─¿Teseo?  ─literalmente no tenía palabras, no podía pensar. Todo se derrumbó ante mis ojos─. ¿Qué demonios...?
─¿Quién más? Yo también sentí la falta de mi adorada hermanita ─tenía un tono muy sombrío y siniestro─. Además, ambos sabíamos que no perteneces a esos graecae. Tendrías que haber ido con Lupa, de no ser por esos malditos y estupidos semidioses griegos.
─¡Cuida tus palabras, Teseo! ─le grite, porque Silena y Charlie habían tomado su lugar. Él ya no era nada mío─. Huiste como un cobarde, un hermano se hubiese preocupado por su hermanita.
─¡Llevó buscándote por diez año, peque! ─dijo con mucha rabia─. Cuando me enteré que papá había muerto, volví corriendo a casa a buscarte. Pero encontré el lugar completamente desierto.
─¡Mientes! ─yo sabía que era mentira, porque Charlie y Silena enterraron a papá cerca de nuestra antigua casa. La compró una familia, quien ahora vive ahí.

Esto fue una sorpresa, pero no una de las buenas. Sino que, mantenía las lágrimas en mis ojos.
Después de tantos años y ahora quería hacerse el hermano mayor, bueno y comprensivo. ¿Por qué siempre me mantenía tan ajena a lo que pasaba a mi alrededor? ¿Por qué siempre tenía que ser tan ingenua? ¡¿Cuándo podría hacer algo bien?!
Teseo soltó muchas risas atragantadas, seguramente burlándose de mis expresiones faciales. La mujer se sacó la capucha y la cosa solo seguía empeorando más. Calipso estaba con una sonrisa vengativa y los ojos le brillaban, como la lamparita de caricatura, cuando mostraba que alguien se le acabara de ocurrir alguna idea.

─Déjenla descansar ─ordenó Teseo a sus secuaces─. Que las crioesfinges la vigilen. Y ustedes, par de tontos, no la subestimen... ─se dirigió a los otros dos encapuchados con cornamenta, detrás de él. Así que, se llaman crioesfinges. No estoy segura de que sean, pero no quisiera averiguarlo.
─Si señor, nadie va a molestarla en su ausencia.
─Espero que así sea ─aclaró Teseo, tomó a Calipso de las mano y dio la vuelta─. El ritual comenzará pronto ─me tendió un tenedor con fideos. La única comida, a la que no podía decir, no quiero─, sugiero que comas. Te vendría bien alimentarte mejor.
Yo nunca aceptaré, algo que venga de vos ─le dije con desprecio─. No voy a comer.
Como desees ─me hizo una señal de desinterés, mientras caminaba lentamente hacia atrás─. Será más doloroso para ti, que para mí.

Teseo salió de la zona iluminada, acompañado de Calipso tomados de la mano. Me enfermaba ver esa escena, lo que no sabía era si las arcadas, que tenía en este momento, eran de la escena o del olor de la comida. Creo que, en este momento, agradezco no haber comido del plato.
Inesperadamente, me vino una punzada a la cabeza, en el medio de donde se encuentran mis ojos, que se iba intensificando a cada nano segundo. Reprimía los gritos, cerraba con fuerza los ojos, para que las crioesfinges, no pudieran avisarle a nadie. Pero mi intento fue inútil.

─¡Oye inútil! ─dijo uno de ellos─. No se ve muy bien, llamen al médico de la zona...

El sonido desapareció al instante. Solo veía un paisaje morado, todo a mi alrededor era de ese color, exceptuando un poste con una pequeña estatua en la punta. Sabía de que se trataba, pero no quería admitirlo. Su presencia me provocaba ira y dolor crecían en mí. Ya tuve la mala suerte de hablar con sus protegidos, no podía hacerlo con ELLA ahora.
La estatua se movió, mejor dicho una parte de la esta, y se acercó a mí. Estaba esculpida en roca, con sus garras clavándose al suelo invisible.

─Te lo advertí, mestiza ─no movía su mandíbula, pero la escuchaba en mi mente─. Terminarás con nosotros, incluso si no quieres...
─¡No! Esto es un maldito sueño ─sujetaba mi cabeza, intentando ignorar la voz en mi mente─. Todo esto está en mi cabeza. Es culpa de Teseo, no mía.
─La culpa no ha de recaer en otros, Rómulo y Remo aprendieron bien.
─Al contrario, Lupa. Por su arrogancia, Remo terminó muerto ─le eché la espalda, ¿cuándo iba a terminar todo esto?
─Tus aliados somos nosotros, pero también, aquellos quienes te han criado ─los recuerdos que tengo con Silena y Charlie, los momentos recientes con los chicos en el Campamento Mestizo, hasta las locuras en donde nos metíamos con Leo. Ay, Leo─. Recuerda eso, y triunfaran frente a la amenaza que se avecina.

¡Par de inútiles! ─escuché la voz sombría de Teseo, seguido de un golpe seco. Seguramente estaba golpeando a sus secuaces, hasta morir─. Tendríamos que haber comenzado hace media hora, ustedes lentos van a causarme una úlcera por esto.
─Lo lamentamos jefe ─dijo una de las crioesfinges─, pero la chica tendría que haber sido visitada por la hechicera.
─No, tenía que rodearla un aura morada y plateada y ahí es cuando la hechicera la vería ─se excuso la otra criatura─. Pero, ya enserio jefe, no fue nuestra intención...
─¡Suficiente! ─lentamente abría los ojos, encontrándome con las tres figuras, paradas frente a mi─. Me alegra saber que USTEDES, no hayan hecho una tontería.
─Liberame ahora Teseo, por ahí, tendré piedad contigo y tus seguidores ─su mirada maliciosa parecía tener vida propia, porque sus ojos demostraban lo contrario.
─No, mi querida hermanita. No ahora, que estamos tan cerca de la hora del ritual. De nuestro último tiempo en familia.
─Te vas a arrepentir de esto, Teseo. Lo juro ─le lancé mis palabras con rabia─. Cuando tenga la oportunidad, te destruiré.
─A menos que yo lo haga antes ─soltó una risa malévola, haciendo que me dé más fastidio que miedo─. Preparen todo, demos inicio a la tan esperada celebración de todos los tiempo. El ritual ha de comenzar.

El secreto de los dioses (Leo Valdez y tu) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora