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En cuanto me quedo sola, siento la necesidad urgente de salir de aquí, porque mi antiguo yo me está gritando que huya, que me esconda donde Alec no pueda encontrarme nunca. Me dice que he cometido el mayor error de mi vida y que pagaré las consecuencias de ello tarde o temprano. Que si no quiero salir herida, me vaya ahora mismo y no mire atrás. Sin embargo, una parte de mí que no sabía ni que existía y que al parecer Alec ha despertado, me insta a darle una oportunidad a lo que estoy sintiendo por él. Porque él es muy distinto a todos los demás. Me lo ha demostrado día a día.

No sé como lo consigue, pero Alec siempre sabe qué hacer o decir en todo momento para desarmarme completamente. No puedo luchar contra lo que remueve en mi interior. No puedo mantenerme lejos de él por más que quiera. Y desde que lo besé por primera vez, me resulta imposible tenerlo al lado y no desear hacerlo de nuevo. Y eso me asusta. Muchísimo. Porque nunca antes había sentido nada tan intenso por nadie. Mucho menos por alguien a quien acabo de conocer. Porque hay muchas cosas que todavía no sé de Alec y sin embargo, me encanta tenerlo cerca.

Tengo miedo a salir lastimada o a verme obligada a hacer algo que no quiera por conservarlo a mi lado. Porque en mis anteriores relaciones siempre he sentido que me daban más de lo que yo entregaba y eso me forzaba a ceder o a alejarme. Y por supuesto, terminaba haciendo lo segundo. Pero con Alec creo que mi primera opción será siempre darle más. Así ha sido desde que nos conocimos. Cedí en verlo fuera del hospital aunque sabía que no debía, en hablarle en Neonatos a pesar de la prohibición de Adelaide, en ayudarle con Faith sabiendo que eso me implicaría más con ellos, en confesarle la verdadera historia del accidente de mis padres incluso cuando el alcohol ya no me hacía tanto efecto y pude haberme decidido por la versión oficial que doy a todos.

Alec me hace tener esperanza y todavía no sé si eso es bueno o malo. No sé qué va a pasar a partir de ahora. No sé si esto saldrá bien. No sé si tenemos futuro como pareja. No sé cómo podré comportarme con naturalidad cuando Alec vaya a ver a Faith en mi turno. No sé si podré dejarle entrar en mi vida de manera plena. Pero por primera vez en mi vida, quiero acallar mis dudas e intentarlo. No va a ser fácil, pero Alec merece la pena. Eso lo he descubierto en cada encuentro que hemos tenido, en cada silencio que ha respetado, en cada momento de debilidad que ha sabido comprender, en cada confesión que hemos compartido. Alec me da serenidad. A su lado, siento que puedo llegar a ser yo misma algún día.

Mientras intento decidir cómo colocar las plantillas en la pared en que quiero pintar el jardín, mi mente no deja de torturarme con los recuerdos de lo que se inició no hace tanto en la habitación. Y de lo que pasó luego en la ducha. Quise detenerlo con la pésima excusa de la pintura, pero eso sólo lo precipitó. No me arrepiento ahora, aunque hubo un momento en que sí dudé. Cuando la pasión se consumió, sentí que me había equivocado al dejar que aquello sucediese. Pero como siempre, Alec supo tranquilizarme.

Sabe cómo hacer que todo fluya entre nosotros con naturalidad. Y eso está derribando mis barreras de manera fulminante. No hay forma de mantener la distancia con él cuando me mira como si fuese alguien valioso para él, como si lo que le digo sea lo más importante, como si estar a mi lado fuese un privilegio. Así me siento con él y es algo que nunca he tenido. Nadie se ha preocupado por mí desde los diez años. Siempre he sido yo la que ha tenido que hacerlo, por mí y por mi abuela. Dejé de ser una niña y me volví una adulta seria y distante. Alec está logrando que parte de mi pasado se quede en un simple recuerdo. Me da lo que siempre he ansiado y que ni siquiera sabía que quería. Sin apenas esforzarse, ha logrado que le hable de mi pasado más doloroso y sé que cuando quiera darme cuenta, estaré hablándole también de mi vida, de mis temores, de mis preocupaciones, de mis ilusiones, de mis esperanzas. Veo esos intensos ojos azules que tiene, esa dulce sonrisa en sus labios, ese gesto de concentración cuando le hablo y las palabras salen de mi boca sin que pueda detenerlas. Sabe escuchar. Ese es su secreto.

No Te ImpliquesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora