- No quiero que me vuelvas a llamar así nunca más en tu vida, Hayden. ¿Me oíste? Perdiste ese derecho cuando decidiste sacarme de tu vida.

- Yo no he hecho nada. - Se me quebró la voz, él se acercó hasta quedar a escasos centímetros de mi.

- Eres muy lista, Hayden. Espero que entiendas que voy en serio cuando te digo que no te quiero cerca de mi nunca más. - Dijo entre dientes.

Nunca antes lo había visto con ese temperamento, tenía la respiración agitada, me miraba directamente a los ojos, por eso es que se dio cuenta cuando derramé una lágrima. Por fin me soltó, me dio una última mirada, una que lo hizo parecerse más a la persona a la que conocí por tantos años, y menos a la que acababa de salir a la luz. Hizo una mueca y se marchó.

Escuché un ruido de fondo, algo estruendoso que me devolvió al mundo real, era la campana del receso. La paz y el silencio de los pasillos se vieron interrumpidos por las filas de alumnos saliendo de sus salones.

Cinco minutos después me vi en el baño de chicas, lavando mi rostro de todas las lágrimas que había derramado. Robert nunca me había tratado así, no estaba lista para algo como esto, no estaba lista para sentir su desprecio y que me mirara como lo hacía.

- Tranquila, respira. - Susurré para mí misma.

Caminé lentamente hasta el salón, no quiero ver a nadie ahora.

Lo bueno es que ahora mismo todos están fuera, entré al salón y gracias al cielo estaba completamente vacío, mejor para mi. Me senté en mi lugar y noté que las cosas de Robert ya no estaban, supongo que ya se fue a casa.

Me sentí ansiosa, con ganas de tirarme al suelo y hacer un gran escándalo, de llorar y no parar nunca, con ganas enormes de gritar, más bien, gritarle a él.

Yo no me merezco esto que está haciendo, no le veo motivos a su pequeño capricho. Durante años él me ha obligado a ir a fiestas, a fingir ser su novia, a salirme de casa sin permiso, incluso he tenido que ayudarlo cuando se ponía ebrio y no podía ni con su vida, y yo tuve que aguantar, aguantarlo todo, no le grité en todos estos años todo lo que creía acerca de sus juegos, porque creí que él era bueno al orillarme a arriesgarme de vez en cuando, pero...

La puerta se abrió, de repente. Era el Sr. Biersack.

- Hayd... - Me miró y el semblante le cambió de inmediato. - Pero ¿Qué le ha pasado? - Cerró la puerta detrás de él, caminó hasta estar cerca, tomó mis manos, arrodillándose en frente de mi.

- Creo que ya no soy más una buena persona. - Tal vez el del problema no era él, si no yo. Me encogí de hombros. - Él ya no va a volver hablarme. - Agaché la mirada.

El que me haya abrazado al instante que vio que derrame una lágrima se sintió reconfortante. Su aroma, su calor, todo él me hizo sentir protegida, no quise salir del ambiente en el que nos encontrábamos y es que, se sentía tan bien la paz que me brindaba au abrazo en medio de tanto caos.

Apoyé la mejilla en su hombro y cerré los ojos, dejando que el olor de su perfume mezclado con el casi imperceptible olor del tabaco me relajara, más de lo que estoy dispuesta a admitir.

Abrí los ojos, ahí estaba yo, cómo la buena mejor amiga que soy, pensando en todo, menos en quien debía hacerlo ahora.

- Por nada del mundo usted debe sentirse mal por no corresponder sentimientos ajenos. - Me acarició la mejilla. - Él debe de estar muy confundido ahora, ya verá que pronto se dará cuenta de que está equivocado.

- Estoy completamente segura de que no lo hará, lo conozco. - Pasó sus pulgares por debajo de mis ojos, limpiando mis lágrimas. - ¿Qué voy a hacer si lo pierdo? - Mi voz se quebró y se formó un nudo en mi garganta, uno que se parecía al que se formó el día en que mi padre nos abandonó.

Él se limitaba a mirarme, me imagino que tratando de procesar la información.

- Poco a poco, uno a uno, todos se van. - Lo miré. - Con mi suerte usted también se marchará pronto. - Sus ojos se abrieron a tope.

- Eso ni lo piense, yo estoy aquí y estaré por siempre con usted. - Me tomó por mis mejillas, haciendo que lo mirara. - ¿Si? ¿Entendido?

- No. - Negué con la cabeza. - Ahí afuera deben haber muchísimas personas dignas de conocer, me gustaría que no las encuentre. - Me mordí el labio. - Porque yo lo necesito mucho más en este momento. - Mi voz se quebró y empecé a llorar de nuevo, me llevé ambas manos al rostro para cubrirlo.

Andrew volvió a abrazarme de la misma forma que antes. Su calor me llenaba el alma, me cubría completa, me llevaba a una zona de mi que yo misma no conocía.

- Yo siempre estaré aquí. - Me tomó por la barbilla con sus dedos y me miró directamente a los ojos. - Si los demás se fueron es su jodido problema, no el suyo. - Dijo entre dientes. Me sorprendió el lenguaje que se atrevió a utilizar, pero no me importó, estaba perdida en lo mucho que su toque me tranquilizaba, entonces noté que sus ojos estaban cristalinos y él se percató de eso.

Volteó su rostro sin soltarme y limpió sus lágrimas en la tela de la fina camisa blanca que cubría su hombro, para volver a mirarme.

- Y no, no me verá llorar, no porque yo sea un insensible o algo por el estilo, es porque ahora sé que necesito ser fuerte, necesito ser fuerte por los dos. - Volvió a limpiar mis lágrimas con sus pulgares y me besó.

Sentí el frío tacto de sus labios, lo húmedos que estaban ya que había pasado su lengua sobre ellos antes de llegar a mi boca, él... No estoy segura de si esto es bueno o no. Subí mis manos hasta su nuca y el beso continuó.

Pero todo lo que siento por él me hace creer que si.

Señorita Inocencia [Andy Biersack y tu] (EDITANDO).Where stories live. Discover now