- Lo siento. - Se volteó y me besó la mano, para luego besarme castamente en los labios.

- Venga. - Me abrazó, apoyé mi cabeza en su pecho. Levanté el rostro en busca de su aroma, no quiero dejar de embriagarme de él.

- También me encanta su olor. - Dije, en un hilo de voz.

- Hayden. - Me tomó por los brazos y me alejó de él, se mordió el labio y luego se pasó una mano por el rostro. - No sigamos, por favor, o usted no llegará a su casa esta noche.

- ¿A qué se refiere? - Miró al suelo.

- Nada. - Salió de la habitación y yo lo seguí.

- Oiga. - Dije, detrás de él, se volteó para verme.

- Hayden, no...

- Necesito saber, dígame.

- ¿Qué es lo que quiere saber? - Un brillo en sus ojos y esa mirada de nuevo, una que no sé como describir, pero que me fascina. Se cruzó de brazos, evité quedarme embelesada admirándolo.

- ¿Por qué no llegaría a mi casa? - Inquirí.

Me miró, tenía los labios entreabiertos, entonces se aproximó a mi, con solamente cuatro pasos rompió la distancia que nos separaba.

- Porque no seré capaz de dejarla ir.

Apartó el cabello de mi cuello y se acercó, rozó su nariz en ese mismo sitio, causando que me estremezca. De pronto, se agachó y me levantó, tomándome por la cintura, por intuición enrollé mis piernas a él, de nuevo comenzó a besarme. Su lengua entró nuevamente en mi boca, mientras que sus manos traviesas, daban peligrosas caricias a mi cintura y mis piernas.

- Espere. - Pedí en un susurro. Mordió mi labio.

- ¿Qué debo esperar? - Me arrojó al sofá y se colocó sobre mi, volviendo a mis labios. Mis manos fueron a su pecho, de donde bajaron hasta llegar a su fuerte abdomen, que no me contuve en tocar. - Está siendo muy mala conmigo.

- ¿Yo? ¿Por qué? - Me lamió el cuello y yo gemí, temblando por y para él.

- Diciéndome todas esas cosas, mirándome como me mira, tocándome como me toca. - Moví las manos de vuelta a su cuello. - ¿Cómo puedo evitar enloquecer? ¿Cómo puedo mantenerme sereno cuando la tengo aquí declarándome su amor? - Me moví para besarlo y él llevó sus manos a su camisa, las quité y las remplacé con las mías, uno de los botones fue desabotonado, al igual que el siguiente, y el siguiente, y el siguiente. Terminé de desabotonarla y se la quité, arrojándola al suelo, apoyó sus manos a los lados de mi cabeza. 

- Soy suyo, Hayden, no puedo evitarlo más, soy suyo. - Declaró y yo me derretí ante sus palabras. Me tomó ambas manos y las colocó sobre su rostro. - Tóqueme. - Se acercó y nos fundimos en un nuevo beso. Pegó su cuerpo al mío, sentí de nuevo aquello duro contra el espacio entre mis piernas, arremetió nuevamente y yo lo atraje hacia mi, con mis manos en su nuca.

Andrew soltó un gruñido ronco a media voz, que despertó una chispa nerviosa en todo mi cuerpo. Se incorporó un poco y me miró, retrocedió a horcajadas sobre mi, metió las manos bajo mi camisa y la levantó junto con el buzo, deteniéndose justo sobre mis costillas.

Lamió mi torso entero y sus manos frías recorrieron una vez más mis piernas, me retorcí bajo su toque, pero él me mantuvo quieta. Llevé una mano a mi boca y mordí suavemente la piel de mis nudillos. Andy bajó un poco más y depositó un tierno beso en la parte interna de mi muslo, yo supe que desde ese momento ese lugar le pertenecía a él, solamente a él.

Se mordió el labio y volvió a mi torso, depositando besos por todo mi vientre, hasta que sus manos subieron y subieron cada vez un poco más. Pasó sus manos a mi espalda y acercándose a mi oído susurró algo que no logré entender, gracias al estado en el que él me había inducido.

Asentí torpemente y pude advertir que lo que dijo fue: "¿Puedo?". Sentí como la leve presión que me acompañaba casi siempre en el pecho se deshacía, acaba de desabrochar mi sujetador. Una de sus manos inició un tórrido camino desde la parte baja de mi vientre y empezó a subir.

"Tócame" quise decirle, pero no podía, nada en mi reaccionaba como debía. Mi cuerpo sólo respondía ante lo que él hacía.

"Soy suyo" había dicho él, con tal convicción que sentí que un pedazo de mi alma se adueñó de esas palabras, de ese momento, del exacto conjunto de sentimientos que nunca había sentido y que sólo existían gracias a él.

- ¿Se encuentra bien? - Pasó su dedo por un lado de mi mejilla, secando una lágrima que no sabía que había derramado, devolviéndome la cordura que había perdido.

- Y-yo... - Tartamudeé y él se quitó rápidamente de encima de mi, recogió su camisa y se vistió, yo lo imité y empecé a acomodarme la ropa.


Se estacionó frente a mi casa, bajó del auto y me abrió la puerta, bajé y Hamburguesa se retorció entre mis brazos.

- Quieto, cuidado. - Abrió su pequeña boca y se relamió, Andy se recostó en la puerta del piloto y yo me paré frente a él, se cruzó de brazos.

- Lo siento. - Susurró, mirando al suelo.

- No se disculpe, no tiene porque hacerlo. - Coloqué mi mano sobre sus brazos cruzados.

- Estaba llorando. - Se mordió el labio. - Le juro que no quería hacerle daño, yo... - Lo interrumpí.

- No me hizo daño, no diga eso. - Con remordimiento levantó la cabeza, suspiró y entonces me miró. - Estoy perfecta. - Aseguré.

- Lo siento. - Repitió y volvió a agachar la mirada.

- No tiene que disculparse. - Me miró por lo bajo. - No estaba llorando, sólo se me salió una pequeña lagrima.

- ¿Eso no es llorar?

- Una lágrima de felicidad, Andy. - Sus ojos se abrieron en un gesto de sorpresa, escondía una sonrisa imperceptible que quise hacer que me mostrara. - Tiene que ser comprensivo, recuerde que yo jamás he hecho algo como eso. - Asintió enérgico y yo sonreí. - Voy a decirle algo.

- ¿Qué cosa? - Aún mantenía oculta esa sonrisa que yo quería ver tanto, seguía preocupado. 

- No me había sentido de la forma en la que me sentí nunca en la vida, me sentía plena en el momento en que todo pasó, y fue así porque yo estaba con usted. - La tensión abandonó su cuerpo y por fin me mostró esa preciosa sonrisa que ya añoraba. - Usted me hace muy feliz. - Solté sin pensar.

- Hayden. - Boquiabierto y dudoso, se aproximó a mi.

- Lo amo. - Confesé y me dio la sonrisa más brillante y más bonita que le había visto lucir nunca.

Se agachó y tomándome efusivamente por las mejillas, me llenó de besos el rostro y los labios, al tiempo que yo no dejaba de reír.

- Su cara está roja. - No podía dejar de sonreír y eso me derritió el corazón. - Yo también la amo, la amo tanto, muchísimo, es lo único que me mantiene aún en la ciudad. - No creo que haya tenido planeado decir eso, hasta que las palabras ya estaban fuera de su boca y flotaban en el aire a nuestro alrededor. Intentó disimular y se aclaró la garganta.

- ¿Qué acaba de decir? 

Señorita Inocencia [Andy Biersack y tu] (EDITANDO).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora