Guerra y Paz (parte 2)

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Bella se sentó al abrigo de un aveto, habiendo en ese lugar menos nieve. Tenía la mirada perdida, pensando en ese momento en las palabras que Hedda le había dicho y en como su propia memoria empezaba a reordenarse. Taciturna elevó la vista, comprobando como aquel grupo de naciones estaban al pendiente de todo lo que sucediera, pues eran conscientes que los civiles volverían a la carga.

Recorrió el claro con sus ojos, parándose sobre aquel trío tan especial, al cual se les habían unido unos preocupados Suecia y Dinamarca, el cual sostenía el rostro de Noruega con semblante triste. Pero cada vez que quería verlos como antes, las imagenes de su dañada memoria golpeaban con fuerza, una y otra vez. Desorientada, se encogió contra el tronco, cerrando sus ojos azules, llevando ambas manos a su cabeza. No quería escucharla, no quería hacerle caso, sabía que era un estratagema... Pero...

Recordo que ella estuvo por siglos en letargo, que no pudo alcanzar la madurez porque...

-Ellos peleaban para conseguir más, mucho más.-finalizó con tristeza.-Ninguno escuchaba... Ninguno de ellos me oía...-

¿Le valía la pena tanto esfuerzo y sacrificio para aquellos quienes la habían obligado a permanecer en el olvido, encerrada y adormecida, sin evolucionar, dejándola sin recuerdos ni voz? Una lágrima furtiva rodó por su mejilla, dándose cuenta de las dudas que había implantado en su alma, sabiendo que se las había ocultado a Rumania.

Oyó como unos pesados pasos se detenían ante ella, pero no se movió en absoluto, hasta que aquella persona depositó una mano en su cabeza, haciendo que la alzará, encontrándose con la mirada dulce de Alemania, quien se encontraba con una rodilla hincada en la nieve, justo delante de ella.

-Bienvenido de nuevo...-susurró ella.-

-Danke.-contestó, pero en su rostro se dibujó la sorpresa al mirarla, posando su mano en su mejilla, limpiando sus lágrimas.-¿Por qué lloras?-

-Porque sé que debo hacer para detener a Hedda, pero también es ella la que me ha abierto los ojos... Ella ha logrado que se desatarán mis recuerdos...-contestó con tristeza.-En su momento las naciones prefirieron a mi hermana antes que a mi... Ella les da poder y gloria...-

-Cosas que desaparecen con el tiempo y que quedan disueltas en nada.-mencionó el germano con tranquilidad.-Todas esas batallas sirvieron para llegar donde estamos hoy... Y, sobre todo, no nos culpes a nosotros... Siempre son los humanos los que deciden y, las naciones, sólo acatamos órdenes... Bueno...-masculló poniendo los ojos en blanco, pasando a lanzar un suspiro.- A excepción de Preußen: él logró convencer a todo gobierno que quiso dominarlo que los germanos debían estar unidos y bajo una misma bandera... Pero él siempre fue distinto, porque propiamente no era una nación... Él utilizó a Hedda como quiso sin mancharse, pues tenía muy claro que quería...-se sonrió el aleman.-Creo que sin habernos visto a ninguno, ya nos esperaba y amaba a ambos.-finalizó Alemania, poniéndose en pie, tendiéndole la mano.-No sé que pretendes, Bella, ni pienso inmiscuirme: es tu camino... Pero creeme cuando, hablando quizás por todos los aquí reunidos, que por primera vez, elegimos nuestros pasos y te hemos elegido a ti, Eiríni...-

-¿Cómo sabes que...?-

-Digamos que hace bastante que sabía de tu existencia... -reveló el germano, rascando su mejilla algo avergonzado, viendo el rostro sorprendido de ella.- Te vi cuando apenas era una nación recien creada, pero para ese entonces tenías voz y tu misma me dijiste tu nombre. He tenido que esperar mucho para verte y oírte de nuevo.-

La muchacha dudó un segundo después de haber oído la declaración del germano, pero finalmente tomó la mano del alemán, quedando uno delante del otro. Ella sonrió, negando con la cabeza.

Las Dos Caras De La MonedaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora