—Pues no me moveré está vez hasta que me escuches. —gruño, sintiendo como la molestia sube por mi cuerpo, me invade lentamente recordando cómo es que hasta el momento no me ha dejado hablar, más bien me sorprende que aún no haya llamado a los de seguridad para que me saquen a patadas. —Ya estoy cansado de que me mandes a la mierda... —

—Ya era hora. —me corta, no mejorando para nada mi estado de ánimo. Como si no estuviera, sin posar sus ojos en mí saca una caja de jugo de su refrigerador, se lo sirve llenando por completo un vaso de cristal que ha de ser amigo del que yace en el suelo. —Me estaba preocupando tu baja autoestima. —

—... Sin escucharme. —termino lo que iba a decir ignorando sus palabras, ella en una actitud algo infantil rueda los ojos causando que se me endurezca más al imaginarme las múltiples escenas que pudiéramos montar acá, escenas donde lo único que necesitaremos son nuestros cuerpos, donde en lugar de hablare gemiríamos de placer. Pero no, ahora esos pensamientos no deben ser admitidos. —Así que está vez soy yo el que hablaré. —

Sus fríos ojos azules se vuelven a posar en mí cuando doy un paso, me quedo estático como si estos tuvieran el poder de congelarme pero es por la sorpresa, me sigue sorprendiendo ver su azulada mirada tan apagada, tan poca de vida, sus ojos están tal como los conocí la primera vez.

Dicen que las personas ocultan sus sentimientos por un instinto de supervivencia cuando alguien la traiciona —yo— mienten sobre lo que sienten, dicen palabras de las que no son conscientes para alejar a la otra persona —nuevamente yo— y así no sufrir más daño por esa persona —y yo otra vez—

Eso es lo que ella ha hecho, ha ocultado todos sus sentimientos bajo esa fría mirada de una mujer que prácticamente no le importa nada y el culpable es el mismo que la hizo creer en el amor... Ósea yo.

Sus ojos no se despegan de mí, su mano se mantiene sujetándose al vaso de jugo que es balanceado por un leve temblor que se forma en su cuerpo. Pongo la cara de niño bueno, lo máximo que me permite este misterio que me rodea, este misterio que atrae a las mujeres pero está vez solo quiero que la atraiga a ella. Libera un suspiro de sus tentadores labios.

—¿Quieres tomar un vaso de jugo mientras esperamos la comida? He ordenado pasta, lo podemos compartir. —me quedo tonto ante sus palabras, estático sin comprender si este es un jodido sueño o es la realidad. Frunce el ceño esperando que diga algo pero mi voz está seca, mi cuerpo no puede hacer ningún movimiento otra vez por la impresión. —He de reconocer que tu insistencia me resulta algo adorable. —y con sus palabras hace que una ligera sonrisa en mis labios aparezca al igual que unos hoyuelos, ella niega lentamente. —Christian, ¿Quieres una tarjeta de invitación? —

Sacudo mi cabeza, dando un paso al frente con cuidado de que de algún lugar salgan de repente unos matones que habrá conseguido para que me lancen de este piso, sería una muerte irónica para mí. Empresario muere de un edificio muy parecido a la empresa que tenía, ya me imagino el titular y las personas que se alegraran por eso, principalmente mi competencia.

Deja de ser tan paranoico. Me reclama desde mi interior y decido hacer caso.

—¿Eres bipolar, Anastasia? —pregunto con algo de diversión agradeciendo el viento que ingresa volviendo menos tenso el ambiente. Es la primera vez luego de días que estoy tan ceca de ella sin que esta preciosa mujer este molesta, hoy parece algo relajada. Tomo asiento delante, teniendo una maldita encimera negra que nos separa. —Porque creo que conmigo en nuestra relación es suficiente. —

—Me he dado cuenta que estoy actuando de una forma algo inmadura. —aleluya, agradezco con una sonrisa el vaso de jugo de naranja que me extiende, ella coge otro para servirse sin despegar su mirada de mí. —Y soy mujer, a diferencia de ustedes los hombres, debo pensar claramente antes de tomar una decisión. —bien me merecía esto, creo que esas palabras son más duras que cualquier otra que me haya dicho. No, me equivoco, cuando dijo que era solo su hijo esa vez sentí que todo mi mundo se destruía así que esas fueron las más duras. —No, creo que soy demasiado injusta al meter a todos los hombres en el mismo saco. Solo tú eres el que haces idioteces sin antes consultarme. —estoy a punto de hablar pero me callo cuando levanta un dedo, llevándoselo a su labio para que guarde silencio. —Ahora no disfrutemos tranquilos de este jugo. —

Mis Pervertidos II (Grey)Where stories live. Discover now