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"Cuando cuento las semillas

sembradas allá abajo

para florecer así, lado a lado;

cuando examino a la gente

que tan bajo yace

para llegar tan alto;

cuando creo que el jardín

que no verán los mortales

siega el azar sus capullos

y sortea a esta abeja,

puedo prescindir del verano, sin lamento alguno".

Mis ojos releen una y otra vez las palabras de Dickinson.

Desde que Phoebe me obsequió este libro, lo he leído detalladamente palabra por palabra una buena cantidad de veces. No entiendo porqué últimamente siento que varios de sus poemas los escribió sabiendo que yo los leería en algún momento, me siento tan identificado con sus palabras que incluso comienzo a asustarme.

Una gran mano se acomoda en mi hombro, pero no me molesto en mirar a su dueño.

— ¿Otra vez con ese libro? —la voz de Josh suena extrañamente dulce —Le dije a Phoe que era mala idea dártelo.

—Claro ¿Por qué hoy estás tan alegre y empalagoso?

—Yo siempre estoy alegre y empalagoso, Theodore —sonríe, tomando asiento junto a mi. —Acabas de hablar con Phoe ¿No es cierto? —al escuchar mis palabras, su sonrisa se incrementa.

—Te manda saludos —cierro mi libro de poemas y lo observo fijamente.

Tiene una gran sonrisa de idiota en su rostro y la mirada iluminada. Tom le apodó el efecto Phoebe.

—No he hablado con ella desde que nos fuimos, debería llamarla —digo pensando en que en realidad no he hablado con mi hermana en mucho tiempo.

—Justo ahora esta batallando con Cálculo.

— ¿Phoebe? ¿Con cálculo? Como es eso posible, ella ama todo eso... además llevan poco tiempo de haber empezado la escuela ¿Por qué siquiera está batallando desde ya?

—Su profesor la anotó a los cursos avanzados, así que en teoría no está sufriendo lo que nosotros sufrimos, o bueno, lo que yo no sufrí. Al parecer, no dejan de compararla contigo y eso la tiene bastante molesta.

—Bueno, yo estuve en cursos avanzados siempre y ¡No es mi culpa haber nacido primero! —digo sonriendo de medio lado haciendo que él me mire con cierto odio falso. En medio de mi broma, me río un poco ante la mirada que me proporciona.

—Mírate ¡Anoten este día! —dice alegre dando brinquitos de un lado a otro, haciendo que mi sonrisa se mantenga firme en su lugar.

— ¿Qué te ocurre?

—Estás sonriendo —dice calmándose, ésta vez sin rastro de broma en su voz.

—Yo sonrío todo el tiempo... —digo sintiendo como comienzan a sonrojarse mis mejillas.

—No es cierto Theo, sonríes para que no notemos lo mucho que estás sufriendo por dentro —odio que me conozca tan bien —. Esto, mi amigo, fue una sonrisa genuina. La primera en mucho tiempo.

Theo, Schlesinger IIWhere stories live. Discover now