Señorita Malcriada |Jortini *TERMINADA*

Capitulo 46 |FINAL|

Sintió el suave ronroneo del motor penetrarse por sus oídos y por sus poros. Aquella adrenalina que sólo surgía dentro de un automóvil la comenzó a invadir. Su pulsó se aceleró y ella advirtió cuánto había extrañado montar un auto como aquél. Llevó sus manos al volante tras haberse colocado el casco y el resto del traje que acompañaba a aquella exposición de la que había hurtado aquél Ferrari negro que montaba. Resopló y aceleró. 

Los murmullos se había convertido pronto en un terrible alboroto sobre la pista y de repente la atención se había enfocado en aquel auto intruso que muy interesado se mostraba en atacar a Michael Hooper, el mismo corredor que había estado colisionando en contra de Jorge Blanco en repetidas ocasiones. 

Así mismo, Drake Brust, el tercer corredor que se conservaba aún en la pista había salido tras una fatal distracción causa de aquel Ferrari que parecía conocer a la perfección aquella pista. Restaban tres autos en la pista y de ello habría un solo ganador, el premio... su vida. 

Martina refunfuñaba, buscaba con desesperación alguna forma de implorarle al culpable de todo aquello se detuviese, sin embargo él parecía mostrarse ajeno a que ella había entrado a la pista.

Y entonces sucedió, el auto de su hombre se detuvo como consecuencia de una falla técnica. Martina advirtió que él estaba indefenso ya, podría decir que era el momento propicio para aquello que él pretendía hacer, de hecho, era como si hubiese sido a propósito, como si él mismo lo hubiese planeado. ¡Joder! ¿A quién quería engañar? Él mismo había detenido su marcha para finalmente dejar su destino a manos de ella y de Hooper. Y, al parecer, el corredor que muy resentido parecía por siempre obtener el tercer lugar en todas las carreras en las que habían participado juntos, no parecía dar señales de piedad; contrario a ello, el corredor italiano había ya acelerado en contra del auto rojo. 

-¡Mierda! - golpeó su volante, aquello no podía pasar, sin pensarlo, Stoesselaceleró también su automóvil en contra de Hooper.

Un silencio reinó por un instante en aquella pista. Los espectadores habían cesado sus vítores y festejos ante el desconcierto que aquel desconocido auto había evocado con su presencia y más aún por lo que acababa de hacer.  

Martina mantenía aún sus ojos estrujados con fuerza como solía hacerlo de pequeña cuando temía a los monstruos que pudiesen liberarse de la prisión de su armario. Sus manos seguían aferradas al volante, tanto que sus nudillos se habían hecho ya transparentes y no estaba segura de soltarse de él. Su pierna derecha punzaba y emanaba de ella alguna clase líquido tibio y espeso, muy probablemente rojizo. Sus sentidos, en especial su oído, se habían agudizado tanto que ella podía percibir cada sonido de fuera de su automóvil aun cuando no había mucho que descubrir con el sepulcral silencio que reinaba en aquella tensa atmósfera. Temía abrirle paso a sus ojos para revelar la verdad, aquella de la que sabía pendía no sólo su felicidad, sino vida en sí. 

Liberó un hálito de aire y, tras retirar su dañado casco de su cabeza de la que también brotaba el mismo líquido que de su pierna, cedió el paso de aquellas imágenes a sus impacientes ojos. Refunfuñó, el espeso humo que se movía lento por delante de su parabrisas formando una clase de cortina le impedía esclarecer sus dudas, peor aún, al momento de bajar su mirada había descubierto alguna clase de barra metálica clavada sobre su pierna, no tan grave, a su criterio. 

Con sus temblorosas manos abrió la portezuela de su deshecho Ferrari no sin antes batallar con su aferramiento a permanecer cerrada incitada por los metales que se habían clavado sobre de ella. Descendió con lentitud asegurándose de mantener el equilibrio con su pierna herida y no permitir a aquel dolor que reinaba en su cabeza expandirse más. Desabotonó los botones superiores de su traje dejando parte de su camisa por fuera intentando abrirle el paso a alguna ráfaga de aire que calmase el sopor de su cuerpo.