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Al final Alec se ha quedado con mi teléfono otra vez. No me doy cuenta de ello hasta que llego a casa pero me siento lo suficientemente avergonzada por mi reacción como para no querer llamarlo en este momento.

Nunca antes me había sucedido algo así al recordar el accidente de mi familia. Ni cuando hablé de ello con Logan o con Adelaide me afectó como ahora que no dije nada. Claro que a ellos nunca les conté la versión completa de la historia. A nadie, en realidad.

Pocas veces me permito pensar en el accidente de mis padres. El mismo en el que casi pierdo la vida yo también. Tenía diez años cuando sucedió pero me acuerdo de cada segundo pasado durante el mismo como si hubiese sido ayer. Sin embargo, he hecho creer a todos lo contrario. Me resulta demasiado doloroso hablar de ello y prefiero fingir que lo he olvidado. Sin preguntas al respecto, parece que es más llevadero.

Alec me pilló con la guardia baja. Esperaba oir sus lamentos y la pregunta me hizo visualizar el peor momento de mi vida con todo lujo de detalles. No estaba preparada para eso. Creo que nunca lo estaré y por eso huí. No quería que me viese tan vulnerable. Odio que sientan lástima de mí.

Me cambio de ropa y salgo de nuevo a la calle. Estoy dispuesta a correr hasta que mis piernas no me sostengan. Lidiaré con los recuerdos a mi manera, como siempre he hecho. Tratando de enterrarlos en lo más hondo de mi subconsciente, de donde no deberían haber salido.

Mi psicólogo diría algo como que la negación no es sana o que tengo que sacarlo todo fuera para poder seguir adelante con mi vida. De poco me sirvieron las sesiones con él. Ni niego la muerte de mis padres, soy plenamente consciente de ella, ni estaré mejor si me dedico a relatar a todos cómo sucedió. No es agradable de recordar y no quiero que me miren con pena si descubren toda la historia.

Pero todo eso ya no importa. En cuanto mi abuela enfermó, dejé de ir al psicólogo. Y mejoré mucho más en unos meses, que en todos los años que lo estuve visitando. Puede que haya acertado al decir que me siento culpable de su muerte, no es para menos habida cuenta de lo que pasó, pero en todo lo demás se equivocaba. Una vez asumido eso, sólo tengo que intentar seguir con mi vida. Es lo que siempre he hecho.

No sé por cuanto tiempo corro, pero tampoco me paro a mirar el reloj. Lo único que necesito es agotarme hasta no poder pensar siquiera. Cuando vuelvo a casa, sólo quiero darme una ducha y acostarme. Sigo con el turno de mañana así que me vendrá bien dormirme temprano.

Nada más llegar al trabajo a la mañana siguiente, Sam, uno de los celadores, me detiene para decirme que vaya al mostrador de información. No quiere explicarme porqué, así que me acerco con curiosidad.

-Buenos días, Helen - saludo a la enfermera de turno mientras apoyo los brazos en el mostrador - Sam me ha dicho que debía pasarme por aquí. ¿Qué ocurre?

-Han dejado esto para ti - me sonríe mientras toma un pequeño paquete en sus manos y me lo entrega - Chica con suerte.

No entiendo a qué viene ese comentario ni por qué alguien dejaría algo para mí en el hospital, pero tampoco me paro a preguntar porque estoy deseando ver a Faith. Sé que debería mantenerme al margen, me lo repito cada día, pero me resulta imposible. Dejo el paquete en mi taquilla, ya lo abriré durante el descanso, y me cambio de ropa. Aunque me mata la curiosidad, me pueden más las ganas de comprobar que la pequeña está bien.

No Te ImpliquesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora