ahora.

Mi jefe lo miro como si fuera la cosa más venenosa y repugnante del planeta. Me aguante la risa y le silbe a "Él perro" como la poca imaginación de Fausto le había osado poner.

El cachorro llegó a mis pies emocionado sin dejar de mover la larga cola felpuda, tomé la correa verde bandera de mi escritorio para llevarlo a pasear por los jardines de aquí.

Su placa metálica era cuadrada, tenía mi número personal atrás pero el nombre de "El perro" delante. No quería que ese animalito se quedara con ese feo nombre. Pero cuando comencé a discutir, Fausto me chito argumentado que el perro ya vivía con él y era de su propiedad.

Yo le había dicho que sin problema alguno mi amigo Bernardo había aceptado que el animal se quedara con él. Pero al parecer Fausto lo sintió como un insulto, porque me dijo ofendido que él también se podía hacer cargo de un perro. Parte de las palabras exactas fueron "No necesito que ningún esquincle me diga cómo se debe cuidar un animal, yo lo tengo y está bien. Aquí se va a quedar conmigo. Punto final Indra".

—Espera, antes de que vayas a sacar a esa bestia, necesito saber qué procede con la cena— Fausto me dijo cuando yo me levante de la silla alisándome el vestido suelto color lila.

Como olvidar el gran evento de cada estado en tiempos de elecciones políticas "La cena de alianzas." Donde el partido político más débil se aliaba al fuerte para asegurarse un puesto.

Un evento a puerta cerrada donde los políticos y empresarios más poderosos se reunían para charlar que sucedería en las elecciones vivientes. Los intereses de por medio, contratos por debajo del agua, favores para todos los compadres del poderoso en turno.

Esta era la verdadera política dentro de México.

Tenía claro que mi padrino y Fausto tenían de santos lo que tenía yo de deportiva.

—Te envié el correo desde ayer Fausto— dije un poco seca.

El perro y yo salimos por el pasillo. Aproveché a cerrar rápidamente la puerta antes de que Fausto continuara hablando. Ahora si oficialmente estaba consciente de que Fausto nunca prestaba atención a todo el trabajo que parecía hacer yo en vano.

Prisioneros del poder ➀ #RomanceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora