El tablero se dispone

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-¿Puedes notarla o algo así?-preguntó Inglaterra, corriendo junto a Bella, pendiente de cada sombra de su alrededor.-

-¡Que más querría!-rió ella, dejando descuadrado al británico, pasando a fulminarla con aquellas esmeraldas.-No te enfades, Inglaterra. Te preocupas por el más nimio de los detalles... Hedda dará con nosotros.-

-Muy segura estás de eso ...-gruñó el ruso, de mal humor, a la retaguardia.-

Bella lo miró de reojo, sabiendo que era lo que había borrado su eterna sonrisa de sus labios. Incluso Inglaterra iba con el ceño fruncido y Noruega la miraba con nerviosismo. La chica alzó la cabeza al frente, sonriendo con amargura. Todo estaba a punto de resolverse.

"Al fin viviréis tranquilos, amigos míos.", pensó la Bella para sí, pero no pudo evitar que una lágrima rodará por su mejilla, recordando al albino."Espero que sepas perdonarme, amado Gilbert."
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El frío y el cansancio atenazaban el cuerpo herido de Prusia, sintiendo que de un momento a otro la inconsciencia le daría una tregua a tanto dolor, pero cuando más lo deseaba, América lo agitaba cual muñeco de trapo, retornándolo al doloroso mundo, cosa que le agradecía en lo más profundo.

Clavaba sus ojos carmín en la profunda oscuridad, tratando de ver algo, mientras su inesperado compañero seguía abanzando con él casi a cuestas, doblado por el esfuerzo. Llegó a un punto que la pierna herida de América cedió, quedando de rodillas, respirando con fuerza. A pesar del intenso frío, sudaba como nunca antes lo hiciera. Trató de ponerse en pie, pero la pierna se negaba a obedecerle. Apretó los dientes, soltando al albino, quedando sentado entre la nieve, sintiéndose derrotado.

-Creo que necesito descansar...-murmuró el americano, mirando la pierna herida.-Shit!! La herida se abrió de nuevo... I'm bleeding...-comentó desalentado, tratando de recuperar el aliento.-

Prusia se abrió el abrigo, soltándose el cinturón, luego se arrodilló junto al estadounidense, pasandóselo por el muslo, cerrándolo entorno a este con fuerza, justo por encima de la herida. América lanzó un leve quejido, apretando los dientes, mientras el albino lo miraba con cinismo.

-No me seas princesa, ¿quieres? No te pega nada...-

-Go to the Hell!-exclamó el rubio, lanzándole una mirada llena de ira.-¡Me hiciste daño, danm it!

-Vale... No te hice precisamente una caricia, pero así dejarás de sangrar.-

América agachó la cabeza, mirando el torniquete, para suspirar agotado. Estaba de mal humor desde que el germano le había dicho las intenciones de Bella.

-Será mejor que los encontremos.-murmuró el rubio, puniéndose en pie, cojeando notoriamente, apretando los dientes por el dolor, cogiéndose la pierna.-Debemos detener a Bella.-

-¿Por qué tanto interés en salvarla?-quiso saber Prusia, alzando una ceja, mirando con sospecha al norteamericano.-

-Parecerá una tontería... Pero veo a una persona idéntica a ella en mis sueños de niñez... Una persona que, sin conocerla, me agradaba... Una persona con la cuál, sin yo saberlo, hice un pacto sin palabras... Y, creo que esa persona, es ella.-
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-¿Está bien, Canada-san?-quiso saber Japón, junto al joven norteamericano, el cual se sujetaba el brazo derecho con gesto de dolor.-

-Duele, pero no me matará...-señaló entre jadeos, mirándose la herida con mala cara. La bala estaba allí.-

Hacia rato que se habían percatado de la desaparición del albino, pero tenían claro que buscarlo sería exponerse ellos, al grupo de Bella y al mismo prusiano, tomando la decisión de ser la distracción para que todos ellos hicieran lo que se esperaba de ellos.

Las Dos Caras De La MonedaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora