Capítulo 35. Encerrada

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Sentía leves cosquilleos en mi cuello, besos y luego caricias que bajaban a mi vientre, escuché su risa y sus besos aumentaron su intensidad. Noches intensas y buenos despertares ¿Cómo podría cansarme de eso?

—Despierta luna perezosa —me volvió a besar sobre mi marca, su marca—. Su madre es muy dormilona cachorros míos —besó mi vientre, dejé escapar una risita—. Y ahora se hace la dormida ¿Qué pasará si le hago esto? —cuestionó metiendo su mano debajo de las sábanas, fue bajando lentamente a mi intimidad.

—¡Ethan! —chillé y él sonrío, se levantó de la cama dejando caer las sábanas y he ahí, el perfecto cuerpo desnudo de mi hombre.

—Extrañaba verte sonrojar amor —dijo levantándome en brazos, chillé de la impresión y él soltó una carcajada, me llevó hacia la ducha, con mucho cuidado me bajó y abrió la ducha dejando caer el agua sobre nuestros cuerpos.

Unos días después, todo parecía haber vuelto a la normalidad, yo estaba completamente recuperada, Minerva me había enviado una rutina por medio de Daniel, pero el carácter obsesivo y territorial de Ethan se adueñó de mis días de paz y se volvió en nula libertad.

—Kells —me giré hacia él y sonreí, aunque su expresión no me decía nada bueno, después de volver a la manada creí que él se comportaría, pero nada de eso había sucedido.

—Ethan ¿Por qué tienes esa cara? ¿Ha sucedido algo malo?

Por un momento creí que algo malo había vuelto a suceder, las manadas que Viktor y sus aliados habían atacado, apenas y estaban comenzando a recuperarse. Las llegadas de otros alphas y las salidas de Ethan habían aumentado, yo en cambio, apenas y salía, todo porque no deseaba sumarle más preocupaciones a mi compañero, pero me harté de estar encerrada en mi habitación, necesitaba correr, distraerme, mi loba deseaba hacerlo también, y nada malo sucedería dentro de la manada. Todo había acabado con la muerte de Viktor y a los vampiros no les interesaba atacar Diamante Oscuro.

—¿Qué te dije sobre alejarte de la casa? —cuestionó cuando por fin me alcanzó, solté una risa nerviosa mientras secaba un poco mi cabello, acababa de salir del lago, me encantaba nadar, sobre todo cuando estaba muy estresada, me relajaba bastante, y que ahora llegara él a hacerme sus estúpidas preguntas solo hacía que mi molestia regresara.

—Disculpa ¿Qué?

—Te dije que no salieras de la casa sin avisarme —solté un suspiro y me giré hacia él después de recoger mis cosas.

—Ethan no necesito recordarte que soy libre, no necesito pedirte permiso, ni decirte a cada segundo qué es lo que haré o dónde voy a ir.

—Sabes que no me refiero a eso.

—No voy a discutir esto contigo, no otra vez —murmuré cansada—. No me atosigues ¿Quieres? Eres mi esposo y te amo, te amo con toda mi alma, pero me desesperas —comencé a caminar hacia la manada de nuevo.

—No he terminado de hablar contigo, espera, lo digo en serio Kellsey. 

—Sí, sí, lo que digas, habla con una piedra, un árbol o lo que quieras, pero deja de agobiarme.

—¡Kells! —dejé escapar una risa mientras lo escuchaba correr detrás de mí.

No, no estaba siendo cruel con él, tampoco estaba siendo desagradecida o restándole importancia a su preocupación, pero estaba así siempre, todas las mañanas me decía que uno de sus chicos me seguiría como mi jodida sombra, como era de esperar, mi respuesta fue un rotundo no. Entonces me exigió que le avisara cada vez que saldría de la casa, ¡Todo! Estaba llenando mi vaso, y una vez que eso comenzara a desbordar, inundaría todo a su paso. Yo también deseaba tener tiempo para mí, relajarme y disfrutar de la compañía de mi loba, de nadie más, pero él parecía no querer entenderlo.

DestruidaWhere stories live. Discover now