Capitulo 43

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Martina tronó los dedos de sus manos. Tenía que admitir que estaba nerviosa, incluso más que su primer día de clases cuando tenía tres años o cuando había subido a su primer auto de carreras a los ocho. 

Sus piernas temblaban. Su cuerpo parecía reaccionar con torpeza ante los estímulos del exterior y ella, ella estaba atravesando por aquella necesidad de sujetar, una vez más, entre sus brazos a su bebé, y peor aún, de salir huyendo ante la proximidad de uno de los momentos más difíciles de su vida, el rencuentro con aquel que se había vuelto su adicción. 

-Felicidades a la nueva madre – despertó de sus ensoñaciones para encarar frente de ella a la perfección en persona, a aquel hombre que había logrado desconcertarla tanto que la había alejado de todo aquello que había sido antes de conocerlo, a Jorge Blanco. 

-Gracias – vaciló, tanto como habría deseado no hacerlo. 

-Creo que mi idea de traerle flores a la nueva madre no fue algo tan original – sonrió mientras dejaba aquel ramo de orquídeas blancas al lado de los demás presentes que Martina había recibido durante el día. 

-No debiste... 

-Escuché que tiene tus ojos – él sonrió mientras se posicionaba a un lado suyo. 

-Sí – ella sonrió al rememorar la imagen del pequeño – y el resto es idéntico a las facciones de su padre – ella asintió mientras lo observaba con atención. 

-Debe sentirse contento – el moreno bajó su mirada. 

-Bueno... -¿y cómo decirle que el bebé era suyo? ¿Cómo confesarlo después de todo lo que había pasado entre ellos? ¿Cómo responsabilizarlo de algo que, seguramente, él jamás habría deseado? – Eso espero - ¡maldición! ¿Por qué diablos tenía que ser tan cobarde? ¿Por qué no simplemente obedecía las palabras de Stephie Camarena y se hacía un favor? ¿Por qué no dejaba su maldito orgullo a un lado y solucionaba su vida y la del bebé? Era una *beep* 

-Nunca me han agradado los rockstars – esbozó un mal intento de sonrisa – son unos malditos afortunados – Martina observó en silencio los pasos torpes de aquel sensual hombre hacia la ventana para darle la espalda – Supe que te divorciaste ya de Lanzani... 

-No éramos una buena pareja después de todo – ella confirmó toda duda – Creo que en eso tenías razón, él no era mi otra mitad – resopló. 

-Creí que no creías en ello - Martina mordió su labio inferior recordando aquella conversación que había mantenido en aquel tren rumbo a Mónaco y en el que habían debatido acerca de la existencia del amor y lo relativo a ello. 

-Lo estuve pensando mucho tiempo después de bajar de aquel tren – ella asintió anhelando ver la expresión de aquel hombre mientras rememoraban viejos tiempos - Finalmente, me convenciste. 

-Tampoco te equivocaste tú con respecto a Stephie - Martina tragó con dificultad – Fue por ello que me negué a unirme a ella por la eternidad – pausó por un instante – No quería cometer otro grave error que terminara por joderme la existencia. 

-¿Otro? – y ella sabía que ese otro se resumía en una simple palabra, ella. 

-Sí – él se giró de nueva cuenta para descubrirse con un par de gruesas gotas salinas recorriendo sus mejillas – El primero había sido dejarte ir, tratarte como a una cualquiera y no querer reconocer que te habías convertido en algo que realmente me importaba. 

-Jorge... - y Martina se paralizó, es decir, no lo había querido admitir hasta ahora, pero ella había estado esperando con ansias a que ese momento ocurriese, aunque las probabilidades fuesen de una sobre un millón, no había perdido la esperanza y ahora estaba ocurriendo, aquel hombre, aquel que había robado su corazón estaba confesando todo lo que había sido callado desde que se habían visto frente a frente por vez primera. 

-¡Joder, Martina! No sé qué rayos fue lo que ocurrió, pero... me enamoré, te convertiste en una necesidad, la primera mujer que había permanecido en mi mente por más de una semana y que, angustiosamente, se iba metiendo más y más, con cada berrinche, cada desplante, tu jodida actitud, tu maldito orgullo y luego, ese afán de joderme la vida. ¡Demonios! Hasta tu maldito don con los autos – y antes de que ella pudiese reaccionar a aquellas palabras, ella sintió embriagarse una vez más con aquellos labios, aquellos a los que ya se había vuelto adicta desde la primera vez que los había probado y aquellos de los que añoraba seguir unida por el resto de sus días. 

Señorita Malcriada |Jortini *TERMINADA*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora