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Iris despertó aquella mañana con unas suaves caricias en su brazo. Sonrió, aunque siguió con los ojos cerrados. Sentía su piel estremecerse con cada caricia, con cada roce de sus dedos en la piel de Iris. Respiró hondo, sintiendo que depositaban cálidos besos en su cuello y luego bajaban a su espalda. Iris volvió a estremecerse y finalmente abrió los ojos, encontrándose con la pared de su habitación.

Se giró sobre sí misma y se encontró a Erik frente a ella mirándola con una sonrisa.

—Buenos días —susurró él.

Ella le miró a los ojos y cogió su cara entre sus manos, acercándolo a ella para poder besarle. Lo hizo con brusquedad aunque a él no le importó demasiado. Pasó su mano por todo el cuerpo de Iris hasta que llegó a su pierna e hizo que la llevase hacia delante, poniéndola encima de la cintura de él.

Iris se pegó más a él haciendo que Erik suspirase e incrementase la intensidad del beso. Iris cogió impulso y se echó hacia delante, haciendo que él se tumbase en la cama y ella quedase encima.

Bajó su besos hasta el cuello de él, mientras las manos de Erik se perdían por todo el cuerpo de Iris sin ningún control. Ella volvió hacia arriba y atacó sus labios de nuevo.

—Tenemos unos minutos —le susurró a él, mientras le quitaba la camiseta.

Como respuesta, Erik simplemente ronroneó y cambió las posiciones, dejándola a ella debajo. Iris rodeó la cadera de él con sus piernas y abrazó su espalda, sintiendo la electricidad que ambas pieles producían bajo el contacto.

Iris suspiró repetidas veces y Erik pasó sus manos debajo de la camiseta de ella, levantándola. Él bajó hasta llegar a su vientre y lo besó, subiendo poco a poco. Iris tiró de él para que llegase antes hacia arriba y Erik sonrió.

Ambos estaban sin camiseta y podían sentir sus pieles tocándose, rozándose, cálidas. Ninguno paraba de acariciar al otro y es que tampoco querían hacerlo. Querían estar unidos, juntos para siempre. Sin que nada ni nadie los separase.

Iris estaba debajo de Erik así que apenas podía moverse. Con sus talones intentó quitarle sus pantalones, tirando hacia abajo. Y esto era mucho más difícil de lo que ella creía. 

Erik rió en su cuello al ver la frustración de ella, ayudándola a sacárselo. Lo dejaron por algún lugar de la habitación que ni siquiera se molestaron en mirar y ambos volvieron a besarse. Erik bajó sus manos desde los hombros de Iris hasta abajo, lentamente, recreándose en cada curva que ella tenía. Finalmente llegó al inicio de los pantalones de pijama de Iris y paseó su dedo gordo por el elástico, haciendo que Iris se desesperase.

Cuando por fin él empezó a bajárselos un sonido hizo que dejasen lo que estaban haciendo y se pusiesen alerta.

La puerta de la habitación de ambos se abrió, provocando un fuerte ruído y una niña de pelos negros corrió hacia la cama de ellos. Erik se quitó de encima de Iris de inmediato y la niña subió a la cama, poniéndose entre ambos.

Iris se tapó con la manta ya que no tenía camiseta y miró a la niña, acariciándole el pelo.

—¿Qué te pasa, cariño? —le preguntó.

—No quería seguir durmiendo —dijo ella, abrazando el pequeño perro de peluche que tenía entre sus manos.

Iris miró a Erik, quien estaba un poco apartado de ellas buscando con su mirada su pantalón. Iris no tenía ni idea de a dónde había ido a parar, pero esperaba que lo encontrase antes de que su hija se diese cuenta de que su padre estaba casi desnudo.

Erik encontró a Iris mirándole divertida y él hizo una mueca con la boca de frustración. Iris intentó no reírse y levantó los hombros, diciéndole que no podía hacer nada para arreglar eso. Ella volvió su mirada a la niña. 

Destruction ◇ Erik LehnsherrDonde viven las historias. Descúbrelo ahora