Eran pocos, pero aquellos que salían en defensa de los X-men, como se hacían llamar, lo hacían con pasión e intensidad, recordando lo que aquel día había pasado. Recordando el ataque de los centinelas a los humanos, la pelea entre estos y los mutantes y las acciones tanto de Raven como de Iris.

Destacaba entre aquellos defensores un hombre del que no se había conseguido apenas ninguna confesión sobre aquel día. No había querido declarar sobre lo que había pasado a la prensa ni tampoco hablar sobre ello. Esquivaba todas las preguntas sobre el tema. Era el presidente y, aun así, se mantenía reacio a hablar sobre aquel día.

Sin embargo, cuando le preguntaron sobre la mujer que había casi dado su vida para salvar a Trask, salió una palabra del presidente que describió aquel suceso: catástrofe. 

Todos los noticiarios entonces se llenaron de aquella palabra para describir aquel día y a aquella mujer. Lo único que no paraba de aparecer era la frase: "La Catástrofe de Washington".

Iris debía confesar que, cuando vio aquello y la manera en la que se referían a ella, no pudo evitar sentirse incómoda. Ella no esperaba que aquello fuese a suceder algún día. No había esperado que una acción suya llegase a tener tanta repercusión.

Por suerte, nadie sabía su verdadera identidad, ni tampoco la del resto de los mutantes. Por ello los llamaban por los nombres que habían adoptado hacía tiempo, mucho antes de que todo aquello pasase, cuando se encontraban preparándose para ir a por Shaw: Mística, Bestia, Magneto, Profesor X...

Era por eso que, aunque las imágenes de su cara no tenían demasiado calidad y no era fácil reconocerla, ella no podía evitar no sentirse segura al salir a la calle. Sabía que, aunque algunas personas defendiesen a los mutantes, la mayoría de ellos siguiesen pensando que eran una amenaza. Eso había quedado bastante claro cuando en la televisión había salido gente normal hablando sobre los mutantes y confesando que tenían miedo de vivir en el mismo lugar que ellos.

Sin embargo, Iris se sorprendió cuando, una de las primeras veces que salió a la calle, vio a varios niños pequeños con la cara pintada de azul simulando a Bestia, y otras del mismo modo pero con le pelo rojo, simulando a Raven.

Iris no pudo evitar sonreír. Si simplemente supiesen esos niños lo que había pasado entre ellos dos...

Pero su mayor sorpresa llegó cuando encontró a varios niños con las manos pintadas de lila e imitando los movimientos que Iris hacía cuando movía las cosas con la mente. No pudo evitar su asombro cuando se dio cuenta de que los niños jugaban a ser ella y algunos adultos la admiraban.

Iris dejó las flores reposar sobre la tumba de Klaus y se quedó observándolas durante un rato. 

Por un momento, recordó cómo era ella antes de que todo eso pasase. Antes de que Erik apareciese en el bar donde trabajaba. 

Recordaba que era inocente, no sabía nada de lo que pasaba a su alrededor y era feliz así. Sin embargo, aunque parecía muy tentador, no quería volver a aquella época. Se sentía orgullosa de lo que era ahora, aunque eso implicase tener que estar escondiéndose por mucho tiempo hasta que la humanidad se diese cuenta de que realmente no eran un peligro.

Pero, hasta entonces, o hasta que ellos decidiesen mostrárselo al resto del mundo, tendría que permanecer así.

Aunque, si lo miraba desde otro punto de vista, su vida nunca había sido normal. Sus padres habían sido mutantes, por lo que ella iba a acabar siéndolo tarde o temprano. Además, su padre era Sebastian Shaw, y él nunca la había abandonado, como ya le dijo. Él hizo que ella consiguiese trabajo en el bar de Greg, bar que él dirigía. 

Destruction ◇ Erik LehnsherrWhere stories live. Discover now