En cuanto llega la hora de visitas, soy uno de los primeros en pasar. Entrar en Neonatos es como traspasar una frontera. El ambiente allí siempre parece pausado y ajeno a todo lo que hay fuera. Tiene su propio ritmo y sus propias reglas. Aunque por veces se escucha algún que otro lloro y las máquinas siempre están sonando, se respira paz en el lugar. Mientras permaneces allí, es como si se suspendiese el tiempo. Pero hoy no es paz lo que siento, hoy estoy tan nervioso que ni por esas me puedo relajar.

Kath se acerca a mí casi veinte minutos después de mi llegada. Ha estado hablando con una pareja y no he podido dejar de observarla mientras lo hacía. Está claro que le gusta su trabajo y eso se nota en la forma en que se relaciona con los padres y con los bebés. Ninguna de sus compañeras muestra una actitud tan atenta como ella. Ha contestado a cada una de las preguntas que le han hecho, que han sido muchas, con paciencia y una perenne sonrisa en los labios. Les ha mostrado el modo en que deben interactuar con su hijo. Incluso ha aceptado un abrazo de la madre, aún cuando puedo ver que eso la incomoda un poco. Es única. Especial. Y tengo el privilegio de ser su novio.

-¿Preparado? - me dice en cuanto la tengo delante. Su sonrisa me anima a imitarla y siento que parte de mis nervios desaparecen.

-Preparado - admito con algo de reticencia. Creo que nunca estaré preparado del todo, pero no quiero confesar algo así. Ni siquiera a ella. Faith es mi hija y no debería dudar.

Me indica que me siente en una silla que han colocado al lado de la incubadora y que desabroche la camisa. Mis dedos tiemblan mientras lo hago. Solo mirar cómo Kath saca a Faith de la incubadora con tanto cariño, me ayuda para terminar. Limpio las manos en el pantalón, me sudan un poco. Nunca antes había estado tan ansioso como ahora mismo. Deseo tener a Faith en brazos, pero temo dañarla. Soy un mar de contradicciones en este momento.

-Vamos a allá - me dice con Faith ya en brazos - Recuéstate contra el respaldo y ponte cómodo. Estarás un buen rato con ella en brazos.

Hago lo que dice, aunque no creo que pueda sentirme totalmente cómodo sosteniéndola por temor a apretarla de más o que se me caiga o que le suceda cualquiera de las locuras que se me pasan por la cabeza. Se ve tan pequeña y frágil, que me tenso cuando Kath la acerca a mí. Mi miedo crece por momentos y siento la tentación de pedirle que la regrese a la incubadora.

-Es más fuerte de lo que crees, Alec - parece que me lee el pensamiento - Ahora voy a colocarla. Sujeta las sondas con cuidado mientras lo hago. Yo me encargo del resto. No pasará nada.

Kath coloca a Faith en mi pecho, con su carita apoyada contra mi corazón y sus piernecitas encogidas, como si fuese una pequeña rana. Mi ranita. En cuanto siento su cuerpo sobre el mío, su peso en mi pecho, su respiración en mi piel, todo lo demás deja de tener importancia. Ni siquiera soy consciente de cómo Kath la cubre para que no pierda el calor corporal, ni de cómo le pone un gorro en su pequeña cabeza, ni de cómo recoloca las sondas para que no nos molesten, ni de cómo me enseña la posición exacta en que debo poner mis brazos. Yo sólo puedo sentir a mi hija y la emoción que me embarga al tenerla en los brazos. Mi corazón quiere explotar en mi pecho, tan inmenso es el amor que estoy sintiendo ahora mismo por ella. Creo que nada podrá salir mal si la tengo a ella en mi vida. Ya nunca más seré desafortunado en nada, porque la tendré a ella. Faith me basta para ser feliz el resto de mis días.

-¿Alec? - la voz de Kath me devuelve a la realidad y la miro - ¿Todo bien? ¿Estás cómodo?

Asiento, incapaz de hablar. Me sonríe de vuelta y cubre mejor a Faith con la manta. Aprieto su mano un segundo antes de volver a colocarla donde me indicó antes. Su sonrisa se amplía y sé que también la quiero a ella en mi vida desde ahora y para siempre. Sólo espero que sea posible. Por desgracia, su presencia a mi lado no es segura como lo es la de Faith.

No Te ImpliquesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora