capitulo 42

4.7K 187 6
                                    

Me miré en el espejo de mi habitación, oliendo el aroma a Chanel no. 5 de mi madre en el ambiente, sonriendo al saber que ella había estado allí mucho tiempo después del accidente. 

Parte de mi labio inferior estaba hinchado debido al impacto del automóvil, acompañado de varios moratones y rajas en mi rostro para completar el look de Frankenstein improvisado. A pesar de que había puesto todo mi esfuerzo en recuperarme al aplicarme todas las pomadas, comer la horrible sopa que servían en el hospital y darme un baño largo y tendido, seguía luciendo como un monstruo. Suspiré.

Miré a mi alrededor. Era hora de irme y enfrentar el mundo fuera de estas cuatro paredes. Cerré los ojos y acaricié el avioncito de papel plateado que colgaba precariamente de mi cuello. Tragué saliva. Yo sabía que no estaba lista para hacer esto. No estaba lista para, posiblemente, dejar ir a alguien hoy. Los médicos habían dicho que habían podido desconectar la máquina, que ya estaba consciente y que estaba en una condición óptima en comparación a hacía dos semanas, pero aún así. No estaba preparada para verlo de cerca yaciendo sobre una camilla, respirando entrecortadamente, con cortaduras y moratones en sus brazos, en su rostro de ángel… Pero aún así, había querido verlo.

Lo habían trasladado a una habitación individual de paredes pintadas del azul pálido que decoraba tristemente la mía. Gemma y Anne estaban con él y se turnaban para pasar allí la noche, ir a casa a ducharse o comer lo poco que comían. No había podido verlas desde entonces. 

Mis piernas funcionaban bastante bien en comparación al comienzo. Por suerte, no me había roto nada más que la cabeza, así que tenía que llevar una molesta y apretada venda en mi cabeza como si fuera una hippie. Pero podía caminar. Amy decía que me parecía a Taylor Swift, pero yo no le creía una palabra.

Dando una respiración profunda, abrí la puerta del dormitorio número 267, sintiendo que las piernas me temblaban. Era Gemma la que se hallaba junto a Harry, frotándose las manos en su jean azul oscuro y mirándolo como si estuviera a punto de despertar en cualquier momento. Cerré la puerta suavemente para no despertarlo, aunque sabía que hacer eso tomaría mucho esfuerzo de su parte. Y, por lo que sabía, aunque despertara, no podría mantener sus ojos abiertos por más de tres segundos debido a los antibióticos y la falta de alimentos sólidos. Yo, al menos, había podido comer un par de donas esta mañana.
Ella giró su vista hacia mí y sonrió tristemente. Me acerqué a ella, sintiendo que mi respiración se apagaba conforme me acercaba al cuerpo más delgado y golpeado de Harry. Sin embargo, tragué saliva, guardando las lágrimas para cuando estuviéramos él y yo a solas. 

-Hola, Gemma –dije suavemente. Ella volvió a sonreír, y volvió su mirada hacia Harry. Me agaché con esfuerzo, ignorando el dolor que se disparó por mis piernas, y coloqué una mano en su hombro.
-¿Cómo te sientes? –preguntó en un hilo de voz. Me reí bajito.
-Dije que iba a patearle el trasero al próximo que me lo preguntara –le dije. –Contigo haré una excepción.

Soltó una risita lúgubre, y bajó la mirada hasta sus manos.

-¿Cómo está? –pregunté, esperando recibir noticias nuevas –y buenas-.
-Está yendo bien –respondió suavemente. –Recuperándose, supongo –se encogió de hombros. 
-Estará bien –musité, y ella me miró, derramando una lágrima. Asintió.
-Lo sé –suspiró, y se levantó de la silla de plástico blanca. Me dio una mano para levantarme, y se aproximó a la puerta, cabizbaja. Me mordí el labio. Imaginaba lo horrible que sería ver a tu hermano así. Débil. Golpeado. Lastimado.
-Gemma –la llamé. Ella se volteó, frotándose las manos en los muslos una vez más. Sonrió.
-Puede oírte –sonrió. Asentí.
-Lo sé –sonreí también. Ladeé la cabeza.
-¿Crees en los milagros? –le pregunté. Ella caviló, y achicó sus ojos.
-Hoy no –respondió. Seguidamente, abrió la puerta, y se fue.

Me senté en la silla, vacilando, y repitiendo la acción de Gemma de frotarme las manos en el pantalón. Cuando lo hice, me di cuenta de lo heladas que estaban mis manos. Sin embargo, no lo consideraba una sorpresa. 

Observé su rostro, tragando saliva. Lo menos que quería era trasmitirle mi tristeza e irrumpir en su recuperación. Yo podría estar muriéndome, pero él no. No él. Suspiré, y me las tragué, tocando su mano. Sentí un poderoso impulso eléctrico que llenó mis huesos de una increíble felicidad. Alcé mi mano, y la acerqué hacia su rostro, procurando tener cuidado al acariciar su frente, su nariz, sus párpados cerrados, sus pómulos, sus mejillas suaves y deliciosas, sus labios rosados –ahora paliduchos- en forma de corazón. Suspiré, descansando mi mano en la suya. 

Me levanté de la silla, y encaramé una de mis piernas encima de la camilla. Me acomodé junto a él, recostando mi cabeza junto a la suya. Olía exactamente igual que siempre, sorprendentemente. Su respiración era acompasada y tranquila, al igual que los latidos de su corazón, los cuales eran cuidadosamente medidos por una máquina que emitía un chillido bastante molesto rítmicamente. 
Respiré su aroma sin disimular.

-Yo sé que puedes oírme –murmuré. Fui tan tonta, que esperé una respuesta salir de sus labios. Pero éstos se mantuvieron sellados. Sonreí, sintiendo que las lágrimas se deslizaban solas por mis mejillas ardientes. Acaricié su rostro con los dedos, gimoteando. –Sonará tonto, pero… -me reí, y sorbí las lágrimas. –Pero creo que al fin maduré. Quiero decir, después de… de todo esto que nos pasó… Dejé de soñar y afronté la realidad, como tú lo haces. Me gusta ser inmadura, pero me di cuenta de lo mucho que duele cuando lo pierdes todo y tú aún sigues creyendo que todo va a mejorar algún día. 
-¿Y sabes qué más sé? Que estoy más enamorada de ti que nunca, y que quiero casarme contigo y pasar el resto de mi vida contigo. Por eso estuve muy asustada de que te fueras y me dejaras sola. Porque nadie nunca, nunca, ocuparía tu lugar. Ya sé que nunca te lo digo, pero todavía, cuando te veo, siento mariposas en el estómago, mis ojos giran de un lado a otro. Todavía me siento nerviosa cuando me dices esas cosas al oído, sigo sonrojándome como la primera vez cuando insistes en lo linda que me veo –hice una pausa, cavilando y llorando a gusto. -¿Así es como se siente, Harry? Quiero decir… el amor. ¿Así se siente? Suena muy ridículo, solía pensar eso, ¿sabes? Todos buscamos enamorarnos como adultos, pero siempre terminamos llorando como niños. Y tú siempre me dices que soy joven y que debo dejarme a mí misma guiarme.
-No he sido la mejor persona del mundo. Y de la peor manera aprendí que soy melodramática, infantil, gruñona, llorona… -gimoteé –Pero todo es mí es muy dramático, no tienes por qué hacerme caso, ¿entiendes eso? ¿Sabes que yo hago todo eso porque te quiero mucho? Quiero que lo sepas. Que sepas que te quiero, es lo único que pido. Y quiero que estés siempre conmigo, protegiéndome. Quiero que me prometas que en otra vida haremos todo lo que en ésta nos faltó hacer juntos. 
-Porque todo es una mierda. Tengo un don especial para joderlo todo. Mi familia, lo jodí. Mi madre, lo jodí. Mi padre, lo jodí. Alison, lo jodí. Danny, lo jodí. Nathan, lo jodí. Tú… la he vuelto a joder. Y te necesito conmigo para que me ayudes a dejar de joderlo. Y, y no importa cuánto tardes, mientras prometas regresar, todo está bien por mí, ¿vale? –sonreí, acariciando su mejilla.
-Me concentro en las cosas buenas, ya me olvidé de todas las malas, y aprendí que la tristeza me hace mejor ser humano –sonreí una vez más -. Por ti aprendí lo que es amar y lo que es crecer, y espero poder hacerlo siempre.

-Ven. Vuelve. Te quiero –susurré, antes de cerrar los ojos y, entre lágrimas, quedarme dormida.

Lost- segunda temporada-Where stories live. Discover now