Ya empieza a haber demasiada gente y tengo que esperar bastante para ser atendida y todavía un poco más para que me sirvan, pero no me molesta. Aprovecho para dormitar sobre la mesa. Lo bueno de trabajar a turnos es que soy capaz de dormir en cualquier sitio y bajo cualquier condición.

Creo que ha pasado al menos una hora desde que llegué, cuando empiezo a comer. Seguramente en otro lugar habría desayunado antes pero me gusta la cafetería del RIE. Así denominan para abreviar al Royal Infirmary de Edimburgo, el mejor lugar donde trabajar, la verdad.

-Hola.

Una nota de timidez en aquella voz hace que levante la vista hacia quien me habla. Mi comida se queda a medio camino cuando descubro los increíbles ojos azules del hombre con el que choqué hace unos días. ¿Cuántas posibilidades pueden haber de encontrarnos de nuevo? ¿Y de que se acuerde de mí? Bueno, eso es más factible porque dije muchas estupideces por culpa del sueño.

-Hola - sonrío un tanto incómoda al recordarlo.

-¿Te acuerdas de mí? Nos cruzamos en la entrada hace poco.

-Más bien colisionamos - me permito sonreír. Mejor bromear que morirme de la vergüenza.

-Cierto - me imita - ¿Puedo sentarme? La cafetería está abarrotada.

Observo a mi alrededor y compruebo que tiene razón. Estaba tan absorta con mi desayuno que ni me había dado cuenta de eso. Lo miro de vuelta y le doy permiso con la cabeza. Se sienta al momento. Parece aliviado. Supongo que necesita un descanso incluso más que yo. Sigue con esas profundas ojeras bajo sus bonitos ojos y con la preocupación grabada en el rostro.

-Es difícil encontrar un hueco a esta hora - le digo, tratando de llenar el silencio. Ni siquiera sé por qué lo hago. Nunca he sido de las que inician la conversación. Además, dudo que él tenga ganas de hablar.

-Es la primera vez que estoy aquí - me mira con una sonrisa en sus labios, pero que no logra llegar a sus ojos - Tendría que irme a casa a descansar, pero no me apetece mucho, la verdad.

-Estar aquí puede resultar duro - es lo único que se me ocurre. Como ya he dicho, no soy buena consolando.

-Cierto - suspira antes de dar un sorbo a su té. Debe estar caliente porque lo aparta con rapidez de sus labios - Mierda.

Le paso una servilleta para que se limpie y no puedo evitar que una pequeña risa se me escape. Me siento fatal por reírme de su desgracia pero ha sido algo instintivo. Finalmente ríe conmigo y respiro más tranquila. No querría hacerlo sentir peor de lo que luce ya.

Nuestras miradas se cruzan y nos quedamos inmóviles. Es lo más extraño que me ha pasado nunca, incluso más que cuando nos conocimos. Ni siquiera soy capaz de apartar la mirada. Veo la tristeza en la suya y siento el impulso de abrazarlo. Por suerte, mi cuerpo no responde así que me evito el bochorno de ser rechazada.

Aclara su voz y aparta la mirada. Mi cuerpo comienza a acatar mis órdenes de nuevo. Decido terminar mi desayuno. Cuanto antes lo haga, antes podré irme. Por culpa de la espera ya he perdido demasiado tiempo. Además, su presencia me está poniendo nerviosa.

-¿Alguna vez llegas a acostumbrarte? - me pregunta de repente.

-¿Perdón? - lo miro extrañada.

-A estar aquí, esperando a que las cosas mejoren. A que te den una buena noticia, para variar. A que digan que podemos irnos a casa y que ya no habrá más cables, ni más análisis ni más medicamentos - suspira totalmente derrotado.

-Supongo que uno nunca se acostumbra a algo así - me encojo de hombros, incapaz de darle una respuesta menos vaga.

Yo nunca me acostumbré a ver a mi abuela enferma y consumiéndose día a día por culpa de su enfermedad, pero eso es algo que él no necesita oír ahora.

No Te ImpliquesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora