-¿Por dónde empezamos? - me pregunta una vez en el local.

En el Leith Pram hay de todo. Desde muebles para el dormitorio hasta biberones. Con un poco de suerte, encontraremos cuanto necesitamos en él. Aunque no hoy. En un día será imposible encargarse de todo. Así que empezaremos por lo principal.

-El dormitorio. Buscaremos uno que se adapte a nuestras necesidades.

-¿Y si no lo hay?

-Compraremos piezas sueltas que combinen - le miro entusiasmada de repente.

Nunca he tenido la oportunidad de decorar el cuarto de un bebé y la idea me atrae mucho. Sé que debería agradecerle a Alec la oportunidad de hacerlo pero también sé que no querrá escucharlo y que acabará siendo él quien me agradezca. Así que me ahorro el mal trago y me dirijo a la sección de muebles.

Durante más de una hora, nos dedicamos a inspeccionar cada pieza de la tienda. Hay algunas que descartamos al momento, pero otras merecen un segundo vistazo más a fondo. Alec ha traído la cinta y la usamos en varias ocasiones. Voy apuntando la referencia de los muebles que nos sirven para una tercera revisión.

-¿Puedo ayudarles en algo? - nos pregunta de repente una de las dependientas.

Aunque ha hablado en plural, su mirada está fija en Alec. Si yo fuese su mujer, me habría sentido ofendida por el indecoroso escrutinio al que lo está sometiendo. Pero como no somos nada, me limito a permanecer en silencio, esperando a que Alec intervenga.

-No hace falta - se disculpa - Muchas gracias. Muy amable.

-Tal vez quieran ver el catálogo - la mujer no se da por vencida fácilmente - Tenemos mucha más variedad y el pedido les llegaría en un par de días.

Ahora me mira a mí por un instante, pero su atención regresa a Alec casi al momento. Muerdo mi labio para no decirle nada.

-Al parecer tienen tiempo. ¿De cuánto está su esposa?

-¿Qué? - parece desconcertado pero en seguida lo entiende y juraría que se ha ruborizado un poco - No. Ella no... Nosotros...

-Solo soy una amiga - me hubiese gustado decirle lo contrario sólo para molestarla pero es mejor no hacerlo - Le estoy ayudando con las cosas de su hija.

-Un papá soltero - lo mira con renovado interés - Yo podría ayudarle en cuanto necesite.

¿Qué pasa con las mujeres y los padres solteros? En el caso contrario no sucede igual. Más bien huyen de ellas. Ya estoy empezando a enfadarme así que prefiero desentenderme del asunto. Reviso las notas que tengo y así evito seguir viendo cómo se lo come con los ojos.

-Es usted muy amable pero está bien así. Ya hemos encontrado lo que buscábamos.

-Entonces, ¿les tomo el pedido?

Sofoco la risa como puedo porque al parecer Alec no ve que ella busca su atención absoluta. Entonces mi teléfono suena. Descuelgo intrigada al ver el número del hospital. No es la primera vez que me llaman así que no me alarmo.

-¿Diga? ... Hola, Ade, ¿pasa algo? - escucho atentamente a Adelaide mientras Alec me observa.

Parece nervioso. Probablemente ha reconocido el nombre de la jefa de enfermeras y le preocupa lo que me esté diciendo. ¿Por si hablamos de Faith? Yo sería la última a la que llamasen si a la pequeña le ocurre algo. Claro que eso es algo que él no sabe.

La dependienta no se ha movido del sitio tampoco. Parece que espera su oportunidad para atacar de nuevo. Descarada, pienso una vez más.

-Megan, una compañera, se encuentra indispuesta - le digo a Alec nada más colgar - y necesitan que cubra lo que queda de su turno. Tengo que irme ya.

-Lo entiendo - guarda la cinta en el bolsillo de su chaqueta y me tiende la mano para hacerme pasar primero - Te llevaré. Esto podemos hacerlo otro día.

Ni siquiera se despide de la dependienta y no puedo evitar sonreír al ver el disgusto reflejado en su cara. Eso le pasa por desear lo inalcanzable.

-Gracias por traerme - le digo a Alec en cuanto llegamos al hospital - Y siento que no pudiésemos comprar nada.

-Los niños te necesitan. Ellos van primero. Además, tengo las notas - se golpea el bolsillo de la chaqueta donde las guardó cuando se las entregué - Puedo ir a encargar los muebles yo solo.

-Bien. Cuidado con la dependienta - no puedo evitar soltarlo.

-¿Por qué? - frunce el ceño.

-Por nada. Es... nada. Olvídalo - si él no lo ha visto, no quiero ser yo quien se lo diga.

-No me interesa lo que pueda ofrecerme - me dice ahora sonriendo - Si te refieres a eso.

Sí lo ha visto. Bajo la cabeza para que no vea mi sonrisa aunque algo me dice que será inútil el gesto. Si no la ha visto, la ha intuído, porque la suya se ha ampliado.

-¿A qué hora te recojo? - me pregunta cuando ya he abierto la puerta del coche.

-No es necesario. Tomaré un taxi.

-Nada de eso. Vendré a por ti. Es lo menos que puedo hacer después de todo lo que tú harás por mí.

-No deben vernos juntos - vacilo.

-Te recojo donde quieras. No hay problema. ¿En la cafetería de ayer?

Finalmente asiento antes de salir del coche. A medida que me acerco al hospital, me siento más inquieta por haber aceptado la oferta de Alec. Y por más que lo intento, no soy capaz de sacarme de encima la sensación de que acabaré siempre haciendo lo que él quiere.

No Te ImpliquesWhere stories live. Discover now