Capitulo 37

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¿Y qué podía decir Martina? "Mami, experimento cierta afición por el hombre que se supone debería ser mi peor enemigo".

Lo cierto es que cualquier declaración que pudiese emerger de sus labios sería seguramente algo *beep*. Más tomando en cuenta que ella no había previsto aquel interrogatorio aun cuando era obvio que ocurriría.

Y ahí estaba, acorralada, sumisa y con la mirada baja, incapaz de siquiera pronunciar un monosílabo coherente. Por enésima vez, experimentó un escalofrío recorrer su cuerpo. Reprimió sus deseos de salir corriendo, quizá temía a que sus piernas no le respondiesen en aquella ocasión.

-¿Qué ocurrió, Martina? – su madre le replanteó la pregunta por tercera vez. Martina tembló.

-Nada, madre – se maldijo, a ella y a su quebrada voz.

-¡Nada! – el tono tranquilo de su madre no la tranquilizó, de hecho invocó todo lo contrario en sus adentros - Martina, cariño, ¿me crees *beep*? - Martina cerró con intensidad sus ojos deseando todo aquello fuese una terrible pesadilla, esa a las que ya estaba acostumbrada - ¿qué hay entre el chico y tú? Y no quiero escuchar un nada como respuesta - ¡joder! ¿y ahora qué podía hacer? ¿echarse a llorar desamparada? ¿huir de la escena del crimen? ¿fingir demencia?... ¿aceptar su culpabilidad? Lo único que podía pasar por su cabeza era su actual situación, ella estaba perdida.

-Madre, no – una gruesa lágrima comenzó a correr por su pálida mejilla, sintió un ligero mareo, después intensos deseos de volver el estomago – Entre Jorge Blanco y yo sólo existe una fatal rivalidad – estaba consciente que cualquier esfuerzo por ocultar todo serían en vano, bastaba observarla rápidamente para saber que ella no decía la verdad porque simplemente le afectaba – por... las carreras, ya sabes madre, además por los hoteles...

-Puedes retirarte,Martina - su madre la observó de arriba abajo instantes antes de que Tini saliese corriendo envuelta en un incontenible llanto directo a algún sanitario para liberar la presión ejercida sobre su estómago.

Martina subió a toda prisa por las escaleras en dirección a su habitación. Irrumpió en la tranquilidad de ella no preocupándose por nada más que por ir directamente a su guardarropa, sacar una maleta para atascarla de ropa y salir huyendo de ahí. Sus maldiciones no cesaban, las escupía una y otra vez en voz baja. Se sentía *beep*, peor que ello. Había sido descubierta por su madre y con ello había jodido toda su venganza, todas sus esperanzas de finalmente hacer justicia se había ido por el retrete ante su impotente mirada, en un simple segundo, en un abrir y cerrar de ojos todo se había arruinado.

-¿Vas a algún lado, cielo? – la masculina voz de su esposo la congeló. ¡Joder! Alzó su nerviosa mirada para encontrar a su esposo desnudo apenas envuelto por una toalla y observándola con los brazos cruzados.

-Peter – escupió tras un largo silencio – Despertaste ya – declaró lo evidente. -Acabo de salir de la ducha – él dijo con el entrecejo fruncido ante el intento de cambio de tema de su mujer – Pero no has respondido mi pregunta, corazón – sonrió.

-No – ella llevó su mirada a su maleta hecha un desastre – De hecho desempacaba.

-¿Desempacabas? - él alzó una ceja.

-Sí, es la maleta que llevé a nuestra luna de miel, y no la había desempacado hasta hoy – era cierto que su poder de la mentira se había esfumado.

-¿Quieres ayuda con ello?

-No te preocupes, bebé. Yo lo hago.

-Te ayudaré después - Martina sintió las manos de su esposo rodear su cintura y alzarla por los aires con suavidad, ella se sobresaltó.

-¿Qué haces, Peter? – preguntó temiendo adivinar los propósitos de su esposo.
-¿No es evidente? Te llevo a nuestra cama, cielo – él besó su cuello.

-No ahora, Peter– ella intentó zafarse sin éxito.

-Te deseo, Martina - y sin más, tras depositarla sobre la cama, Martina divisó la toalla que cubría el cuerpo de su esposo esfumarse.

Un jadeo resonó por los muros de aquella luminosa habitación. Martina estaba siendo dominada por el deseo y en contraste a lo que por su cabeza retumbaba una y otra vez respecto a que todo aquello estaba mal e iba en contra de todos sus principios, ella devoraba con ansiedad los labios de su esposo.
Rodeó con sus pequeñas manos el cuello del hombre hundiéndolas en aquellos rebeldes rizos apegándolo aún más a sus labios, jugando con sus lenguas a entrelazarlas y a intercambiar sus salivas.
Su tacto, sus manos posadas en su cintura la hacían experimentar sensaciones que ella se había refutado a aceptar provenientes de aquél hombre, despertaban cientos de descargas eléctricas por cada una de sus venas internas y ella no podía luchar contra ello, quizá todo resultaba ser demasiado para ella o quizá ella ya no era la misma fortaleza que antes solía ser aquella que en algún momento había creído inviolable.

-Te necesito, corazón – Peter le susurró al oído con toque de sensualidad haciéndola temblar.

-¡Peter! – jadeó su nombre.
-Eres hermosa, Martina - él la besó para proceder a retirar lentamente su liviano vestido que no representaba en realidad una gran barrera entre ambos cuerpos.

-Te amo, Peter– declaró sin detenerse a pensar, actuando por impulso.

-Te amo, cielo – él llevó sus manos a sus pechos para proceder a masajearlos por encima del oscuro y delicado encaje que apenas la cubría.

Se estremeció. Notó, ante la amenaza de una explosión de su entrepierna, que una de aquellas masculinas manos se había abierto camino hacia sus muslos concentrándose en sus glúteos acariciando sugestivamente por encima de sus bragas a la vez que comenzaba a rozar con sus labios sus pechos a través de su sujetador.

-Esto no está bien, Peter– ella declaró apenas pudiendo con su propia respiración.

-¿No está bien, dices? ¿Por qué no habría de estarlo? – él comenzó a bajar sus labios formando un lento camino directo a su entrepierna.

-Peter, para – ella se retorció ante la traviesa sonrisa del hombre.
Una descarga eléctrica aún mayor la torturó. La fricción en su interior aumentaba, aquellos dedos se introducían con mayor malevolencia en su entrepierna dejando a un lado sus bragas, en el olvido.

-¡Basta, basta, basta! – ella apretujó las sábanas no controlando los espasmos próximos.

-Te deseo, amor – él sin mayor complejidad introdujo su lengua en conjunto a sus dedos.

Una, dos, tres, infinitas y deliciosas lengüetadas estremecían al pequeño cuerpo de la heredera Stoessel. Ella imploraba más clavando sus manos en la despeinada cabellera de él, pegándolo a su cuerpo, obligándolo a introducirse más, acatar su dulce aroma excitante, saboreando sus flujos. Mientras en su mente se desataba la lucha interna entre lo razonable y lo carnal.

-Peter, por favor – ahora imploraba, débil ante aquellas caricias.

-Nena, ¿por qué habríamos de parar? Somos esposos y...

-¡Porque estoy embarazada! – confesó a gritos ante el orgasmo que comenzaba a inundarla.

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¡Se lo confeso!

¿Que pensara peter?

¡Nos leemos pronto!

TotiStorys

Señorita Malcriada |Jortini *TERMINADA*Where stories live. Discover now