Capitulo 34

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Martina descendió torpemente del automóvil de su marido. Estaba asqueada, y no precisamente a causa de su embarazo. No sonrió, estaba consciente de que un mal intento la dejaría en evidencia ante las numerosas miradas que se posaban en ella. Se limitó a apretujar la mano su esposo evadiendo con la mirada todo aquello que, aseguraba, la lastimaría. El imponente templo que se cernía ante ella, los elegantes arreglos florales que lo adornaban, las sonrisas de los presentes en espera de los novios.
Recorrió con pesadez el largo pasillo del templo en el que terminaría su vida. Inconscientemente, aumentó la fuerza aplicada al apretujón que le daba a la mano de su esposo casi lastimándolo.

-¿Ocurre algo, nena? – Peter se aventuró a cuestionarle una vez que se encontraron en el interior del templo.

-No me siento bien, Peter – declaró tras un gran silencio – Larguémonos de aquí – ella declaró entre susurros.

-Pero...

-Por favor – dijo al borde de la histeria.

-Cielo – el hombre intentó razonar con ella.

-Peter, por favor. Realmente quiero largarme de aquí, simplemente no lo soporto.

-¿No lo soportas? ¿Qué no soportas? – repentinamente ella advirtió que había hablado de más.

-Eh... amor... - ¡joder! ¿Por qué no simplemente mordía sus labios y rehuía a todas aquellas sandeces que cometía últimamente?

-¿Y bien?

-Peter...

Quizá sólo un milagro la salvaría ahora, pero poco confiaba ya en su suerte ante los ojos de sus deidades. Sabía que muy probablemente su fin se acercaba, y no sólo con respecto a Peter, no, de hecho su esposo era lo de menos. Su mayor problema, sin embargo, se encontraba en algo más allá, fuera de sus manos, imposible de evitar, algo que ni siquiera un berrinche solucionaría, su hombre, Jorge Blanco había acabado de arribar al templo y ahora esperaba, al parecer, ansioso a su amada Stephie.

-Ha llegado el novio ya – una voz ajena la despertó de sus frustraciones. Alzó su mirada para encontrar a un lado de ella a un Fran sonriente acompañado de aquella otra mujer que poco le agradaba.

-Fran – su marido intercedió olvidando aquellas cuestiones antes plateadas a su mujer para darle paso libre a la tensión que claramente intentaba disimular, sin éxito alguno, tras aquella pérfida sonrisa.

-Peter – su tío estrechó su mano con la de su marido,Martina se encargó de descargar su ira en aquella mirada envenenada que le dirigió a la mujer que le había robado a su único y verdadero amigo y confidente.

-Me sorprende que hayas sido invitado,Fran - Martina declaró no preocupándose por la cortesía. Por algún motivo, ella sintió ira también por su tío.

-Bueno, soy automovilista, querida. Realmente la sorpresa está en que tú hayas sido invitada – lanzó aquella sonrisa cínica característica de los Stoessel mientras Fran observaba intentando comprender.

-Olvidas los hoteles Stoessel.

-O quizá también sea la causa aquella leyenda que hay tras de ti, nena. "El glorioso lobo negro" – enfatizó las palabras despertando más aún la tensión del ambiente. Martina estaba desconcertada, ¿realmente estaba ocurriendo aquello o todo era una mala jugada de su perversa mente? ¿estaba, de verdad, discutiendo con su tío?

-¡Fran! – Mónica interfirió advirtiendo la nada conveniente situación.

-Ah, claro, ahora lo recuerdo, quizá sea aquel viaje en el tren el que lo motivó a hacerlo - ______ palideció, Mónica enmudeció, Fran sonrió y Peter seguía sin comprender en absoluto.

Martina hubiese, por vez primera, abofeteado a Fran, quizá se hubiese lanzado contra de él y habría hecho emerger todo su ira en aquél instante. Quizá hubiese permitido que la razón la abandonase una vez más y habría cometido un error más. Mas, parecía que en esta ocasión alguna fuerza extraña, quizá divina, quizá simple suerte, se negaba rotundamente a perjudicarla una vez más. Su atención, y la de todos los presentes, repentinamente se fijó en la marcha nupcial que comenzó a ser evocada por un suave violín. Apretujo su mandíbula al divisar a la entrada del templo a Stephie Camarena, esplendida, con una fresca sonrisa, hermosa con un despampanante vestido blanco. Mentía, quizá aquella fuerza misteriosa le estaba conservando lo mejor para el final. ¡Joder!

-Se ve bien –Franle regaló una perversa sonrisa - ¿no lo crees, querida? - Martina lo odió intensamente.

-Preciosa – declaró ante la mirada expectante de su esposo.

-Nunca como tú, amor, jamás – Peter besó su frente. Martina deseó fervientemente que en ese instante a su adorado Jorge Blanco se le ocurriese clavar su mirada en ella. No sucedió.

Contrariamente, Stephie comenzó su grácil andar por el pasillo revestido por una larga alfombra roja con aquella insoportable sonrisa remarcada en sus rosados labios. Francamente, aquello era más de lo que ella podía soportar. En un instante más, la novia de posicionó a un lado de su hombre mientras él se encargaba de atrapar, nervioso, su pequeña mano.

Martina sintió nauseas. Era suficiente. La frágil chiquilla repentinamente sintió terribles ganas de vomitar. Entreabrió sus rojizos labios intentando inhalar aire para mermar su malestar; sus músculos, en conjunto, comenzaron a oscilar, su respiración se paralizó al igual que sus agónicos latidos, su piel se erizó tras el recorrido de un terrible escalofrío por cada mínimo rincón de su pequeño cuerpo, y sintió, claramente, cómo su mundo se venía abajo desgajándose sin ninguna prórroga.

Sin más, liberó de su prisión la mano de su marido y tras abrirse paso, salió del templo casi corriendo por el pasillo del costado. Huyendo de su más grande pesadilla.

Señorita Malcriada |Jortini *TERMINADA*Where stories live. Discover now