Coma

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Aquella maldita epidemia parecía expandirse: los humanos eran cada vez más agresivos y odiaban con más fuerza, debilitando a las naciones. Sobre todo América empezaba a verse en graves problemas, ya no sólo por el desprecio y odio de su propia población, sino que esos humanos habían arrasado Los Ángeles, Nueva York y Chicago, haciendo que su estado físico empeorase hasta niveles inimaginables, no sabiendo cuanto más podría estar consciente. Pero a pesar de ello, iba a seguir adelante.

Canadá veía con verdadero pánico como la salud de su hermano empeoraba a cada hora que transcurría. Había tratado de ponerse en contacto con Inglaterra, pero este llevaba tres días sin dar señales de vida, cosa que crispaba los nervios a Canadá, sabiendo del cierto que no podía ser bueno.

-Pas de nouvelles, bonnes novelles, mon chère. (La falta de noticias es una buena noticia, querido mío. )-le dijo Francia por teléfono.-A parte, hablamos del cejón... Il est un dur a cuire!(¡Él es un hueso duro de roer!)-

En aquel instante, el pequeño de los norteamericanos iba detrás de su hermano, el cual caminaba cabizbajo, sin energía. Sus ojos azules se veían opacos y una gran oscuridad crecía alrededor de ellos, resaltando en una piel ceruléa, casi transparente. América caminaba encorvado, respirando pesadamente.

-América...-

-Estoy bien...-renegó el nombrado con voz áspera y gastada.-

Canadá paró su paso, irritado. De repente alcanzó a América, colocando una mano en su hombro, obligándolo a girarse.

-Repíteme lo mismo, América...Dime la misma mentira...-gruñó el canadiense, viendo como este desviaba la mirada. Sin pensar, Canadá lo tomó por el rostro, clavando sus ojos lilaceos en los azules de su hermano mayor.-Ten lo que hay que tener y dime la misma mentira otra vez... ¡Pero me la dices a la cara!-

-Ca-Canadá...-tartamudeó, sorprendido por la actitud de su gemelo.-

-¿Cómo puedes decirme que estás bien cuando acabas de vomitar sangre, cuando aparecen nuevas heridas, cuando no puedes dormir?¡Come on, United States of America!-

Los ojos de América se abrieron como platos e iba a contestarle, cuando un dolor insoportable le travesó el pecho y la cabeza, no pudiendo respirar ni pensar. Vio que Canadá lo sostenía mientras movía los labios, pero ningún sonido salía de ellos. Vio como su hermano pequeño lo llamaba, llorando a lágrima viva, descubriendo que ya no podía oír la cálida y tranquila voz de su hermano menor.

"I'm sorry, my little brother.", fue lo último que pensó, cerrándose sus ojos celestes muy poco a poco, viendo emborronarse la imagen de su gemelo pequeño, hasta que finalmente, desapareció, quedando sumido en la más profunda oscuridad.

Canadá abrazó el cuerpo de América, meciéndolo contra su pecho, llamándolo a gritos mientras lloraba con amargura. Miró por un instante el rostro demacrado de América, retirando el cabello dorado de la frente, besándola. Fue entonces cuando se dio cuenta que dos lágrimas rodaban por sus mejillas hundidas.

-Entró en coma.-murmuró una voz conocida para el canadiense, volteando la cabeza.-Será mejor que lo dejemos descansar.-

-¿Qué haces aquí?-

-El pervertido de Francia y el imbecil redomado de España se temían algo así...-informó aquella persona, acuclillándose junto al canadiense, retirándolo con suavidad para poder cargar al estadounidense, alzándose de nuevo, echandóselo al hombro. Con pesar, observó el rostro del siempre vital y molesto América, rodando sus ojos claros de nuevo hacía Canadá.- Me han pedido que venga a ayudarte. Realmente me jode que hayan tenido razón, sobre todo ese maldito español, pero de todas maneras, hubiera venido si tu me lo hubieras pedido, Canadá.-finalizó. -Sabes que nunca podré agradecerte correctamente el que me salvarás en su momento.-añadió Holanda.-
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-¿Dónde diablos estoy?-preguntó América, pestañeando, sintiendo su cuerpo flotar en mitad de la oscuridad. Cuando quiso moverse, se dio cuenta que estaba suspendido en mitad de aquel vacio.-Oh, shit!¿Por qué estás cosas solo pueden pasarle al hero?-rezongaba mientras cruzaba las piernas, como si estuviera sentado.-¿Cómo voy a regresar?-

-De dos maneras...-dijo una voz de mujer, sobresaltando al estadounidense, haciendo que su rostro se pusiera lívido, tensándose, claramente asustado, mientras miraba a su alrededor con nervisismo.-¡Vaya! ¡Parece ser que el autodenominado héroe es en realidad un cobarde!-se burló aquella voz que lo envolvía por completo.-

-Who are you calling him a coward?(¿A quién le estás llamando cobarde?) I'm a hero...-decía con un leve temblor en la voz.-

-Lo que tu digas, querido mío.-se volvió a burlar.-

-¿Y por qué sólo puedo regresar de dos maneras?-preguntó, mirando alrededor.-

De repente, la oscuridad se arremolinó, formándose ante él un cuerpo de mujer de agradables curvas, meciéndose como una sombra que siguiera su esbelto cuerpo un cabello largo y negro como aquella oscuridad que lo rodeaba. Su cuerpo se veía cubierto de rojo, de largos y contorneados miembros. Pero lo que más impactó a América fue el rostro, tan similar al de Bella: los mismos rasgos, la misma nariz respingona, aquellos pómulos altos y bien formados... Pero sus ojos eran hipnóticos, de un brillante dorado con un extraño filo rojo como la mismísima sangre. América tragó saliva, sintiendo como un escalofrío lo recorría por entero, pues aquella mirada era dura y muy fría, imperativa.

Aquella mujer se acercó al estadounidense, acariciándole el rostro, para enredar sus dedos en sus cabellos dorados, quedando el rostro de ambos a escasos centímetros.

-Sería una lástima perderte, Estados Unidos de América. Eres muy fuerte y enérgico, inteligente y con inventiva... Eres valiente... Aunque tengas tus arranques de histeria...-decía aquella mujer mientras bajaba su mano por el cuello y el pecho del norteanericano, pero cuando iba a bajarla más, América le detuvo la mano, contemplándola con frialdad.-

No podía evitarlo, aquella mujer le daba auténtico asco. Levemente se agachó hacia ella, quedando sus labios junto a su oído, mirándola con desprecio.

-No me vuelvas a poner la mano encima o, te puedo jurar por mi alma, que te cortaré ambas.-aseveró, dándole un leve empujón para así alejarla de sí.-Te pareces a Bella, pero en tu mirada no hay emociones y te envuelve el olor de la muerte... Just never come near me again! (¡Simplemente no vuelvas a acercarte a mi otra vez!)-

-Entonces has elegido tu destino, América.-gruñó mirándolo con enorme asco.-¡Te vas a quedar aquí para siempre!-

-Tengo fe de que saldré de este lugar y que regresaré junto a mi familia y mis amigos...-sonrió el americano con suficiencia y confianza.-Encontraré la manera y te puedo bien jurar que iré por ti... Y no tendré piedad.-

-¿Me estás amenazando?-

América la miró con decisión, relampagueando sus ojos zafiros, entornado sus párpados. Metió sus manos en los bolsillos, sonriendo con pasmosa tranquilidad. Hizo un leve gesto, como si estuviera pensando, ampliando aquella sonrisa, volviéndose maliciosa.

-The truth? Yeah!- la sonrisa del estadounidense desapareció abruptamente, volviéndose su rostro amenazante, desprendiendo una intimidante aura.- Te estoy amenazando.-

Hedda dio un paso hacia atrás, alejándose levemente del norteamericano, sintiendo que una angustia crecía en su interior. ¿Qué era aquella sensación? ¿Aquello era miedo? Nerviosa, sacudió la cabeza... ¡Aquello era imposible! ¡Sólo era una nación y se alimentaba de ellas, las hacía luchar entre ellas por diversión!

-¡Eres un maldito cerdo!-gritó exasperada, para que luego la oscuridad se arremolinara de nuevo a su alrededor, desapareciendo de aquel espacio.-

América suspiró, cruzándose de brazos. Guiñando un ojo, se rascó distraído la cabeza.

-¿Podría haberle preguntado cómo salir de aquí?-murmuró abatido.-

Las Dos Caras De La MonedaWhere stories live. Discover now