—Hola, Kakyoin— escuché una voz que mencionaba mi nombre, joder. ¿Acaso no puedo tener un momento a solas? levanté la mirada y divisé a Dio aproximándose a mi, justo lo que me faltaba.

—Hola Dio...— respondí desganado. Sabía que tenía asuntos pendientes que hablar con él y disculparme por lo de anoche, pero sinceramente no tengo ánimos de nada.

—¿Te encuentras bien? estás pálido— dijo mirándome con cara de preocupación, la misma cara con la que me miraba el resto. Ahora sabía la razón, estaba más blanco de lo usual... solo me quedaba atribuirlo a la falta de sueño.

—Dio... la verdad no quiero hablar ahora, ¿si?— no quería contarle el por qué estaba así, al menos no todavía.

—Oh, claro, lo siento- dijo al tiempo que se sentaba a mi lado— solo quería disculparme por lo de anoche, no fue mi intención causarte problemas con Jotaro

—Soy yo el que tiene que disculparse contigo por su actitud, Dio— suspiré profundamente, me parecía muy noble por parte de Dio disculparse por algo que no tenía culpa —no tendría por qué haberse comportado así.

—Si lo hizo es porque estaba celoso, Kakyoin. Ayer término por quedarme claro que tu le gustas. Y por tu actitud, se nota que a ti también...

—Eso era antes...— bajé la mirada rápidamente, comencé a sentir muchas ganas de llorar —ayer me dejó muy claro que no somos nada, que nunca lo hemos sido...— al recordar las duras palabras de Jotaro una lágrima cayó por una de mis mejillas. Detestaba que otras personas me vieran llorar, pero me dolía mucho el corazón en ese momento.

—Kakyoin...— Dio que hasta ese momento había estado sentado a mi lado marcando distancia, se acercó a mi para abrazarme.

Al sentir ese abrazo no pude contenerme más y me largué a llorar como nunca lo había hecho. Necesitaba desahogarme, sacar todo ese dolor que sentía...

—Está bien, tranquilo...— decía amablemente Dio, al tiempo que movía uno de sus brazos de arriba abajo por mi espalda, en señal de consuelo. —ya, todo va a pasar...

{Punto de vista de Jotaro}

Esperé a que Kakyoin se marchara a su casa desde la plaza para finalmente moverme de mi lugar. La discusión que tuvimos fue demasiado intensa, tanto que cuando volví al auto con Polnareff no dije nada durante el camino a mi casa.

Desperté a la mañana siguiente con una sensación de molestia en el pecho, como si estuviera muy angustiado. Y claro, no era de extrañar considerando lo imbécil que me había comportado ayer.

Analicé fríamente la situación y Kakyoin tenía razón: me comporté como un cobarde, y veía muy difícil conseguir su perdón. Lo había seguido hasta el cine y prácticamente lo acusé de ser peor que una escoria, ¿como no iba a estar molesto?

Y claro, el remate fue decirle que no éramos nada... porque... mierda, si lo éramos. Nunca de manera formal, pero teníamos algo más que una amistad... e independiente de que fuera eso o la nada misma, estoy enamorado de él. Simplemente no puedo creer lo tonto e indolente que fui ayer con él... solo espero conseguir su perdón en algún momento.

(...)

Al entrar en la universidad al día siguiente pude notar que a la distancia había alguien que me era conocido: Kakyoin. Se veía cansado, estaba pálido... realmente me asustó verlo así.
Mi primer impulso fue seguirlo para solucionar las cosas, y pedirle perdón por lo que había hecho, sin embargo antes de ir lo medité un rato. ¿Qué pasa si no quería verme? sería lo mas lógico, pero también sabía que si quería que me perdonara, no debía tardar mucho más tiempo en hacerlo.
Emprendí el rumbo hacia aquel lugar algo apartado de la universidad cuando divisé otra figura conocida: el imbécil de Dio.

¿Qué rayos tiene que hacer ese tipo con Kakyoin? ¿no le basta andar coqueteándole deliberadamente que ahora los sigue a todos lados?

Tranquilo, tranquilo, no te precipites.

No vayas a perder la cabeza como anoche

Seguramente hablarán de lo ocurrido anoche, no tengo por qué alterarme.

Sigilosamente seguí a Dio para ver qué demonios haría con Kakyoin. Me oculté tras unos árboles cercanos, no quería que me encontraran ahí espiándolos como sucedió ayer.

Estaba muy concentrado en su conversación hasta que mi celular comenzó a sonar. Afortunadamente estaba en modo vibrador, pero el pánico de ser descubierto solo me hizo cortar la llamada de manera instintiva y guardarlo nuevamente en mi bolsillo.

Cuando levanté la mirada para seguir escuchando la conversación, perdí completamente la cabeza.

¿¡POR QUÉ ESE TIPO ESTÁ ABRAZANDO ASÍ A KAKYOIN?!

Ya no aguantaba esta situación un minuto más, y obviando el hecho de que estaba espiándolos, caminé hacia él para darle finalmente su merecido.

{Narrador}

—¡DIO!— gritó fuertemente el mayor a medida que se acercaba a los menores, a lo cual ambos reaccionaron sobresaltados. No se esperaban la repentina visita de Jotaro.

El rubio se levantó apresurado de la posición en la que estaba y observó con terror a Jotaro que cada vez se aproximaba más a él.

—N-no es lo que tu piensas.... de verdad...— estaba totalmente asustado, sobre todo porque de un momento a otro vio un ente azul salir del cuerpo de Jotaro y de un momento a otro comenzó a golpearlo, utilizando para ello su stand que lanzaba su típico grito de "Ora" repetidas veces.

Kakyoin estaba atónito, no creía lo que estaban presenciando sus ojos. Le gritó a Jotaro que se detuviera, que dejara a Dio en paz, pero este no lo hizo. Estaba tan ofuscado que solo pensaba en destruir a Dio por causarle tantos problemas con su amado pelirrojo.

Dio, que ya se encontraba bastante golpeado para ese entonces, decidió defenderse. Hizo visible una criatura amarilla, pues al igual que los otros dos chicos, también poseía un stand, y de un momento a otro detuvo el tiempo.

Se alejó lo más posible del 'campo de batalla' en tanto nadie podía alcanzarle. Cuando volvió el tiempo en sí, Jotaro y Kakyoin estaban desconcertados, no sabían que demonios había pasado ni por qué Dio había desaparecido.

—¿¡DONDE ESTÁ ESE IMBÉCIL!? ¡LO VOY A MATAR!— gritaba una y otra vez Jotaro, estaba fuera de si, a lo cual Kakyoin solo podía responder con una mirada de horror.

—¿QUÉ MIERDA TE PASA, JOTARO?— ahora si que no entendía nada, de verdad. Nada más ayer el mayor le había dicho que no eran nada y ahora golpeaba de esa manera a Dio.

Observó al ojiazul bastante enervado y con la respiración agitada, buscando desesperadamente a Dio. Al no encontrarlo al cabo de unos minutos se tranquilizó y observó a Kakyoin que seguía mirándolo con mucho temor y desconcierto.

—Te desconozco... Jotaro.

Dicho eso último, el menor se fue rápidamente de la universidad de vuelta a su casa. No estudiaría con Jotaro ahí cerca, menos hizo caso a los gritos desesperados del mayor para que se detuviera y volviera a él.

Jotaro se sentía de maravilla: sus planes para disculparse con Kakyoin habían sido un completo fracaso.

Now I know what love is (JJBA)Opowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz