Capitulo 4

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 Ella se apresuró a colocarse nuevamente su blusa y salió prácticamente corriendo del compartimiento. Cerró la puerta corrediza temblando y con la respiración aún entrecortada, se detuvo a acomodar su cabello y su blusa. Ese hombre inexplicablemente ejercía un total dominio sobre de ella y, consciente de ello, comenzaba a temerle. Tenía que alejarse ya de él, lo antes posible.
Se dirigió a uno de los ventanales más cercanos para definir el lugar en el que precisamente se encontraba el tren, anhelando estar ya cerca de la próxima estación, sin embargo sus deseos se vieron frustrados en cuanto notó que el tren no se movía, no avanzaba siquiera un milímetro. Frunció su entrecejo y sintió como un escalofrío recorrió su cuerpo en cuanto entendió la situación: La tormenta de nieve ya era terrible, y al parecer el tren se había atascado debido a la excesiva cantidad de hielo sobre sus vías.
Lo que conllevaba a que por un tiempo indefinido tendría que convivir con Jorge Blanco, suspiró, no pasaría así, de eso ya se encargaría.
Tras analizar la situación por un momento decidió avanzar en busca de la edecán, que ya mucho miedo tenía infundido respecto a ella: punto a su favor. Sonrió al verla nerviosa nuevamente en espera de sus órdenes en cuanto la encontró.

-¿Qué ocurre? ¿Por qué el tren se ha detenido? – sabía la razón, sólo quería corroborarlo con la ilusa esperanza de que sólo fuera una negligencia del conductor del tren y pronto comenzarían nuevamente su marcha.

-Las vías, señorita Stoessel, se han congelado y se ha bloqueado nuestro paso, estamos atrapados, hasta que el clima mejore – dijo sin dejar de temblar.

-¿Hasta que el clima mejore? – ella comenzaba a preocuparse seriamente, le urgía llegar a Montecarlo, en tres días sería su carrera y ella atrapada ahí con su rival que también estaría ausente en la pista, sin duda se habría un gran escándalo, los dos mejores corredores desaparecidos... secuestro, asesinato, ya vislumbraba las charlatanerías que aparecerían en los encabezados de los periódicos. Agradeció al cielo que su identidad era anónima y que todo mundo consideraba al <<lobo negro>> como uno de los hombres más misteriosos y excitantes del medio, de lo contrario, si se sabía que el <<lobo negro>> era la cotizada socialité, en los encabezados aparecerían mentiras completamente opuestas... una aventurilla entre la atractiva pareja, escaparon juntos, recién matrimonio contraído a espaldas de todos, luna de miel...

-Sí, esperamos que mejoré para el amanecer – la edecán la miró asustada en espera del estallido de Martina.

-¿Al amanecer? – ella se frustró al visualizar por la ventana que comenzaba apenas a anochecer.

-Así es señorita Stoessel.

-Pero, ¿no podrían mandar a alguien por nuestro rescate? Deben de hacer algo – comenzaba a alterarse.

-La estación próxima se encuentra a un par de horas de aquí, pero tomando en cuenta la situación climática, creo que tardarían incluso más en llegar que en lo que se arregla el problema con las vías.

-¿Es seguro que mañana retomemos el viaje? – se dignó, nada ganaría armando un escándalo ahí.

-Eso esperamos, en caso de que el clima no mejore, tendremos que esperar un día más, podría decirse que estamos en manos de la naturaleza – Martina se frustró al recordar su situación con Jorge, permanecer dos días continuos con el sonaba excesivamente peligroso... y excitante.

-¿Qué hay acerca de mi cambio de compartimiento?
– He estado trabajando en ello señorita Stoessel, sin embargo, lamento informarle que todos los compartimientos están ocupados a su mayor capacidad, a excepción claro del suyo.

-¿Qué hay de los de la clase turista? – no era posible lo que estaba haciendo, sin embargo no quería volver a encontrarse con su rival.

-Repletos.

-Podríamos negociar con un pasajero para intercambiar el lugar.

-Lo he intentado ya, sin embargo se niegan rotundamente, sin contar claro que el señor Blanco también ha dado órdenes de que no quiere más intrusos en su compartimiento –Martina casi se ahoga con su propia saliva, tosió. ¿En qué momento dio esas órdenes? ¡Claro! Mientras ella discutía con la edecán, imbécil.

-Realmente necesito salir de ese compartimiento- sonrió irónicamente.

-¿Hay algún problema con el señor Blanco? – la edecán levantó una de sus cejas, Martina se percató que si insistía una vez más en su cambio de compartimiento, las causas se harían evidentes.

-Es simplemente que me sentiría más cómoda con una mujer – mintió.

-Oh, seguiré intentando su cambio señorita Stoessel, pero por el momento lamento informarle que tiene que permanecer en compañía del señor Blanco – la edecán tachó de demente a Martina, cualquier mujer daría lo que fuera por estar en su situación, en el mismo compartimiento que el cotizado Jorge Blanco, durante un tiempo indefinido, con ese frío terrible, a solas... se ruborizó de sólo pensar en todo lo que le haría a ese bronceado cuerpo, sin embargo a Martina parecía preocuparle severamente la situación... tal vez era su prometido, el también sensual Peter Lanzani... sin duda lo amaba, no por nada habían sido la pareja del año pasado en toda Europa y parte de América. Suspiró adivinando la romántica historia que había detrás de aquellas fotos enternecedoras, que había visto ya en todos lados, de la pareja en cuestión... si tan sólo supiera la mitad de la verdadera historia.

Martina refunfuñando regresó con pasos sumamente lentos hacia su compartimiento. Al llegar a la puerta se detuvo nerviosa, notó cómo su corazón inevitablemente se había acelerado como pocas veces, esa era la primera vez que temía llegar a algún lado. Estiró su brazo dudosa y tomó entre su mano la fría manija metálica, su piel como respuesta inmediata se erizó. Sintió entonces como su cuerpo, ¡incluso su cuerpo!, se oponía a entrar nuevamente al interior de ese compartimiento. Se arrepintió y retiró casi de inmediato su mano del metal. Resopló una vez más y se llevo ambas manos a su rostro con terribles deseos de soltar un incontrolable llanto. No sabía cómo manejar esa situación, ninguna persona había logrado frustrarla y Jorge Blanco... ese hombre al parecer, tenía un malévolo don que consistía en irrumpir su aparente tranquilidad.
Optó por pegar su oído a la puerta intentando escuchar algún sonido del interior, algo inútil en realidad, pero una buena forma de extender el tiempo alejada de él. Silencio absoluto, interrumpido por su propia respiración, frunció su entrecejo e intentó forzar la agudeza de su oído, se pegó incluso más a la puerta y permaneció atenta intentando respirar muy suavemente a pesar de estar completamente asustada, una vez más hubo un silencio absoluto. Maldijo para sus adentros, se contuvo de desquitar su furia contra la puerta y se alejo un par de pasos para permanecer ahí parada completamente inmovilizada mientras se daba ánimos a sí misma para entrar. Sonrió amargamente ante lo que pasó por su mente... estaría mucho mejor en una cena aburrida con su prometido a estar en esa embarazosa situación. Resopló. Extendió nuevamente su brazo, pero esta ocasión, antes de siquiera tocar la manija lo regresó a su lugar, odiaba esa nueva Martina en la que la convertía el insoportable heredero Blanco.

-¿Sucede algo señorita Stoessel? – se sobresaltó y giró su mirada para encontrar a la extrañada edecán.

-No, nada en absoluto – dijo sintiéndose *beep*.

-¿Hay problemas con la puerta? – la edecán frunció su entrecejo al ver que Martina no había entrado aún a su compartimiento.

-Eh... sí, es que – improvisó una excusa – es que creo que está atascada, no lo sé, no puedo abrirla.

-¿Segura que... - la edecán frunció su entrecejo y llevó su mano a la manija para abrirla sin problema alguno.

-Oh, ¡qué extraño! Hace unos momentos no abría – fingió gran sorpresa.

-Bueno, creo que ya no hay problema – sonrió la edecán y se retiró satisfecha creyendo haber hecho un buen trabajo, algo totalmente opuesto en la opinión de Martina quien quedó irritada observando fijamente la puerta deseando no atravesarla.

Finalmente tras un largo momento de permanecer ahí inmóvil se dio cuenta que era ilógico pasar durante todo el viaje ahí parada, tarde o temprano tendría que enfrentar nuevamente a su ya odiado compañero, y en cuanto antes fuera, se acabaría más rápido su martirio. Se armó de valor y tras inhalar una gran bocanada de frío aire terminó de abrir la puerta. Se dirigió a su asiento y se acomodó en él ignorando a su compañero. Clavó su mirada en la ventana rogando al cielo ser protegida de aquél hombre ya que esta vez no se sentía capaz de defenderse por sí sola, con él esa habilidad que tenía simplemente se esfumaba. Permaneció viendo cómo caía lentamente la tormenta de nieve hasta que se aburrió, para decir verdad ese eterno momento de un sepulcral silencio le fue algo tormentoso, esperaba al menos que Jorge al verla explotara en gritos o algo parecido pero simplemente había permanecido en completo silencio. Se decidió a mirarlo por primera vez en ese tiempo, lo hizo discretamente, de reojo. Y se percató de que él la observaba severamente, su enojo se hacía evidente en su rostro y ella casi explota en carcajadas cuando vislumbró lo irritada que se encontraba la piel que rodeaba a ese par de almendrados y llorosos ojos efecto del gas que le había arrojado. Se contuvo, en verdad se esforzó por no reír, pero no pudo evitar esa sonrisa que se dibujó de inmediato en sus labios y, evidentemente, la furia de él se acrecentó.
Jorge al verla ahí, tan cínica y despreocupada mofándose de él sintió el incontrolable impulso de arrojarse a ella y desquitarse de cualquier forma... estrangulándola o quizá besándola salvajemente, se levantó lleno de ira dispuesto a atacarla, pero al verla ahí, sentada tan indefensa y tan frágil se arrepintió. Controló con enormes esfuerzos sus impulsos y sabiendo que si permanecía un instante más observándola mientras ella gozaba de su sufrimiento no podría soportar más sus deseos de verla sufrir a ella también.
Nada complacido y molesto consigo mismo, él salió de ahí tras lanzarle una mirada asesina a esa aparentemente indefensa mujer.
Martina frustrada ante el comportamiento de su compañero no pudo más que quedar literalmente con la boca abierta.

Señorita Malcriada |Jortini *TERMINADA*Where stories live. Discover now