Complicaciones

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Cuando regresaron a la casa, muy a pesar que América había abogado por él, tuvo que dejar a su hermano en una de las habitaciones encerrado, declarado como un traidor. América agachó la mirada, entristecido, pues el único que lo había apoyado, para su sorpresa, había sido Rusia. Incluso Inglaterra había dicho que era mejor que Canadá quedará al margen, tratándolo como a un criminal de guerra.

-¡Hey! No pasa nada, ¿de acuerdo?-dijo Canadá, haciendo que su hermano alzará sus ojos zafiros, viéndose apenado.-Es normal que desconfien de mi...-

-¡No! ¡No lo es! ¡No has hecho nada, Canadá! No es justo que te traten como a un vulgar criminal...-señaló América, sintiéndo sus sentimientos heridos.-Esperaba, que al menos Iggy me apoyará...-

Canadá chistó un momento, acercándose a su hermano, abrazándolo. América se lo devolvió,  escondiendo su rostro en el hombro del pequeño. Tenía que convencer al resto de que Canadá era confiable, que podían contar con él. Desesperado, lo estrechó con fuerza.

-Dale a esa chica las gracias por traerte de vuelta a casa...-susurró Canadá,  separándose de su hermano, con sus manos en los hombros de él, viéndolo totalmente derrotado.-

-¿Por qué no me las das tu personalmente, Canadá? -preguntó una voz tras el estadounidense, por la cual cosa ambos se soltaron, mirándola. Canadá parecía muy sorprendido al verla y América sonrió con orgullo. La chica se acercó a los gemelos, mirándolos a ambos, sorprendida.- ¡Sois idénticos!-parpadeó perpleja.-Pero Canadá parece más dulce que tu, América.-en ese comentario el estadounidense hizo un leve puchero con su labio inferior,  hinchando sus mejillas, desviando la mirada. Canadá y Bella no pudieron evitar echarse a reír, contagiándose al final el estadounidense.-

-Brother, ella es Bella, la persona a la que tanto querías agradecer y de la que tanto has dudado.-añadió algo molesto con ese último punto.-Bella, mi hermano pequeño y mi bien más preciado, Canadá.-

-Es un placer conocerte al fin...-musitó el joven de ojos lilaceos, azorado, no pudiendo evitar el sonrojarse.-

Bella los contempló sin decir nada, borrándose poco a poco su sonrisa, escrutando con aquellos ojos transparentes el rostro del canadiense, el cual se quedó parado, mirándola. América volvió la cabeza hacia ambos, no comprendiendo que estaba ocurriendo entre ellos, hasta que, después de varios minutos, Bella inclinó la cabeza hacia un lado, sonriendo de nuevo con dulzura, entornando sus ojos. Luego se acercó a Canadá, alargando su mano, posándola en la mejilla del chico, quien no se movió un ápice.

-Se viene con nosotros.-murmuró Bella, apartando la mano y volteándose.-

-What?-preguntó América, dando un paso hacia Bella.-A nadie más que a mi le gustaría ver fuera de aquí a...-

-No me lleves la contraria.-regañó la chica.-¡Se viene! Es sincero y noble, en acto, palabra y pensamiento.-señaló mirando al canadiense.-No le veo sentido a este encierro. A parte, lo que te ha hecho en la pierna Noruega sólo sirve para parar el dolor e ignoro cuanto tiempo durará... Es decir, que la herida sigue ahí, abierta, y estás forzando la pierna...-advirtió Bella.-

Al ver que ninguno de los dos hermanos se movía, Bella deshizo sus pasos, tomando de la mano a Canadá, echando a andar con él detrás, pasando delante de un asombrado América, el cual reaccionó a los segundos, saliendo en pos de su hermano y de Bella, viendo que el canadiense lo miraba extrañado. Mientras los veía andar, América dibujó una amplia sonrisa: no sólo lo había salvado a él, sino que también iba a abogar por su hermano.

De repente el paso de los tres se detuvo por una detonación que quebró el aire, resonando en sus oídos. Por acto reflejo, América sacó sus dos armas, colocándose lo más cerca posible de su hermano y de Bella, obligándolos a que se agacharán.

Las Dos Caras De La MonedaWhere stories live. Discover now