-Y-yo… ¿Pasó algo malo? E-es que… -comencé, pero me detuve, mordiéndome el labio inferior. “Es que alguien me envió una nota diciendo que iba a pasarte algo malo”, consideré decir, pero me callé.

-¿Crees que no ha pasado algo malo? ¡Mira esa pared! –chilló, molesta, señalando una de las paredes que rodeaban la sala. Me giré. 

En grandes letras pintadas con un grafiti rojo sangre, estaba escrito claramente “MENTIROSA” y “ASESINA”, derramándose sobre la pared cuidadosamente pintada de beige. 

-¿Tienes idea de cómo podré quitar eso antes de que vuelva Byron? No es nuestra casa aún, Skylar, no puedes ponerte a jugar a Escena del Crimen en las paredes –espetó. –Quiero que ahora mismo tomes una esponja y limpies eso, o como sea, pero quiero verlo limpio –continuó. Seguidamente, se dio la media vuelta, atándose el cinturón de su bata de satín blanca para dormir, y subió las escaleras, sus babuchas haciendo eco por el ambiente, hasta que cerró de un portazo. 

Parpadeé dos veces seguidas. ¿Qué acababa de pasar? 

Mi cuerpo volvió a calentarse, y de inmediato sentí mi pie derecho doler y mi abdomen chillar del dolor. Me dejé caer en el sofá blanco y aterricé sobre los almohadones de color vino de gamuza, y comencé a retorcer nerviosamente pedazos de tela de mi falda color rojo cereza-sucia.

¿Por qué se supone que alguien me enviaba notas para hacer mi vida miserable? Una cosa es amenazar a alguien a quien amo, pero otra muy diferente es hacer enfadar a mi madre. Eso significa la muerte, hombre, la muerte.

Harry se dejó caer a mi lado, igual de impresionado que yo, y puso su mano sobre la mía, suspirando.

-Hombre –jadeó. Suspiré en respuesta y me levanté del sofá, sintiendo el dolor en mi pie y en mi abdomen. Hice una mueca de dolor, pero me encaminé hacia la cocina, apenas logrando dar unos pasos. 

-¿Estás bien? –preguntó, tomándome del brazo. Me zafé.

-Será mejor que limpie eso –respondí con voz neutra.

-Pero yo voy a ayudarte –dijo, empujándome de nuevo hacia el sofá. Hubiera sido sexy si yo estuviera atada de manos y luego él se quitara la ropa, no ahora, que posiblemente tenía un esguince y alguna contusión en mi panza. Resoplé. Un novio que te salve la vida, y que además limpie las paredes de tu casa, es perfecto. No me podía quejar.

-Bueno –cedí al fin, intentando mover mi pie. Maldita motocicleta. –Las esponjas están encima del fregadero.

-Vale, iré a ver si hay algo de aspirinas o algo –masculló, mientras me acomodaba dolorosamente en el sofá. Mi pie se estaba hinchando. -¿No quieres que te lleve a un doctor?

-Ya la oíste. Hay que limpiar sus paredes –rodé los ojos con ironía. Él soltó una risita.

-Tú al menos ves a tu madre. No te quejes –sonrió, y plantó un pequeño beso en mi nariz, antes de darse la vuelta hacia la cocina. Mi estómago se achicó. La última vez que yo había visto a Harry con Anne, había sido muy poco antes de que lo metieran a la cárcel. Quizás ella no había vuelto a hablar con él… quizás ella ya no pudiera verlo más. Sacudí la cabeza ante la idea que me estaba creando dentro de mi mente. Harry era el chico más fuerte que yo había conocido. A pesar de todo, ni siquiera era un amargado. 

Mientras cavilaba, mis dedos jugueteaban con mi vestido sucio. Mis dedos viajaron a mi cuello vacío, e inmediatamente suspiré. Me levanté con dificultad, y salté en un pie hacia la pequeña mesa del teléfono. Una punzada de dolor recorrió mi pierna entera, y gemí. Abrí el primer cajón, y escarbé por encima de las llaves, tarjetas telefónicas vencidas y botones de camisas que ya no se usaban. Un pequeño avión de papel que yo había tirado ahí una semana atrás yacía en el fondo del cajón. Me lo puse con delicadeza, suspirando de tranquilidad al tenerlo conmigo de nuevo. 

Era extraño. Pero un avioncito de papel estuvo protegiéndome durante 2 años. O algo así, al menos. No puede ser que me lo quité por una estúpida escena de celos. ¿Más gilipollas que eso?

Me dejé caer en el sofá de nuevo, acariciando la cadena y cerrando los ojos. Había pasado las últimas veintidós horas sin dormir una mierda. Cuando abrí los ojos otra vez, Harry movía su tonificado brazo de un lado a otro por la pared, restregando una esponja amarilla que nadaba en jabón sobre el grafiti de arriba. “Mentirosa”. 

-Aún sigo sin entender nada –comenté, mordisqueándome un padrastro. -¿Por qué el anónimo querría hacerme esto? Quiero decir, no soy una mentirosa, y nunca le he arrancado un cabello a nadie.

-Tal vez es sólo para molestarte –respondió suavemente, y luego miró mi pie ahogando una risilla. –Creo que lo ha logrado.

-Él siempre gana –refunfuñé, emitiendo una mueca de dolor al intentar mover mi pie una vez más. –De todos modos, no voy a estar sentada aquí como una inútil –decidí, levantándome del sofá y dirigiéndome a torpes trompicones hacia Harry. 

En un movimiento rápido, mi pie derecho hizo de las suyas y me resbalé, tirando el balde de agua enjabonada y golpeándome la cabeza. 

-¡Maldita sea! –gruñí, cayendo sobre mi espalda. Harry se sentó a horcajadas sobre mí y me levantó rápidamente, sentándose en mis piernas y sosteniéndome de los hombros.

-Mierda, Skylar –dijo, pero no estaba molesto. Sus ojos aún brillaban. -¿Por qué no sólo te quedas sentada ahí mientras yo limpio esto?

Molesta, miré con el ceño fruncido la pared cuyo grafiti seguía casi intacto. Y, me di cuenta, de que debajo del rayado “asesina”, estaba escrito con letras horrorosamente elegantes y crueles, la palabra

“Inútil”.

Lost- segunda temporada-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora