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Desde que era pequeño, siempre fui bueno aceptando todo tipo de críticas, incluso cuando mi público se reducía a mi familia.

Pero hoy, siento que he perdido toda mi confianza...

— ¿Entonces? —esperar la aprobación de Fabius me ha mantenido en una dolorosa muerte lenta.

—Theo, soy tú maestro. Se supone que soy uno de tus mentores, así que te daré un consejo que posiblemente te ayude en el futuro —siento el frío bajar por mi espina dorsal demasiado lento —. Nunca preguntes si tu trabajo es bueno o es malo. Solo preséntalo y siéntete orgulloso de lo que has hecho, aunque sea una basura completa y tu mismo lo sepas, pero siéntete orgulloso de él.

—Eso quiere decir que... —la risa de Fabius es demasiado suave como para considerarla una verdadera risa en sí.

—Eres imposible, está todo bien, Theo. El nombre en particular me ha cautivado un poco, y me sorprende tu talento. Se a la perfección que eres bueno, pero me has demostrado que, con un poco de trabajo duro y tiempo, serás uno de los mejores en el mundo.

Siento mis mejillas comenzar a ruborizarse y la sonrisa de Fabius crece un poco más.

—La inauguración será mañana a las ocho en punto. La sede será la Galería Monarca, ¿la conoces? —me atraganté con mi propia saliva, sintiendo el aire escaparse de mis pulmones por un breve momento.

— ¿Que si la conozco? He soñado con exponer ahí desde que puedo sostener un lápiz.

La Galería Monarca es una de las mejores salas de exposición en el país. Está situada en Colorado, en Aspen para ser más exactos. Rodeado por la Casa de la Opera y el Museo de Arte Contemporáneo. Es todo un sueño.

La sonrisa de Fabius podría describirse como la de un padre orgulloso, más o menos.

—Pues ve a empacar, nos iremos al medio día y no te preocupes por tus clases de mañana todos tus profesores están enterados.

La emoción ha comenzado a invadirme y definitivamente me siento como un niño en la mañana de navidad, y a la mañana del viernes —el gran día— me levanté demasiado temprano por obra y gracia de mis propios nervios. Llamé a Anne en cuanto llegué a casa ayer, y entre gritos de felicidad y frases cariñosas me deseo la mejor de las suertes.

Fabius me advirtió que conocería a muchos de sus colegas, personas importantes en la industria y que las oportunidades para mi estarían pendiendo de un hilo si hacía alguna tontería, así que su primera orden fue: Theo, nada de chicas. Vamos a trabajar, no iremos de vacaciones a esos lindos hoteles para esquiar.

Anne lo entendió perfectamente riéndose de mi torpe imitación de Fabius. Papá no podía creerlo cuando se lo comenté y me riñó bastante por no haberles dicho antes y hacerlos viajar hasta Colorado de un día para otro sin siquiera tener nada planeado. Mamá le quitó el teléfono y me dijo que no me preocupase de nada y que estarían ahí a tiempo mañana.

—Entonces hermano, hoy es el gran día ¿nervioso? —Josh me palmea la espalda y le sonrío como buen lunático en este momento.

—Aterrado, ¿algún consejo? Odio que no puedan venir conmigo...

—Tengo un seminario al que no puedo faltar por más que lo desee. Es el treinta por ciento de mi nota en mi clase de materiales y es horrible. Dile a tus padres que tomen muchas fotos y me las envíen —lo observo deteniéndome en como ha dicho mis padresy no Phoebe...

—Claro, te extrañaré ahí.

—Vamos Theo, no te irás a poner sentimental, ¿o sí? Es tu gran noche, así que disfrútala.

Theo, Schlesinger IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora