Intuición

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Prusia había oído suficiente. Todo aquello no tenía sentido, pero al mismo tiempo...

-Una representación sin voz...-masculló con las manos en los bolsillos, la mirada fija en el vacío, vagando entre los recuerdos de un pasado muy lejano.-¡Kesesese~! Sería mucha casualidad...-río, cerrando los ojos, suspirando.-

Repentinamente, algo chocó con él, oyéndose caer a continuación en el suelo. Con los ojos entornados miró hacia esa dirección, encontrándose cara a cara con la muchacha. Su rostro se veía rojo por la fiebre, con el cabello castaño y corto, muy corto, revuelto y pegado a su cara. Sus ojos grises se abrieron, pareciendo espantada, al tiempo que se echaba hacia atrás, ayudándose de pies y manos, alejándose lo más posible de aquel albino, quedando acorralada contra una pared, encogiéndose contra esta lo más posible. Prusia la miró con indiferencia, fijándose que temblaba, pero... ¿era por la fiebre o por miedo?

Despacio se giró completamente hacia ella, por la cual cosa la chica dio un respingo, mirando nerviosa a ambos lados del pasillo. Prusia pestañeó confundido, acuclillándose para colocarse a su altura.

-¿Me tienes miedo?-preguntó con algo de sorna.-

Ella sacudió la cabeza rápidamente, negando, pero seguía con aquella mirada espantada fija en su persona. Prusia bufó, alzándose de nuevo, rascándose la parte posterior de la cabeza.

-Supongo que no has visto muchos albinos en tu vida...-musitó comprensivo, recordando que la gente siempre lo miraba con extrañeza por su apariencia.-

En ese momento, la mirada de la chica cambió, volviéndose curiosa. Prusia sonrió, agachándose de nuevo, clavando sus ojos carmín en ella.

-No soy un monstruo, ni nada por el estilo... Soy... Digamos, que original.-comentó sin abandonar su semblante sonriente, suavizando más sus facciones.-¿Es malo lo original?-

Ella volvió a negar con la cabeza, más relajada, pero aún temblando. Estaba claro que aquello era cosa de la fiebre. Despacio, Prusia se quitó la chaqueta blanca que llevaba, alzando ambas manos en señal de paz, mostrándole la prenda, consiguiendo acercarse a ella, pasándosela por los hombro, a lo que la chica hizo algo que no esperaba, aprovechando aquella cercanía entre los dos: alargó una mano, tomando entre sus dedos un mechón blanco, mirándolo cautivada.

Prusia parpadeó sorprendido, viendo que la chica sonreía, hundiendo sus finos dedos en el cabello de él, provocándole cosquillas. Por unos segundos, cerró sus ojos, disfrutando aquellas caricias, no pudiendo evitar devolverle la sonrisa.

-¿Ves como no es tan malo?-comentó divertido, pasándole la mano por el hueco de las rodillas, la otra en su espalda, levantándola del suelo. La chica soltó el pelo, aferrándose con fuerza a su camiseta, apegando su cabeza al pecho de él, claramente espantada.-No te pongas así, mujer... Mi hermanito se enfadará si llega a saber que te encontré y no te llevé de regreso. Te llevaría al baile de esta noche, pero te salió un papi posesivo.-se burló, encaminándose a la habitación. -
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-¿Se puede?-preguntó Alemania, asomándose en la estancia después de llamar varias veces a la puerta y no obtener respuesta, pero cuando vio a su hermano entendió el porque de su silencio: llevaba los auriculares puestos, con la música a todo volumen. El alemán suspiró, entrando en aquella sala de estudios.-

El albino estaba sentado en el suelo, con las piernas cruzadas, rodeado de antiguos diarios, cartas, documentos y legajos, leyendolos con atención, dando la sensación de que buscaba alguna cosa muy puntual, repasando las líneas con el índice. Alemania vio como su hermano suspiraba abatido dejando a un lado aquel papel, tomando un diario. En ese instante, se puso en pie, dándose la vuelta, encontrándose con el pequeño. Pestañeó un par de veces.

-¡KYAAAAAAA!-gritó, soltando el libro, cayendo al suelo.-

-¿Se puede saber por qué gritas?-preguntó Alemania, sobresaltado.-

-¡Demonios!¿Pretendes matarme, West?-le chilló con voz aguda, arrancándose los auriculares, dejándolos en su cuello.-¡Casi se me sale el corazón por el susto!-

-¡¿Qué yo te he asustado?!-recriminó el alemán, recuperando la compostura, tomando aire.-¿Te hiciste daño?-

El rubio se acercó a su hermano, tendiéndole una mano, ayudándole a que recuperará la verticalidad.

-Sólo en mis asombrosas posaderas...-se quejo, acariciándose esa zona.-¿Qué haces aquí?-interrogó, agachándose para recuperar el diario, revisando que estuviera bien.-

-¿Son los escritos de Fritz?-

-Ja!-contestó el albino, centrando la atención en el diario.-

-¿No me digas que te ha dado otro arranque de melancolía?-preguntó inquieto Alemania, contemplando con preocupación a su hermano.-

En ese instante, el rostro se le iluminó a Prusia, con una sonrisa victoriosa en sus labios, alzando la vista un instante y murmurando un suave "danke". Luego, le tendió el libro abierto a su hermano, señalándole con el dedo una página en particular.

-Haré ver que no oí tu estúpida pregunta, West. Sólo buscaba información y, me da, que eso que vas a leer, te va a encantar.-informó, viendo la mirada sorprendida de su hermano pequeño.-Tenías preguntas y yo te doy respuestas.-

Las Dos Caras De La MonedaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora