Sin embargo, todos los mutantes eran conscientes de que todavía quedaba un largo camino hasta poder ser aceptados. Pero no se rendían por ellos. Todos estaban dispuestos a continuar hacia delante hasta poder encontrar un lugar entre los humanos, sin tener que esconderse.

Ese era el mayor deseo de muchos, y el mayor miedo de otros.

Erik descendió levemente y se posó cerca de Iris. Ésta giró la cabeza para mirar a Jean y le sonrió. Tras la batalla ambas habían quedado muy unidas. Iris y Jean habían estado conectadas durante gran parte de la batalla, por lo que una había ayudado a la otra y viceversa. Ahora, Jean veía en Iris alguien de quien aprender muchas cosas e incluso la miraba con cierta admiración. Iris la veía como alguien poderoso, pero también frágil y que necesitaba ayuda aunque no la pidiese. Ella sentía que necesitaba a alguien a su lado, alguien como ella que la comprendiese y supiese ayudarla. Iris, tras algún tiempo, había comprendido que ambas se necesitan. Las dos llenaban el gran vacío que la otra tenía.

Así que Iris vio cómo se alejaba con una sonrisa, pero sonrió más cuando vio a Erik acercarse a ella.

—¿Cómo estás? —le preguntó ella a él cuando llegó. Erik la acercó a su cuerpo y le besó en la cabeza.

—Ahora mucho mejor —susurró.

Iris sonrió y enlazó sus manos detrás de la espalda de él para mantenerlo junto a su cuerpo.

—Te he echado mucho de menos —le confesó. Erik sonrió de lado y le acarició la mejilla.

—Y yo a ti. No tienes ni idea de cuánto, Iris —ella hizo una mueca con la boca.

—Creo que soy capaz de imaginarlo —contestó y Erik sonrió levemente. Luego tomó aire—. Prométeme que no harás eso otra vez —le pidió Iris.

—¿Hacer el qué?

—Dejarnos e irte con el enemigo. Obligarnos a luchar contra ti —ella casi parecía estar rogándoselo. Él negó con la cabeza.

—Solo espero que no haya otro enemigo —Iris se alejó un poco de él para mirarle a la cara.

—Erik —se quejó—. Lo estoy diciendo en serio —él la miró durante unos segundos y finalmente asintió, volviendo a acercarla a su cuerpo y riendo levemente.

—No lo haré. No haré nada que conlleve hacerte daño de alguna forma. Si tú sufres, yo sufro. Recuérdalo —Iris sonrió.

—¿Desde cuando dices cosas tan bonitas?

—Desde que te vi morir junto con mi hija —dijo con rapidez e Iris tembló al recordar aquel día. Aquel momento.

Se tomó un tiempo para encajar las directas palabras de Erik y le miró a los ojos, viendo el dolor incrustado en ellos. Casi se podía ver ella misma reflejada en ellos, pues ambos compartían aquel gran peso y dolor.

—La vida ahora se ve de otra manera, ¿verdad? —susurró ella entonces—. Aunque me he estado preguntando qué habría pasado si Krysta estuviese aquí. Si habría estado en peligro o habríamos sido capaz de protegerla. Si la podríamos haber traído a la escuela y... hubiese conocido a gente como ella —Iris sintió que tenía un gran nudo en su garganta, por lo que tragó saliva y posó su cabeza en el pecho de Erik, quien la abrazó un poco más.

Luego, le acarició la espalda con su dedo gordo.

—Les habría encantado a todos —contestó—. Ella siempre quería hacer amigos... quería que la tratasen como a uno de ellos. Aquí se sentiría como en casa.

Iris se quedó un tiempo en silencio, mientras observaba cómo los alumnos correteaban por el césped y hablaban animadamente.

Por unos segundos, cerró los ojos y se imaginó a Krysta entre ellos, corriendo sin parar y riendo con sus amigos. Creciendo allí, encontrando el amor allí. Haciendo su vida allí, donde sería feliz.

Destruction ◇ Erik LehnsherrWhere stories live. Discover now