Capitulo 35

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Martina abrió con extrema lentitud sus ojos y, casi de inmediato, la comisura de sus labios para recuperar el aire perdido. Su cabeza punzaba y su cuerpo tiritaba de manera incontrolable. Estaba consciente de que su estomago exigía devolver su contenido mas luchó contra ello no sintiéndose con la energía suficiente como para desgastarse ante sus síntomas.

Era palpable el hecho de que ella no recordaba mucho y como consecuencia divagaba. Sus vagos recuerdos parecían demasiado preciosos como para ser veraces, estaba casi segura de que todo había sido un empíreo sueño y no más, sin embargo, algo en su interior, una débil vocecilla, le susurraba una y otra vez que todo había sido legítimo.

Se maldijo a ella misma. Lo cierto era que había sido algo sumamente *beep* haberse embrutecido con alcohol hasta perder la conciencia, pero su irrefutable necesidad de alguna escapatoria a la realidad se lo había demandado una y otra vez.

Como consecuencia, ahora podía rememorar muy poco del día anterior. Estrujó su mente una vez más intentando hacer surgir algo más, pero lo único que obtuvo fue un incremento de dolor en su cabeza y todo su cuerpo.

Jorge Blanco dominaba sus pensamientos, como siempre, pero era, de alguna forma, diferente, algo tenía que haber ocurrido, algo lo suficientemente fuerte como para revolver intensamente sus sentimientos por él y evitar que odio fuese lo último que pudiese experimentar hacia él.

Frunció su entrecejo nada satisfecha. Comenzaba a caer en la desesperación incapaz de evocar algún recuerdo. Se incorporó con torpeza bajo los efectos de su resaca, con un dolor de cabeza intolerable, su estomago revuelto, su cuerpo bañado en perlas de sudor y desmemoriada.

Dirigió sus inestables pasos en dirección al televisor y lo encendió rogando al cielo algo que pudiese aclarar cada una de sus cuestiones, no tuvo que recorrer muchos canales para encontrar finalmente algo. Observó con atención no pudiendo contener su nerviosismo, advirtió que sus manos y todo su cuerpo oscilaban sin control, tragó con dificultad.

Sus ojos salieron de su órbita, su mandíbula se desplomó y ella tuvo que sostenerse del primer objeto que encontró para evitar derrumbarse.

Se sentía incapaz de digerir aquello, aún cuando comenzaba a recordar todo por completo, consideraba aquello una farsa, una mala broma de su mente, simplemente algo imposible, improbable, algo ficticio y utópico.

Y sin embargo ahí estaba, la agonizante chispa de esperanza que había estado a punto de extinguirse llevándose todo de ella, no obstante, incrementándose. Espontáneamente, un brillo regresó a su mirada, su semblante cambió de una muerta en vida al de la pequeña niña que había sido antes transpirando regocijo. Una oleada de un reconfortante calor la recorrió regresando en ella el rubor a sus pálidas mejillas. Se sintió rebosante, no lo pudo explicar. Sonrió para después salir presurosa de su habitación olvidando su resaca.

-¡Peter! – irrumpió en la tranquilidad de la amplia habitación en donde su esposo permanecía pensativo.

-¿Martina? – la observó sorprendido - ¿cómo te sientes? - Martina no comprendió el sentido de la pregunta.

-Excelente – su sonrisa incrementó inconscientemente, su esposo, en contraste, se frustró.

-¿Excelente?

-Eso creo – ella se acercó a él con entusiasmo.

-¿Qué hay de tu resaca? Cielo, anoche bebiste sin medida, ciertamente estoy preocupado por tu salud - Martina advirtió que nuevamente estaba siendo *beep*.

-¿Mi salud? – frunció su entrecejo y tomó asiento recordando hasta entonces las potentes punzadas sobre su cabeza.

-Cariño, tú sola bebiste un par de botellas de tequila.

-¿Por qué lo hice?

-No estoy seguro – él hizo un gesto al parecer intentando comprender la situación, y al parecer no le iba muy bien – tras el desastre que ocurrió en el templo, saliste corriendo de ahí, no supimos nada de ti a pesar de que Fran, tu madre, su personal y yo te estuvimos buscando como locos -Martina comenzaba a rememorar y temió lo siguiente, algo le dictaba que no todo lo ocurrido había sido motivo para aplaudir – casi al amanecer, finalmente te encontró Fran en un bar, ebria - Martina se ruborizó, sus presagios comenzaban a torturarla y quizá comenzaba a entender los hechos detonantes de aquella intoxicación etílica – cuando regresaste no parabas de llorar y repetir una y otra vez el nombre del novio -Martina se paralizó.

¡Estúpida, estúpida, estúpida! Martina encontraba aquel adjetivo ideal para ella y no dejaba de repetírselo casi a gritos una y otra vez sin descanso. Lo cierto era que todo lo que había hecho en escasas horas anteriores no habían sido los hechos más inteligentes ni prudentes que podía haber cometido. No lo había sido alcoholizarse hasta perder la conciencia, no lo había sido tomando en cuenta que ella esperaba un bebé, no lo habían sido sus delirios relativos a su adorado Jorge Blanco, no lo había sido, incluso, el haber salido huyendo de su esposo unos instantes atrás. ¡Joder! ¿En qué maldito momento había dejado de ser la brillante mujer para convertirse en un ridículo trol? Sabía la respuesta a ello.

-Martina - se sobresaltó y sintió un escalofrío recorrer su cuerpo apenas el tacto de su esposo rodeó su cintura. Enmudeció y no pudo hacer nada mejor que clavar su mirada en el suelo mordiendo su lengua - ¿te encuentras bien, cielo? – y ahora se sintió culpable, quizá Peter no se mereciese todas aquellas mentiras...

-Estoy bien – dijo con la voz cortada – es sólo que...

-¿Es Jorge Blanco? - Martina se paralizó, sabía lo que procedería a continuación.

-¿Jorge Blanco? – se maldijo, a ella, a sus sentimientos a ese hombre y a sus reacciones ante el simple nombre de su amante escupido por los labios de su marido.

-¿Te afecto tanto ver una catastrófica boda? Cielo, Stephie estará bien - ¡demonios! ¿Cómo pretendía Peter que ella no lo odiase tomando esa actitud insoportablemente ingenua ante ella? Martina apretujo sus puños reavivando las heridas surgidas el día anterior.
-Sí – dijo aliviada tras experimentar una intensa descarga de adrenalina sobre su cuerpo, casi suspiró – es que creo que ella no merecía todo aquello – se giró y escondió sus manos tras la varonil espalda de su conyugue no deseando evidenciar cuan afectada estaba – Jorge Blanco es un maldito cretino – y tuvo que sellar sus labios para no decir otra sandez. Peter la besó asumiendo sus apretados labios como una provocación mientras que ella no podía despejar de su cabeza su última declaración, ¿era realmente su amante un ser digno de todo su odio y desprecio?

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Señorita Malcriada |Jortini *TERMINADA*Opowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz