Epilogo

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Mis dedos con delicadeza acarician su cabello fino castaño, haciéndole una coleta para así terminar con este nuevo día. Nunca me imaginé estar en estas circunstancias pero tampoco nunca me imaginé ser un feliz y domesticado esposo; sí domesticado, no estoy bromeando. Niego divertido, lanzando una mirada recelosa a aquel muñeco de peluche que es sujetado por su mano. Ella al igual que todas las noches guarda silencio, mirando con sus pequeños ojos las estrellas.

—Brillan mucho. —habla sorprendida, una dulce voz que me hace sonreír justo cuando termino con mi tarea. Dos trenzas formadas de su largo cabello; su mamá me matara pues no le gusta que le peine así pero vale la pena correr el riesgo.

Mis brazos rodean su pequeña cintura, apretándola a mi cuerpo. Una carcajada se le escapa con el tacto de mi barba, me siento vivo. Cada día en vez de "envejecer" diría que rejuvenezco al lado de mi familia, extraña palabra para alguien que le cerró las puertas a todo lo que conlleva la felicidad pero ahora simplemente me resulta difícil la idea de vivir sin ellos, es como si me dijeran que debo vivir sin agua, es imposible.

—No tan brillantes como tú. —le doy un beso en su frente, ella deja que mis labios toquen esa parte delicada aunque todo su cuerpo lo es. Mi sonrisa no puede ser más amplia cuando sus manos rodean mi cuello y de reojo miro a su hermano que se ha quedado dormido en su cama, les encanta compartir todo desde que nacieron. Hasta el mismo vientre.

Cuando me enteré que eran mellizos, cuando supe que siempre esta pequeña no se dejaba ver en las ecografías. Cuando supe que tendrías dos hijos la sorpresa fue bastante, al igual que el pánico pues si no sabía si podría cuidar a uno como hacerlo con dos... Pero claro esas dudas desaparecieron cuando los tuve en mis brazos, cuando me miraron con aquellos ojos tan grises como los míos, cuando sus manos me tocaron y aunque parezca increíble me sonrieron, cuando al fin logre entender que eran una pequeña parte de mí... En esa oportunidad supe que daría la vida por ellos, me prometí que lo haría y hasta hoy sigo manteniendo mi promesa.

—No tan brillante como tú. —sin que ella se dé cuenta aparto el feo peluche, aquel que se lo regalo un niño el día de ayer, es una locura pero creo que uno de estos días lo desapareceré, al peluche claro; al niño de momento lo mantendré en observación. —Nadie tan brillante como tú pequeña Phoebe. —

Se queda en silencio, yo hago lo mismo sintiendo el latir de mi corazón al igual que su cansado aliento, pronto se quedará dormida. —En las clases de hoy estábamos hablando de los papás de los papás. ¿Yo tengo abuelos? —

Frunzo un poco el ceño, sabiendo perfectamente a quienes se considerarían sus abuelos, mis padres adoptivos de los que nunca les he hablado. A los que por mi bien he dejado de guardarles rencor porque... ¿Cómo poder amar a mi familia guardándole rencor a ellos?, es imposible. No les guardo rencor pero eso no quiere decir que quiera que comparta domingos con nosotros, no quiero más gente hipócrita en mi vida, suficiente tengo con algunos trabajadores que me sonríen al decirles que se deben quedar una hora más trabajando.

Mis Pervertidos II (Grey)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora