31. ¿UPS?

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Indra.
—Lo sé...—la extremadamente ronca vez me hizo regresar a la vida.

La cabeza me comenzó a doler en ese instante. Me obligué a no abrir los ojos. Y luego intenté no moverme más de lo necesario, mi garganta se sintió seca y rasposa, tomé una respiración profunda para evitar toser.

En la oscuridad de mi mente los sucesos llegaron a mi como balas a toda velocidad.

Dios mío, no, por favor no.

Qué solo sea un sueño.

Qué la borrachera me haya hecho alucinar todo.

Por favor destino ayúdame y te prometo que en mi vida vuelvo a tomar alcohol.

—Ya te dije que lo voy a resolver Nina, no me obligues a condicionarte— la dura voz sonó realmente enojada y la cama se movió violentamente.

Pude sentir como el peso extra desapareció y mi respiración se comenzó a volver más pesada y superficial.

Las cortinas negras hicieron aún más oscuro el panorama al momento que entreabrí los ojos.

Escuche demasiado silencio mientras intentaba normalizar mi respiración y de pronto Fausto me mordió la oreja.

Pegué un chillido abriendo los ojos de golpe e intenté cubrirme con todas las cobijas al estar plenamente desnuda. No pude evitar rodar en la cama hasta caer al suelo.

Cuando toque la alfombra, el interior de las piernas me dolió.

Desvíe la vista hacia mí abdomen y vi dos enormes chupetones en mi seno izquierdo.

Sentí mi rostro sumamente caliente de la vergüenza. Fausto me sonrió pervertidamente completamente despeinado y desnudo.

Dios mío. Era demasiado guapo.

No había manera de que semejante hombre hubiese estado a mi alcance. Mire la mancha morada en la base de su cuello... ¿Yo le había hecho eso?

—La pequeña pervertida ya se levantó— hablo aún ronco. Quede arrinconada entre la pared y Fausto que se había agachado a mi altura.

Fue inevitable no mirar hacia su entrepierna.

Nunca. Absolutamente nunca en mi corta vida había acabado en la cama de un hombre en una fiesta. ¡Mucho menos de mi jefe! ¡Me iba a despedir!

Le iba a decir a mi familia, me iban a encerrar en un convento. ¡Cómo eche a perder mi vida tan rápido!

—¡Eres un maldito aprovechado!— le logré gritar a Fausto cuando me levanté furiosa del suelo intentando que la sabana me cubriera lo mejor que podía.

—¿Yo soy el aprovechado? Ayer te valiste de mi buena voluntad amor— Fausto me murmuro poniendo sus fuertes brazos contra la pared para mantenerme aún cautiva. Mis piernas inevitablemente temblaron deseosas de tenerlo de nuevo.

—¿Qué hora es?— intenté no tartamudear cuando cambié el tema radicalmente. Pude sentir todo mi cuerpo erizarse. ¿Cómo es que este hombre podía tener tanto efecto en mí sin ser absolutamente nada mío?

—¿Eso realmente importa?— me dijo Fausto con voz ronca a milímetros de mis labios.

Sentí la hinchazón en mi vientre crecer, pero el click hizo en mi cabeza. ¡Emiliano!

—Tengo que ir por mi hermano— logre esquivar a Fausto para poder buscar mi ropa.

—No te molestes, puedes ponerte ropa mía— el tono de Fausto salió risueño y el rostro me ardió en pena al ver los pedazos del vestido regados por toda la entrada del baño.

Prisioneros del poder ➀ #RomanceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora