Suecia y Dinamarca

275 26 6
                                    

Corría como nunca lo había hecho. Realmente le importaban poco aquellos tres, estaba claro, pero lo que no soportaba, por encima de todo, era que los traicionarán cuando más unidos debían estar, mucho menos, gente que consideraban casi como familia. No había soportado ver las lágrimas de su querido Finlandia cuando esté se había enterado que aquellas personas que consideraba amigas les habían girado la espalda.

Sí, realmente le importaba un carajo lo que les sucedierá a aquel trío de imbéciles, pero Noruega no podría hacer las cosas sólo si perdían a alguien más del trío mágico... Tampoco iba a permitir que el pequeño Sealand llorará por aquel británico que siempre lo desdeñaba por delante, pero que preguntaba por él cuando podía. Tampoco iba a dejar que uno de los amigos del molesto de Dinamarca cayera por culpa de esos idiotas descerebrados... ¡No! ¡Tenía que correr como nunca lo había hecho!

Suecia cruzaba los bosques tan raudo como el viento, apartando la vegetación con aquella vara que siempre llevaba con él... A parte, sabía que tendría que enfrentarse a civiles, humanos de a pie manipulados por la bruja que había apuñalado a Bella. Sentía como un odio helado crecía en su interior, desatándose a su alrededor una feroz ventisca, pero aquello no le importaba. Rió salvajemente, sabiendo que ese temporal le ayudaría a aplacar a todo rival que se le pusiera por delante.

Estaba ya llegando a casa de Finlandia, cuando algo duró le golpeó el costado, no dándole tiempo a esquivarlo, rodando por la nieve. Como pudo se puso de rodillas, llevando la mano al costado herido, dándose cuenta que empezaba a perder sangre.

-Era un filo de espada...-se recriminó, logrando ponerse en pie de nuevo, mirando a su alrededor, vigilante. Apretó los dientes, doliéndose y maldiciéndose por no haber reparado antes en el arma. Aquello le iba a complicar la batalla.-

Se sorprendió cuando de entre los árboles vio salir a aquel hombre rubio, con el cabello agachado y de mirada inteligente que escondía tras unas gafas. Nunca lo había considerado valiente y, mucho menos, un rival a tener en cuenta, pero estaba equivocado. La rabia creció en su interior, pues era justamente por esa persona que su amado Fin había derramado más lágrimas.

-Estonia...-murmuró con voz ronca el sueco.-

-Lo siento, Suecia, pero no permitiré que llegues a ayudar a esos tres... Sobre todo, sabiendo que Rusia está herido y va a poder hacer poco...-

-Eres un egoísta y un traidor...-

-Te equivocas, Suecia... Lo hago para liberarnos del yugo de esa nación... Nadie lo extrañará.-sentenció, posicionándose para pelear.-

Suecia se enderezó, haciendo caso omiso a la herida, girando el bastón, preparado para lo que se avecinaba. Tomó aire, pero entonces se dio cuenta que aquel tipo no estaba sólo, justo cuando alguien lo atacó por la espalda, apuñalándolo. Sin inmutarse, logró coger a su agresor por el brazo, echándose hacia adelante, tirando a esa persona a sus pies, encontrando al joven letón, quedándose el sueco totalmente sorprendido, sabiendo que aquello destrozaría al pequeño Sealand.

Cuando se quiso dar cuenta, Estonia se había avalanzado sobre él, pero se salvó por sus asombrosos reflejos, desviando el arma con el bastón, dando un paso tras paso hacia atrás, arrastando consigo al pequeño letón, pues al dar Estonia una estocada más comprometida y siendo consciente que no podría esquivarla, Suecia lo utilizó de escudo, aunque se odiará a sí mismo por semejante acto, por la cual cosa, Estonia frenó la espada, pero no se esperaba que el niño le hundiera un nuevo puñal entre las costillas, forzándolo a soltarlo. Suecia cayó de rodillas, tratando de respirar, pero era consciente que aquella última herida era decisiva. Se había refiado como un maldito novato.

-¡Letonia! Aléjate...-ordenó el mayor, al verlo libre.-

El chico miró con compasión y tristeza al sueco, alejándose, mientras unos pasos crugían sobre la nieve. Cansado por la pérdida de sangre, Suecia alzó la vista, mirando con aquellos ojos fríos a su agresor.

Las Dos Caras De La MonedaWhere stories live. Discover now