Me lancé contra la gran cama llena de almohadas rosas de Valentina y luego solté un enorme suspiro.

Les había pedido permiso a mis papás para atender una pijamada en casa de mi mejor amiga antes de que se acabara el año, pero la verdadera situación era que mis amigos me habían logrado convencer para salir de antro a pesar de la nueva ola de violencia que azotaba al estado.

Había logrado mentalizarme que la mentira blanca fue necesaria porque de otra forma mi padre se hubiese negado ante la idea de "Exponerme innecesariamente" a situaciones de peligro.

Porque en pleno siglo XXI era inseguro el hecho de querer salir de antro con tus amigas; los secuestros inundaban los alrededores, las balaceras sonaban como cohetes por doquier, cualquiera se sentía más para poder amenazarte en esa clase de lugares.

Aunque bueno también a plena luz del día se desataba el problema de inseguridad en cualquier lado, pero no podía argumentarle eso a mi padre, porque claro está que como militar que había sido en el pasado mi pobre razonamiento no le iba a hacer efecto.

Ademas papá era la perfecta persona que sabía meterle miedo a mi mamá para que ella también se pusiera de su lado.

Pero en serio que no quería ser la única aguafiestas siempre, yo también quería salir a divertirme con mis amigos.

Crear memorias y sobre todo poder tener un respiro de la universidad.

Involuntariamente bostece mientras me planchaba mi cabello negro ya que lo tenía hecho un caos en estos momentos

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Involuntariamente bostece mientras me planchaba mi cabello negro ya que lo tenía hecho un caos en estos momentos.

Valentina discutía con Julieta lanzando montones de prendas sobre la cama en la cual me habían despertado con gritos horas atrás.

Mire mi cuerpo ya vestido y casi listo para salir esta noche.

Mi piel clara hacia contraste con el vestido mini dorado de manga larga y espalda descubierta que había escogido con mis tacones sin plataforma negros. No era precisamente la persona más alta del cuarto y tampoco la que tenía las mejores curvas.

Me había acostumbrado a ser llamada "Palo" "Fideo" "Espagueti" casi toda mi vida escolar. Al contrario de las peligrosas caderas de Julieta, mi amiga morena de un metro con setenta centímetros o los enormes pechos de Valentina con su largo cabello tan rojo como misterioso; yo no era claramente una persona de ese calibre.

Mi cabello ondulado e incontrolable con la humedad me llegaba debajo de los hombros, mi cara cuadrada me hacía parecer más seria de lo que me gustaría, mis labios no eran tan voluminosos y mis pestañas no eran exageradamente largas como las suyas, media un metro con cincuenta y cinco centímetros. Incluso mis ojos eran cafés como el 80% de la población mundial.

Indra Díaz Álvarez era una chica más de esta generación.

Las camionetas por supuesto con choferes fueron patrocinadas por el mismo Pablo.

Estoy segura de que no estoy pagando mis impuestos para esto, pero no dije nada mientras mis amigas se tomaban fotos en el frente de la casa con sus exuberantes vestidos llenos de brillantina que se les veían preciosos. Incluso yo me deje tomar fotos con mi dúo favorito.

La multitud de quince personas conocidas como "El squad de pedas" de Valentina estaban repartidas en tres camionetas; yo me llevaba bien con menos de la mitad de ellos.

Y aunque casi no salía de antro porque no sabía tomar, odiaba las multitudes, los mala copa y siempre era yo la que terminaba agarrando el cabello de mis amigas para que vomitaran durante la madrugada.

La verdad era que quería sentirme una más de ellos en este momento.

Yo había sido la única de mis amigos que había decidido aplicar para una universidad pública. Y aunque sé que fue una buena decisión, las hartas clases y las tareas redundantes lograban estresarme de una manera que nadie más podría.

También la universidad me quitaba más tiempo del que quisiera en mí de por si casi nula vida social.

Quería un respiro.

Sobre todo, ahora que también iniciaría mi servicio social y prácticas profesionales en el gobierno del estado gracias a papá y mi padrino.

—¡Quien está listo para perrear hasta el suelo! —Gerry grito a lado mío dentro de la suburban.

Valentina y Julieta chillaron emocionadas mientras grababan historias para sus Instagram y yo ahora si acepte la cerveza que mi rubio amigo el cual conocía desde el Kínder me tendió.

Juan a mi izquierda estaba bastante entretenido en la videollamada que tenía con Pablo acerca de nuestra mesa V.I.P en el legendario antro "Galantia".

Las fiestas de fin de año eran absurdamente caras en un antro. Una entrada podía llegar a costar dos mil pesos y una botella de las más baratas arriba de diez mil.

Valentina imito los ademanes de Pablo desde su asiento para hacer molestar a Juan ya que este era mejor amigo del primero.

Pero bueno no era nuestra culpa que el señor Pablo no supiese controlar a la maniática y loca de su novia que odiaba a todas las amigas que había tenido. Por supuesto yo encabezaba la lista de Matilda.

Valentina de por si aborrecía a Matilda por atreverse a intentar desestabilizar su preciado equipo de porristas entre chismes y metidas de pata en el último año de preparatoria.

Si yo fuera Matilda tendría una pizca de cordura y madurez para evitar hacer esos dramas. Ojalá en algún momento Pablo se dé cuenta de cómo es esa niña realmente y recapacite mandándola a volar.

La pequeña caravana de camionetas avanzo por la carretera entrada las diez de la noche, textee a mis papás para desearles las buenas noches "Porque ya me iba a dormir"; una pizca de remordimiento calo en mi consciencia, solté el aire retenido.

Ya estaba aquí así que...

Prisioneros del poder ➀ #RomanceWhere stories live. Discover now