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Los nervios acabarán conmigo. Hace tanto tiempo que se han marchado que ya perdí la cuenta de las horas que llevo esperando su regreso. Sé que no debo preocuparme, que no es la primera vez, que saben lo que hacen, pero no puedo evitarlo. Sigo con ese presentimiento de que algo saldrá mal y no puedo sacármelo de la cabeza por más que lo intento.

Me paseo por el despacho sin atreverme a salir fuera. Alec no me ha dicho en ningún momento que deba permanecer en él, pero tampoco estoy segura de querer encontrarme con alguien. ¿Y si me dan alguna mala noticia? Prefiero la incertidumbre antes que saber que a Alec le ha pasado algo. En la ignorancia está la felicidad, o eso dicen.

Recibo varios mensajes de Duncan y Sally, pero apenas contesto un par de ellos para hacerles saber que sigo bien y que estoy con Alec. Me sabe mal mentirles, pero no quiero que sepan lo que pasa o no me dejarían tranquila. Y ahora mismo no estoy para hablar con nadie. Prefiero seguir con mis pensamientos en soledad. Es algo a lo que estoy acostumbrada y con lo que puedo lidiar. Aislarme siempre me ha ayudado a superar los peores momentos de mi vida. Aunque desde que Alec llegó a mi vida eso parece que ha cambiado porque en lo único que pienso es en que regrese pronto a mi lado.

Tras lo que creo que son otro par de horas, decido salir. Aunque no quiera ver a nadie, no soporto estar encerrada por más tiempo en un lugar tan pequeño. No me encuentro con nadie por el pasillo y todo parece demasiado silencioso. Se me pasa por la cabeza que me han dejado sola y siento un escalofrío recorrer mi espina dorsal. Vale que no quiera hablar con nadie, pero de ahí a estar sola en un lugar que no conozco, por más seguro que me hayan dicho que es, hay todo un mundo.

Después de dar un par de pasos más, empiezo a escuchar voces a lo lejos y me relajo. Me acerco en silencio y veo a un par de hombres hablando. Uno de ellos se recuesta en una silla frente a un escritorio sobre el que está sentado el otro. Ambos sostienen en sus manos una taza de lo que creo que es café. Todavía no me han visto, así que permanezco oculta un poco más, escuchando.

-Ya deberíamos saber algo de ellos - dice uno de ellos mirando el reloj de la pared.

-No creo que tarden en comunicarse con nosotros. Alec parecía realmente preocupado por la enfermera. ¿Qué te apuestas a que será el primero en atravesar esa puerta? - se ríen.

-Es linda. Yo también querría tenerla a mi lado todo el tiempo. O en mi cama - ríen de nuevo y yo he oído suficiente.

Aclaro mi garganta para hacerles saber que estoy aquí y ambos se levantan de golpe. Sus caras de arrepentimiento no me conmueven, lo que han dicho ha sido muy grosero. Aún así, por el bien de todos, finjo que no lo he oído y me acerco a ellos con una sonrisa inocente en mis labios.

-¿Dónde podría encontrar un poco de agua? - les pregunto.

Ambos se apresuran a señalarme el lugar de manera torpe y siento ganas de reírme en sus caras. Se lo tendrían merecido, desde luego. Y algún que otro insulto. Sin embargo, les sonrío de nuevo y me dirijo a la sala que me han indicado. Es una habitación sencilla, con una pequeña cocina, una nevera, un fregadero, una mesa y varias sillas. En un lateral hay una máquina expendedora de agua, que es lo que yo andaba buscando. Hasta que lo he dicho, no sabía la sed que tenía.

No Te ImpliquesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora