Primer contacto

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Bella estaba leyendo el libro que había encontrado en el despacho de Rusia, quedándose con cada relato que se contaba de aquella desconocida, esa que era su hermana gemela, aquella que no recordaba pero a la cual estaba deseando pararle los pies. Se había prometido que los defendería, más aun viendo en el estado en que estaba el eslavo.

Antes de ponerse a investigar, Inglaterra y ella habían descubierto que la ciudad de San Petersburgo había sufrido un ataque, pero lo curioso es que tal ataque había sido por parte de la población. Aquello enfurecia aún más a Bella, siendo consciente que Hedda estaba usando a las personas como peones y a su antojo.

-Lo malo es que no los liberará a no ser...-empezó el británico.-

-¡Ni se te ocurra decirlo!-advirtió la chica, señalándolo, frunciendo el ceño.-Si de verdad soy quién creéis, encontraré el método para liberarlos sin que nadie muera...-

-Bloody Hell, Bella! Claro que eres Peace, pero te será muy complicado... You're still weak! ( ¡Aún eres débil! )-

-Sólo tengo dos opciones: o los salvo o caigo...-señaló.-No permitiré que os suceda nada... No quiero otro Rusia, ni tampoco veros mal como lo hice con América o Prusia... No sé como lo conseguiré, pero lo haré. -y sin añadir nada más, dejó sólo a Inglaterra.-

En ese instante se recostaba en la butaca, masajeándose las sienes. Había pasado la noche en vela y el cielo ruso empezaba a aclararse, pero se mantenía nublado, aunque en esos instantes la ventisca se había frenado. Entristecida, observó aquel amanecer gris por el gran ventanal congelado que había detrás del escritorio, aquel nuevo día teñido de sangre inocente.

Unos suaves golpes sonaron en la puerta, sacándola de sus cavilaciones, girándose, encontrado apoyado en el marco al albino, llevando en las manos dos tazas de café.

-¿Qué haces en pie, Gil?-

-¿Gil?-preguntó Prusia, cerrando la puerta con el pie.-¡Vaya! Esas confianzas son nuevas... Kesesese~.-decía dejando una taza en la mesa, aproximadósela a la chica, tomando asiento en la butaca de delante del escritorio. Ella miró la taza humeante.-Es café... El cabeza de scone me dijo que te habías pasado casi toda la noche en pie y, como me conozco esta maldita casa, pues pensé...-

-No me contestaste...-cortó Bella, tomando la taza.-

-Es geht mir gut ...(Estoy bien...)-murmuró el prusiano.-No te preocupes por mi, sencillamente necesitaba descansar.-

-¿E Inglaterra?-

-Se quedó dormido mientras hablabamos sobre lo sucedido en San Petersburgo... Y Rusia, mejor que se lo tome con calma.-murmuró, dándole un sorbo a su café. Cuando alzó la cabeza se encontró con la mirada perdida de la chica.-Bella... ¿estás bien?-

Aquellos ojos acerados se centraron en él, asintiendo levemente. A Prusia le costaba dejar de mirarla, pues, a pesar de ser una simple adolescente, se la veía muy hermosa, con una extraña aura de calidez. Era cierto que era idéntica a Hedda, pero al mismo tiempo, de una manera que el albino no sabía expresar, era completamente distinta. En ese instante pensó que el nombre que le había puesto Italia le quedaba como anillo al dedo... Y, por alguna extraña razón, al prusiano le vinieron unas ganas locas de poder probar aquellos labios rosados y regordetes de brillante sonrisa.

-Prusia, ¿seguro que te has repuesto?-preguntó ella, mirándolo con algo de temor.-

-¿Por qué preguntas tal tontería?¿A caso pones en tela de juicio a mi awesome persona?-

-No...-contestó Bella, vacilante.-Sólo que tus mejillas se ven muy rojas...-

De una revolada se puso en pie, cogiendo el libro, dirigiéndose a la puerta. Oyó que Prusia la llamaba, pero no se volteó en ningún momento, saliendo del despacho con un fuerte portazo. No le gustaba que le mintieran, ni que le escondierán la verdad... Y sabía del cierto que Prusia lo había estado haciendo des de un buen principio, ocultándole a ella y a Alemania que realmente sabía sobre Hedda y sobre ella misma, teniendo que descubrirlo tiempo más tarde a través de Inglaterra... Se detuvo en las escaleras, volteando la cabeza y, no sabiendo porque razón, se sentía decepcionada, llevando su mano al pecho.¿Por qué le dolía tanto?

Las Dos Caras De La MonedaWo Geschichten leben. Entdecke jetzt