No hay dos sin tres

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El sol entraba a raudales por el enorme ventanal, dándole de pleno en el rostro a América, el cual empezó a removerse bajo la manta, pero de pronto, se alarmó, quedándose totalmente quieto, apartándola, quedándose sorprendido cuando vio a una muchacha acurrucada contra su pecho, aún dormida. ¿Quién era aquella extraña? Y lo más importante...

-¿Dónde estoy?-preguntó rascándose la cabeza, mirando a su alrededor, no reconociendo el lugar.-

-Estás en mi casa...-contestó una profunda voz.-

América se asomó por encima del respaldo, encontrando a Alemania, apoyado en el narco de la puerta. ¿Cómo diablos había llegado hasta allí?

-Por tu cara parece que no recuerdas gran cosa... Canadá se temía algo así...-comentó, acercándose al sofá.-¿Sigue dormida?-

El rostro de América enrojeció, abochornado, agachando la mirada hacia la chica que dormía plácida y cómodamente apoyada sobre su pecho. Alemania se agachó, pasándole los dedos por el cabello a la chica, con sumo cuidado y ternura.

-Yo... yo... yo...-repetía nervioso el estadounidense, totalmente rojo.-

-No es culpa tuya... La mandé a dormir a su habitación, pero cuando me di medía vuelta, se había metido a dormir contigo... Me recordó a Italia.-murmuró el alemán, no apartando la vista de ella, dándole la sensación a América que estaba hablando con un padre afectuoso.-¿Te apetece un café? Creo que tenemos que hablar de lo que sucedió ayer.-
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-Ya veo...-murmuró América, sentado sobre la mesa de la cocina, con las piernas colgando, contemplando la superficie oscura del café, viendo su rostro triste en este.-

Había escuchado con atención las palabras del alemán, pillándole todo por sorpresa, no siendo capaz de recordar nada. Sí, recordaba la llamada de Francia diciéndole que había pasado algo en la isla británica, pero a partir de ahí, no tenía más que retazos de memoria.

-Estuve en shock...-comprendió, dejando la taza a un lado.-

-Eso parece... y tu mente a preferido almacenarlo, echar la llave y luego tirarla. Lo malo de todo esto, es que tuviste en vilo a Canadá y a Francia...-comentó con tranquilidad.-Tendrías que decirles algo, después de tu repentina desaparición...-

-Okay, tienes razón... Los llamaré, no quiero que mi hermano se preocupe más de lo necesario, ya estará sufriendo bastante con Inglaterra para que yo haga el imbécil.-se regañó, pasándose las manos por el pelo.-De todas maneras, debo hablar con él...-

De repente se oyeron pisadas rápidas por el pasillo, acercándose a la cocina, entrando la chica muda, mirándolos a ambos. A continuación entró Prusia con un papel en la mano, apoyándose en las rodillas, tomando aire.

-¡Vaya! Si ya se despertó el bello durmiente...-comentó el albino, enderezándose, mirando a América, aproximándose a la chica, dándole en la parte de atrás de la cabeza con la palma abierta, enfurruñado.-¡Y anda que no corres tu, desgraciada!-le gritó, mientras ella se sobaba el lugar golpeado, mirando enfadada a Prusia, el cual se serenaba, observando con rostro serio al estadounidense.- Entonces te interesará esto más a ti que a mi hermano.-dijo, tendiéndole el papel.-

América lo miró con curiosidad y con algo parecido al temor, observando el papel con desconfianza. Algo en todo aquello no le daba buena espina. Iba a cogerlo, cuando Alemania se adelantó, arrebatandóselo a Prusia, quien lo fulminó con la mirada. El prusiano alzó las manos en señal de rendición, pero le impactó que se mantuviera serio y... ¿había llorado?

-¿Preußen?-preguntó inquieto, dando un paso hacía él, alargando la mano, pero Prusia se la golpeó con un rápido movimiento, echándose hacía atrás, sabiéndose descubierto, desviando la mirada.-¿Qué...?-

-América, tienes que regresar.-ordenó Prusia en voz alta, girándose, dándoles la espalda a ambos.-Parece que este enemigo a elegido como primer objetivo a la familia feliz...-

El nombrado frunció el ceño, bajando de la mesa. Se aproximó al alemán, cogiendo el documento, empezando a leerlo, pero de repente lanzó un grito ahogado, empalideciendo, saliendo a la carrera de la cocina. El papel cayó suavemente en el suelo.

-¡América!-llamó Alemania, agachándose a recoger el documento, no comprendiendo la reacción del norteamericano. La muchacha había ido tras él, haciéndole gestos para que se quedará ahí, señalando con tristeza a Prusia.-Brüder? -

-Debe irse... Han atacado en Vancouver y... y...-la voz se le quebró.-En París... Yo... yo voy a prepararme... Quiero... quiero ir a ver a Francia.-hipó el albino.-No... no deseo que... me vea así, preocupado... por... Scheiß!-gritó de repente, descargando el puño contra la pared, repetidamente, hasta que una mano lo retuvo con fuerza por la muñeca. Con los ojos anegados, giró la cabeza, encontrándose a su hermano, negando en silencio. Sin poder aguantar más, estalló a llorar, dejando que Alemania lo abrazará.-Lla-llamé a Es-españa... También i-irá, pe-pero dejará aquí a Ro-romano...-informó tartamudeando.-

-No te puedes callar ni en un momento así, ¿verdad?-murmuró Alemania, sintiendo como Prusia se aferraba con fuerza a él, negando con la cabeza.-

Ambos oyeron a América dar las gracias a voces, encargándoles a Francia, saliendo por la puerta, la cual se cerró con gran estrépito, provocando que los dos se encogieran. Suspiraron a un tiempo.

-Llamaré a Italia... Él sabe como lidiar con su hermano. Si me cuesta entender un Italia, imagínate hacerlo con dos... ¡Y son tan distintos!-suspiró Alemania, dejando caer su cabeza en el hombro de su hermano.- ¡Esto es un caos!-

Las Dos Caras De La MonedaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora