•46•

3.3K 294 13
                                    

La mezcla de sentimientos que siento en este momento es inexplicable por una única razón, el dolor es demasiado agudo, demasiado crudo y atroz. El dolor es tan desgarrador que no me permite pensar con claridad, no me permite siquiera respirar de manera normal, y estoy seguro de que lo último que debo hacer en este momento es quedarme en este lugar, pero no puedo... no puedo mover ni un músculo, no puedo moverme del todo.

—Theo, ¿estás seguro de esto?

—En un hotel me terminaré ahorcando con las cortinas, Daemon. Por favor... —junto a una respiración agotada, asiente.

—Está bien, pero... ¿Qué le dirás a Beth cuando descubra que te has ido? ¿No crees que se preocupará?

—No parecía muy preocupada hace un rato —la escena es tan vívida en mi cabeza, y cada vez más dolorosa al mismo tiempo.

—Theo, creo que...

— ¡Theo! —Anne se encuentra de pie, junto a la puerta de la habitación con la respiración agitada de tanto correr. Hay lágrimas en sus ojos y un dolor extraño cubriendo su rostro —Theo, por favor... debes escucharme.

—No tengo nada que escuchar, Annabeth. Lo vi todo.

—Estás mal interpretando las cosas... Por favor, déjame explicarte.

— ¿Qué, Anne? ¿Qué quieres explicarme? ¿Cómo disfrutaste de su beso o lo mucho que lo amabas y los haces desde siempre? —mis palabras salen con tanto veneno de mi boca... Tanto veneno, el suficiente como para matar a alguien de un solo golpe.

Ella niega repetidamente con su cabeza, sorbiendo sus lágrimas acercándose cada vez más. No es hasta este momento que noto el faltante de la presencia de Daemon.

—Theo, no es lo que...

—Parece. Lo sé, me dirás que no fue tu culpa, y que fue solo un accidente... —ella parece sentir mis palabras de una manera distinta.

—No, Theo, no negaré nada de lo que viste —su semblante se vuelve serio de golpe, aunque sus ojos siguen emanando lágrimas y tristeza desbocada —. Besé a Sebastian —admite sin apartar la mirada de mi. Lo dice con tanta seguridad y convicción que remueve todo dentro de mi. Todo.

—Lo admites en mi propia cara... —puedo sentir como mi corazón se destruye de a pocos.

—Así como tú también besaste a Noah la ultima vez que la viste, en frente de mi —suelta de pronto, y estoy seguro de que nunca en mi vida me han dado una paliza tan grande y dolorosa como ahora.

Solo con sus palabras me está destrozando.

—Es diferente.

—Si, es diferente. Sebastian me dijo lo mal que se ha sentido todo este tiempo, la culpa que sintió cuando me fui. La culpa que sintió cuando descubrió el compromiso de mi hermana con Gabriel —toma una respiración y elimina las lágrimas que estaban comenzando a salir de sus ojos —. Destruí su relación con mi hermana, Theo, ¿sabías que estaban comprometidos? Yo no... Nadie lo sabía porque tan solo duró una semana. Gracias a mi, su compromiso duró una semana. Gracias a mi, su vida se redujo a nada... —tras un sollozo desconsolado, continúa hablando —Lo amé durante tanto tiempo, Theo. Estaba cegada por mi propia obsesión hasta que te encontré a ti. Eso fue lo que le dije... que tú fuiste mi salvavidas. Tu eres mi salvavidas.

—Aún así lo besaste...

—Fue un maldito cierre en mi vida, ¿entiendes? No significó nada más que eso... fue un adiós. Así como tú me dijiste que tuviste tu cierre con Noah, yo necesitaba tener el mío con él. Lo necesitaba porque te amo a ti, y no planeo perderte porque eres lo mejor que me ha pasado en mucho tiempo y... —sus lágrimas y mis labios no permiten que continúe hablando.

Estoy molesto, demasiado molesto, pero el amor que siento por ella es mayor a todo el enojo que pueda sentir. Cometió un error, cuando yo he cometido mil y siempre obtengo su perdón sin dudar. Mi historia con Noah la ha escuchado dos mil veces y hasta ahora entiendo cómo se ha sentido cada vez que pronuncié su nombre frente a ella. Se sentía herida y traicionada, justo como yo me siento en este momento, y siempre me ha dicho lo mucho que me ama... Nunca renunció a mí.

—Lo siento... lo siento tanto, Theo, pero necesitaba dejarlo ir... lo necesitaba —dice entre mis brazos, llorando a mares y respirando tan entrecortadamente que temo que pueda llegar desmayarse.

Comienzo a acariciar su cabeza y su espalda de manera tranquila. No me engañó, no lo prefiere a él, solo ha hecho lo mismo que yo hice la ultima vez que vi a Noah. Lo ha dejado ir, y ha sepultado su recuerdo para poder comenzar de cero. Esta perdonándose a sí misma... ¿Por qué no puedo entender que todos tienen sentimientos? ¿Por qué no puedo ver su dolor como algo individual y no un atentado a mi propio corazón?

—Te amo, y lo siento mucho —digo justo en su oído haciendo que me observe asustada entre lágrimas. Intento sonreír para calmarla, acaricio su mejilla y elimino un par de lagrimas traicioneras —. No te dejaré ir tan fácilmente, Anne.

— ¿No estás molesto? —pregunta confundida.

—Estoy molesto como el infierno, no tienes idea. Pero te amo más de lo que puedo enojarme —beso su frente —. He olvidado lo mucho que has sufrido, y olvido que también necesitas tu propio tiempo —se mantiene en silencio unos minutos hasta que finalmente me observa.

—Gracias —dice, mirándome con sus ojos cristalinos —, gracias por aparecer en mi vida cuando estaba completamente fracturada.

—Ambos estábamos fracturados... Y nos hemos estado regenerando mutuamente —su sonrisa es como una brisa de paz.

— ¿Aún vas a querer pasar la Navidad aquí o prefieres ir con Daemon?

—Planeaba irme con él, pero estaba dejando que el enojo hablara por mi.

—Debe de odiarme en este momento...

—No te odio —la voz de Daemon en la puerta la asusta. Sabía que estaba en el corredor desde que dejé de verlo —. Tengo ganas de golpear tu linda cara, y sabes que no me importa que seas un niña porque tu fuerza es de camionero. Pero no te odio, Beth, no podría hacerlo —ella corre a sus brazos y Daemon la recibe con una sonrisa cariñosa.

—Lo siento mucho Dae, no he hecho más que decepcionarte ¿verdad?

—Sabes mi respuesta ante eso, pero nunca he estado más orgulloso de ti como ahora —Daemon me mira con una de esas sonrisas de padre orgulloso —. No sé que te ha dado de comer Theo desde que te conoce, pero has cambiado tanto, Beth. Eres como esa niña que conocí en la primaria. Has vuelto a ser tú misma desde que estas con él y no puedo estar más feliz por eso... Por mucho que quiera golpearte por ir a ver a ese niño Ken que sabes que no me agrada para nada.

—Todo quedó en el pasado... —sonríe mirándonos a los dos de maneras repetidas —Gracias, a ambos. No sé qué haría sin ninguno de los dos.

—Ser muy infeliz por no tenerme en tu vida, Bethy —Daemon la molesta, causando una mirada serie de su parte.

—No me llames Bethy, Gerald —la mueca que genera Daemon es un poema.

—Genial, ya salió mi bisabuelo a relucir, mejor me voy. Feliz Navidad y compórtate ¿sí? No quiero ver que quemaste Mónaco —la mirada de Anne es entre graciosa y confundida.

— ¿Mónaco? —y ahora soy yo el que quiere quemar a Daemon por arruinarme la sorpresa — ¿Theo? —Anne me mira sin entender lo que escucha.

— ¿Sorpresa? —su mirada no a cambiado y parece estar en shock... O eso creo yo...






Theo, Schlesinger IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora