t r e c e

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Entraron en el avión y decidieron que se pondrían allí los trajes. No tenían tiempo que perder.

Desde el camino de las celdas a aquella sala no se habían encontrado con ningún soldado y, aquello que se habían topado en sus caminos lo habían hecho inconscientes, con signos de pelea.

Pero aun así no se fiaban. Sabían que, en cuanto Stryker se diese cuenta de que se habían escapado, enviaría a un equipo a por ellos. La única ventaja con la que contaban era la distracción que aquellos tres adolescentes les habían dado. 

Así que cada uno tomó asiento apresuradamente y Hank se puso al mando de aquel gran avión. Moira se puso a su lado y ambos comenzaron a hablar, mientras los demás se abrochaban los cinturones y esperaban nerviosos a salir de allí.

—¿Estás seguro de que puedes pilotarla? —le preguntó Moira a Hank. Él sonrió.

—No hay nadie mejor que yo en esto.

Tras eso y varios minutos de espera, el avión comenzó a despegar y, dentro de poco, todos suspiraron aliviados al ver cómo se alejaban de aquellas instalaciones. Una vez en el aire, poco a poco cada uno se levantó del asiento para ponerse el traje.

Al quitarse su camiseta, Iris reparó en la gasa que seguía teniendo pegada al pecho. La despegó un poco y pudo comprobar que la herida estaba casi curada, lo que hizo que suspirase aliviada. Volvió a colocar la gasa en su lugar y se dio cuenta de que la herida ya no le dolía tanto como al principio. Ahora era capaz de moverse sin tener que hacer una mueca de dolor a cada segundo.

Se puso el traje y se dio cuenta de que le apretaba un poco en la parte del vientre, pero apenas le dio importancia. Llegaba a ser tan cómodo que hacía que eso se le olvidase.

Cuando acabó, se sentó en el mismo asiento que al principio y se puso el cinturón. Frente a ella estaba Raven y a su lado Peter. Todos estaban nerviosos y es que para más de la mitad de los que estaban allí dentro, esta era la primera vez que salían a salvar el mundo.

Iris, Hank y Raven lo habían hecho ya tantas veces que casi parecía algo normal.

Iris miró hacia abajo al sentir un constante movimiento. Vio que Peter no paraba de mover la pierna que estaba cerca de la de ella, claramente nervioso. Lo diferente era que él no estaba siendo consciente de ese movimiento, por lo que estaba moviendo la pierna a una velocidad que para un humano sería imposible. Iris temió que, si no paraba, acabaría haciendo un agujero en el suelo del avión.

Posó su mano encima de la pierna y Peter le miró.

—Tranquilo —le susurró.

—No puedo estar tranquilo. Esto no es como colarse en el Pentágono y liberar a uno de los presos con mayor seguridad y más peligrosos. Esto es mucho peor —ella no pudo evitar sonreír, recordando lo nerviosa que ella se encontraba cuando fueron a por Sebastian Shaw.

—Imagínate que es como uno de los videojuegos a los que juegas —le sugirió Iris, recordando que el día en que lo conoció—. Tienes que acabar con el supermutante para que no haga daño a los demás. A aquellos que no pueden defenderse como nosotros.

—Pero solo somos unos adolescentes —susurró Scott, entrando en la conversación.

—Eso no significa nada —intervino Raven—. La primera vez que yo estuve así, como vosotros, a punto de salvar el mundo tenía vuestra edad. Y odiaba lo que era. Estaba perdida y tomé malas decisiones. Pero vosotros no sois así. Sé que no lo sois.

—Yo era una humana cuando ayudé a salvar el mundo —añadió Iris—. Imaginaos lo poco que pude ayudar y, al igual que Raven, hice mal algunas cosas. Pero eso no significa que perdiese. Conseguimos salvar al mundo. Que seas débil o estés asustado no te hace vulnerable. Es al contrario. Te hace más fuerte porque esperas lo que los demás, los confiados, no piensan que llegarán. Y entonces vosotros ganáis y ellos pierden.

Destruction ◇ Erik LehnsherrDonde viven las historias. Descúbrelo ahora