Mis días horribles

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"En el mundo, existen personas que nacieron para hacer algo importante y especial. Simplemente algo que cambia al mundo, que cambia el rumbo natural de las cosas.

Como; Albert Einstein, Oppenheimer, Neil Armstrong, Elvis Presley, Thomas Edison, Gandhi..."

—¡¡¡Luuuhan!!! — Chilló su gordo jefe de treinta dos años, con espinillas en el rostro. — ¡Una orden de aros de cebolla con extra ajo, para la doce o la nueve, la que sea! — Y con eso último, dejo la entrega sobre el mostrador y toco ese estúpido timbrecito con su mano.

Luhan salió de la alacena, casi volando sobre sus patines. Tomo la orden y fue a la mesa doce, o nueve, o lo que sea.

"¿Yo...? Yo, no soy parte de esa lista."

—¡El servicio es pésimo! — Bramó el anciano con un artículo de "Como curar las hemorroides" en las manos y un cigarrillo en la boca. — ¡Voy a quejarme!

Luhan dejo la orden en su mesa, que terminó siendo la diez. —Este es un maldito café bar 24 horas, de todo por 3 won. No el maldito Paddington...— Masculló entre dientes.

—¿Qué dijiste? — Gritó furioso.

—Que disfrute sus aros de cebolla, señor. — Pegó la bandeja a su pecho y patino hacia la barra.

Su vida no podía ser más desastrosa y... olorosa. Digamos que ese lugar no se distinguía por higiene o limpieza, sino por su especial de aros de cebolla con extra ajo.

Suspiró, estaba agotado.

—¡Luhan! — Llamó tocando el timbre.

El chico patinó de nuevo.

—¡Eh, Luhan! — Más del timbrecito.

Y otra vez.

—¡Luhanie!

Otra vez...

—Luhan...

Y ahora solo pudo arrastrarse.

— ¡Luhan!

"Mierda, deja de decir mi nombre."

Incluso había desarrollado el tic de cerrar el ojo izquierdo cada vez que oía ese timbre sonar.

—Son más de las cinco, mi turno terminó hace media hora. — Se quejó Luhan, con el horrible hombre detrás de la barra, que sorprendentemente, también era el cocinero.

—Vamos, Luhan, somos amigos. Solo quédate un rato más. ¿Ya olvidaste los favores que te hice? — Preguntó con un tono medio afable.

El rubio viró los ojos. —No, Hans, no somos amigos. — Farfulló exasperado. — ¿Qué favores? La última vez te pedí el día libre porque me mordió una rata en la alacena, dijiste que solo era una picadura. Tuve vacunarme contra la rabia.

— ¡¿Lo ves?! — Hans elevó las manos al cielo. —Gracias a ese pequeño inconveniente, ya eres inmune a la rabia. — Alardeó como si se tratara de algo muy, muy positivo.

La expresión de Luhan vario de enfadado a, irritado en extremo.

—Me voy. — Anunció quitándose el delantal.

Hans puso los ojos en blanco. —Bien, si te vas, te descontaré esto de tu paga. — Dijo por últimos motivos.

Luhan se giró siniestramente. — ¡Mi turno terminó hace media hora! — Se justificó.

~My sexy maid; spies in trouble~ |EXO|Where stories live. Discover now