Capitulo 13

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Martina se sintió *beep*, resopló y regresó al sofá a ver televisión. ¡Genial! Era la primera vez que después de una carrera no salía a festejar ya fuese en un antro o en un bar. "Te alcanzo allá" le había asegurado a Fran esa tarde, pero era obvio que no iría, en esta ocasión no encontró una motivación para celebrar. Después de la terrible humillación que había sufrido no tenía muchos ánimos de volver a ver a Jorge quien seguramente habría estado en ese festejo. ¡Agh! Cuanto lo odiaba, ahora se preguntaba por qué rayos había aceptado acostarse con él. Se levantó del sofá para ir a la cocina por un poco de agua. Regresó al sofá y, aburrida del programa que transmitían por MTV, cambió el canal hasta toparse con algo que llamó su atención, claro que eran imágenes del "lobo negro" junto con Jorge Blanco y justamente en la premiación. Recordó entonces el motivo que la había llevado a acostarse con él, era terriblemente sexy. Sonrió inconscientemente. Volvió de sus sueños eróticos en cuanto la conductora del programa soltó una sonora carcajada, devolvió su atención al programa y frunció el entrecejo al ver que nuevamente comenzaban a criticar al lobo negro. Sintió un nudo en la garganta en cuanto el conductor del programa comentó que quizá el "lobo negro" había terminado ya con su racha de buena suerte... ¿Había escuchado bien? "Racha de buena suerte" había dicho, ¡con un demonio! Se había atrevido a poner en duda su talento. Pegó sobre el sillón con su puño vendado y se maldijo una y mil veces al recordar que estaba fracturado. Decidió que apagar la pantalla sería lo más prudente, comenzaba a cansarse de las críticas que ya no sólo eran para Martina Stoessel sino también para su amor platónico, el lobo negro.
Se levantó del sofá y se dirigió al sanitario a lavar su rostro para despejar un poco su mente, se observó en el espejo y se sintió patética. Ciertamente a ella tampoco le agradaba su nueva actitud, era absurdo estar en estado casi de depresión por un simple revolcón que había tenido con una escoria, bueno, tres revolcones. Se convenció de que nada de eso tenía que cambiar su vida. Salió del sanitario y se dirigió directo hacia el teléfono, marcó y esperó.

-¿Hola? – Fran respondió conteniendo su risa, Tini entendió que su tío estaba ebrio.

-¿Dónde estás?

-En un hotel, con....

-Diviértete – interrumpió su explicación, no necesitaba saber que estaba a punto de acostarse con tres modelos a la vez... ¡diablos! Si era lo que hacía después de festejar, ir directo a una cama con, por lo menos, un par de diosas.

Comprendió que ya era tarde para ir al bar en el que había quedado llegar, además se sentiría ridícula llegando con su mano vendada. No obstante, no le apetecía en lo más mínimo la idea de permanecer ahí como una vil perdedora, despertó a su verdadera Martina y se dirigió a su habitación, se dio una ducha rápida, arregló su cabello en una cascada, se maquilló, se puso un atrevido vestido que resaltaba sus curvas, tomó las llaves de uno de los autos que Fran guardaba en la cochera y salió de ahí para dirigirse a un elegante restaurante, ciertamente no era su lugar ideal para celebrar, pero era mejor a nada.
En cuanto llegó al valet parking, incluso antes de bajar, dudó en si debía estar ahí, se le vino a la mente que no era necesario salir de casa para pasar un rato agradable, comenzó a reír nuevamente... claro que era necesario. Tomó su bolso de mano y esperó a que le abrieran su puerta, se miró rápidamente en el espejo retrovisor, revisó que sus labios estuviesen perfectamente maquillados y bajó cuando su puerta fue abierta y una mano masculina se le fue ofrecida.
Bajó con una sonrisa en los labios, entregó sus llaves y se dirigió directamente a la recepción con ese paso que sabía sensual y que hechizaba a cualquier hombre.
De inmediato se le fue asignada una mesa, en la terraza a la tenue luz de la noche. Ordenó una copa de vino tinto y una ensalada. Esperó en silencio mientras observaba el estrellado cielo. Repentinamente se sintió sola, a pesar de siempre haberlo estado. Sintió la necesidad de ser abrazada y amada.

-Buenas noches, querida – ella despertó sobresaltada de sus pensamientos y dirigió su mirada a quien había interrumpido sus pensamientos.

-Bárbara – su piel se erizó en cuanto descubrió a su amiga de la infancia con una sonrisa burlona en su rostro. Tanto ella como Martina no habían cambiado en absoluto, seguían igual de cínicas a como lo habían sido de pequeñas. Seguían disfrutando del sufrimiento de los demás, y Tini no iba a pasar desapercibida para su ex mejor amiga, finalmente ella había encontrado la manera de sentirse superior a quien la había destinado a ser siempre la segunda en todo.

-La misma, querida... ¿Y cómo está tu padre? – Tomó una silla y se sentó en la misma mesa - ¡Oh! Qué torpe soy, había olvidado que ahora es el mío.

-Sí, bueno, él siempre prefirió lo fácil y bueno tu madre siempre lo fue – se encogió de hombros, por supuesto que ella no permitiría ser presa fácil.

-Pero qué cosa tan más... hermosa – la miró de arriba abajo – la reina de las zorritas hablando de cosas fáciles.

-Claro, por cierto yo quería pedirte una disculpa. Hace una semana, bueno no sé qué fue lo que me pasó, pero después de haber bebido un par de whiskies en compañía de Jeremy – su prometido con quien tenía entendido se casaría en un par de semanas – accedí a ir a la cama con él, en verdad no sé por qué lo hice, quizá fue tanta su insistencia que bueno.... lo hice. Bárbara, no lo dejes ir, es excelente en la cama – sonrió al ver el rostro de desconcierto de su acompañante.

-Por supuesto que mientes.

-Claro, si así lo quieres creer – ella dibujó una mueca de lastima – ¿por qué no le preguntas de dónde surgieron esos rasguños en su espalda?

-Esos rasguños fueron en una caída que él tuvo – la miró furiosa.

-Claro – comenzó a reírse - ¿Y en verdad le creíste? Cariño, creí que eras más inteligente. En fin, si aún no me crees, entonces explícame, ¿cómo es que yo sé de la existencia de esos rasguños?

-Eres una maldita perra – estuvo a punto de bofetearla pero una mano retuvo su muñeca, ella furiosa se giró a ver al entrometido, mas su ira se esfumó en cuanto vio a ese dios que lucía incluso mejor que el David de Miguel Ángel.

-Disculpe haber interrumpido esta agradable conversación – sonrió – pero creo que esa señorita a la que deseaba mostrarle su afecto tiene una cita conmigo.

¡Joder! Ahora Jorge Blanco se sentía en el derecho de tomar el papel de héroe, Martina le lanzó una mirada furiosa y estuvo a punto de incorporarse para decirle unos cuantos insultos, pero después de analizar su situación comprendió que sería mejor seguir ese juego, después de todo sería más fácil deshacerse de él que de su agresora.

-Jorge – fingió una sonrisa a lo que Bárbara la miró recelosa – Llegas un poco retardado.

-Lo siento, preciosa – le guiñó un ojo – Preparaba una sorpresa para ti. No quiero ser para nada descortés, señorita – dirigió su mirada a Bárbara – Pero, ¿podría dejarme solo con esta hermosa mujer? – sonrió.

-Claro – se levantó y dirigió una mirada de odio a Martina - Nos veremos luego, querida – se giró a ver a Jorge y dibujó una sonrisa – Adiós – ¡por Dios! Ese hombre estaba para comérselo ahí mismo.

Ambos esperaron a que la recién ida estuviese lo suficientemente lejos como para ya no saber más de ella. Cuando la perdieron de vista, Martina le restó importancia a su héroe y bebió un sorbo de su copa. Él antes de sentarse se detuvo a observarla, realmente anhelaba estar nuevamente en ese cuerpo, resopló y se sentó a lo que ella dirigió su mirada directo hacia él sin ninguna emoción marcada, simplemente lo observó.

-Estaba cenando tranquilamente pero esa tranquilidad se esfumó cuando te vi entrar, aunque honestamente dudé en si realmente eras tú, pero ese sexy andar y ese porte me lo confirmaron, más aún esa actitud cínica. Pero confieso que no comprendo aún el por qué estás aquí y no festejando con tu corredor favorito – finalmente Martina marcó enojo en su mirada.

-Me parece que no tengo que darte explicaciones a ti.

-Dime, ¿acaso tu lobito ha caído ya en depresión? – sonrió burlón.

-¿En depresión? – Rió divertida – No veo el motivo para caer en depresión.

-¿Un empate no es suficiente motivo?

-¿Sabes? Fue tan humillante tanto para él como para ti.

-No, cariño, te equivocas. Para mí fue en absoluto humillante, de hecho fue grandioso. Finalmente logré igualar a tu amado lobito.

-Escúchame bien, Blanco – ella apretujo sus dientes casi haciéndolos rechinar – Nunca, pero absolutamente nunca lograrás siquiera acercártele a sus talones.

-Hermosa, honestamente, sería mejor que dejes de salir con él. Tu lobito comienza a hacer rabietas como las tuyas – sonrió provocando que ella casi se ahogara con el sorbo de vino que dio.

-Imbécil – refunfuñó.

-¿Qué ocurrió con tu mano? – observó hasta entonces curioso los vendajes.

-Algo que no te interesa en absoluto.

-¿Qué fue, cariño? – Insistió - ¿Fuiste acaso el punto de desahogo de tu corredor?

-Me temo que él no es una escoria como tú, él es todo un caballero y jamás se atrevería siquiera a llamarme "bruja" – fingió una amable sonrisa.

-"Bruja" – él rió – Eres grandiosa – ella desapareció su sonrisa al recordar que justamente esas palabras le había hecho casi perder.

-¿Es lo mismo que le dices a Stephie? – él también desapareció su sonrisa.

-No – dijo secamente.

-Claro – ella observó su disgusto y continuó - ¿Con dedicarle una victoria basta?

-¿Hablas en serio? Esta carrera no fue en absoluto para ella.

-¿Ah no? Entonces debo estar quizá sorda, porque déjame decirte que en la entrevista que te hicieron escuché claramente...

-Sí – la interrumpió – Lo sé, pero a la prensa siempre es bueno decirle algunas mentiras.

-¿Entonces no es a Stephie a quién le dedicas tus carreras?

-No.

-¿Entonces a quién?

-A nadie, excepto esta última.

-¿Y entonces para quién fue tu victoria?

-Para ti – él sonrió sinceramente a lo que ella quedó atónita, ¡joder! ¿Había oído bien?

-Claro – ella rió intentando ocultar su desconcierto.

-¿En verdad no me crees?

-En absoluto.

-¿Y por qué no? No sólo tu lobito ha quedado cautivado contigo.

-Jorge , calla, ¿quieres?

-¿Acaso él nunca te ha dedicado una victoria?

-Cada una, pero ¡por Dios! ¿Tú?

-Absolutamente – se encogió de hombros despreocupado.

-Claro – ella volvió a reír.

-¿Qué tengo que hacer para que me creas?

-Quizá volver a nacer – le sonrió y bebió otro sorbo de su vino.

-Claro, debería de intentarlo – sonrió – Pero por el momento, debería limpiar tus labios - Martina no había terminado de comprender a lo que él se refería cuando él se acercó hasta sus labios y con su lengua limpió muy suavemente las gotas de vino que habían quedado en sus labios.

Ella quedó inmóvil, sintió como su respiración se entrecortó, su pulso se aceleró por completo mientras el aliento de él chocaba contra su boca. Evadió por completo su mirada sintiéndose como una patética adolescente en su primera cita. Por una parte deseó desaparecer en ese mismo momento de ahí pero por otra deseó corresponder a esa provocación. Se contuvo y alejó de su alcance su rostro, él no tuvo otra opción que regresar a su lugar. Agradeció que en ese instante un mesero llegara a entregar su ensalada evitando ese silencio incómodo que seguramente seguiría. En cuanto se alejó volvió su atención a su acompañante.

-Jorge - él colocó sus brazos sobre la mesa poniendo completa atención a sus palabras – Querido, creo que has olvidado un trato que habíamos hecho.

-No lo he olvidado, es simplemente que no me agrada para nada seguirlo.

-¿Tanto trabajo te cuesta conseguir una nueva amante?

-En absoluto, simplemente que no he encontrado alguna tan interesante como tú.

-Ah, con qué es eso, te gustan los retos – él se encogió de hombros afirmándolo.

-Preciosa, seamos honestos, tanto tú como yo disfrutamos de ese viaje y ninguno de los dos lograremos volver a vernos como desconocidos.

-Sí, no niego que me agradó lo sucedido, pero...

-Y no te negarías en absoluto a volver a la cama conmigo – sonrió afirmando.

-Entonces ¿es eso? – Ella rió comprendiendo – No viniste solamente a rescatarme de ser bofeteada, viniste por una noche conmigo.

-Creo que vine para ambas cosas.

-Sí, claro. Y dime, ¿qué te hace pensar que no me negaré?

-No creo que prefieras volver a la casa de tu tío a dormir

-¿Y qué te hace pensar que regresaré a dormir? Querido, creo que olvidas un pequeño detalle, mi lobo negro está en Mónaco.

-Nena, ¿realmente crees que él no estará ya disfrutando de una exuberante modelo?

-Tal vez, pero...

-¿Pero?...

-No te vas a rendir, ¿cierto?

-Jamás.

-Bien – ella se levantó – paga la cuenta y ve qué hacer con mi auto, en cuanto regrese del tocador nos iremos al departamento de Fran.
-Bien, querida – él sonrió triunfante.

En cuanto llegó al tocador se arrepintió de lo que había dicho... se preguntó entonces en qué demonios estaba pensando en cuanto había aceptado la proposición de Jorge . Se reprochó ser tan débil al lado de ese hombre. Además lo había invitado al departamento de Fran. ¡Con un demonio! Tenía que regresar a decirle que había cambiado de opinión. Revisó rápidamente su maquillaje y salió con paso firme en dirección a su amante.

-¿Estas lista, cariño? – Jorge la tomó con delicadeza de la cintura y la condujo fuera del restaurante.

-Jorge , yo...

-Sube, nena – le abrió la puerta del Lamborghini Diablo que descansaba frente a ella.

-Pero yo...

-Espera – cerró la puerta en cuanto ella subió al poderoso auto y se dirigió corriendo al lugar del conductor – Perfecto – encendió el auto y lo puso en marcha - ¿Hace cuánto tiempo que no montas un auto decente?

-¿Perdón?

-Sí, todo el mundo sabe que la señorita socialité tiene límites de velocidad en sus autos impuestos por su sobreprotectora madre.

-¿Y qué más sabes de mi? – Ella sonrió – Pensé que no te interesaba la vida de "personajes como yo"

-Cariño, cuando se tiene interés en algo y estando en posiciones como las nuestras puedes obtener toda la información que deseas en cuestión de minutos.

-¿Y desde cuando has tomado interés por mi?

-Después de recibir esa bofetada bajando del tren.

-Entonces me mandaste a investigar – ella no sabía si sonreír o asustarse.

-Sólo un poco.

-¿Qué tanto sabes de mi?

-Lo suficiente como para complacerte por lo menos esta noche.

-¿Ah sí? ¿Y cómo pretendes hacer eso?

-En primer lugar sé que mueres por correr un auto sin límites de velocidad – él sonrió, ella simuló una sonrisa, si tan sólo él supiera que en ese día ya había corrido un Ferrari y que además lo había hecho contra él.

-Continua.

-Después podría llevarte a la playa y ahí te volvería loca de placer.

-Suena atractivo.

-¿Y bien?

-¿Qué?

-¿Aceptas pasar esta velada conmigo?

-De acuerdo - ¡maldición, no! No quería hacer eso.

Señorita Malcriada |Jortini *TERMINADA*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora