25. Pequeño y precioso diamante

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Minutos antes.
—¡Es que tú crees que yo no tengo suficiente trabajo! — Vladimir sonó furioso por la línea privada de su celular.

Las camionetas iban a una velocidad demasiado lenta por el elevado tráfico. Consecuencia de los filtros de seguridad que habían sido colocados en varias partes de la zona hotelera.

—¡Cómo va a ser esto mi culpa ruso! Yo quise regresar a la chamaca a Medellín, pero Isabela ya se la había llevado a Sicilia— Vladimir rugió cuando escucho el tono burlón de Ulises del otro lado.

¡Cómo le podía valer madres todo a Ulises!

La hueca hermana de Villanueva se había metido en un pedo con unos miembros de la mafia italiana y claramente ella no iba a responder por las metidas de pata, si no el cartel. Y no sólo el cartel, si no su hermano Fausto de Villanueva.

Cómo si no fuera suficiente trabajo para Vladimir el cual había tenido que bajar sus operaciones a Quintana Roo, donde pudiera él personalmente atacar a los enemigos del cartel de los Villanueva y defender a su amigo y líder Fausto al mismo tiempo.
Ya que últimamente para Vladimir "El emperador" parecía un imán de problemas.

Cuando el chofer del ruso bajo la ventana polarizada de la camioneta y los policías vieron las largas armas de gran potencia en los hombres de Vladimir, estos le asintieron al piloto y pronto la gran caravana de camionetas blindadas continuó su tranquilo camino.

—Si pero soy el que le va a decir a Fausto; no tu— el ruso colgó la llamada y estiró las piernas mientras su comando entraba al centro de convenciones para cubrir el Roll-Royce donde Patricio ya estaba esperando al líder del cartel más poderoso de México.

Vladimir abrió la puerta de la Hummer para tomar un gran respiro del olor a muerte que tenía dentro de la camioneta.

Si era necesario el mismo Vladimir iba a subir a Fausto al carro con tal de mantenerlo a salvo.

Su celular volvió a vibrar y Vladimir gruñó; de veras que los hermanos de Fausto al contrario solo causaban problema tras problema.

Su celular volvió a vibrar y Vladimir gruñó; de veras que los hermanos de Fausto al contrario solo causaban problema tras problema

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Fausto.
Lo primero que mire después de alzarle las cejas a Vladimir el cual estaba en una llamada a unos metros de mi fue la mueca de terror de Indra la cual estaba sobre la banqueta.

Rodé los ojos yendo por ella, pero justo Indra se dio media vuelta estampándose contra mí.

Su mano tomo la mía con una confianza nueva. Luego ella me obligó a caminar rápidamente a un lado del centro de convenciones, lejos de mis camionetas y mis guardaespaldas. Entre las paredes de otros negocios y de la alta música producto de la energética vida nocturna que había por aquí.

Vladimir alzó los brazos sacado de pedo todavía con la llamada al aire. Enseguida alce mi mano libre para decirle que se mantuviera tranquilo.

Emmett y otros ocho hombros nos habían seguido el paso de manera sigilosa.

Prisioneros del poder ➀ #RomanceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora