Capítulo1. Dolor

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Cuando era niña, mi madre me contaba historias antes de dormir... historias llenas de amor, romance, un poco de drama, pero sobre todo eso, llenas de amor. Ella siempre me hablaba de los amantes destinados, y decía; "Un día conocerás a tu destinado, el alma que te complemente y serás feliz, estás destinada a serlo, después de todo, eres hija mía".

Eso decía...

Pero no eran más que eso, historias bonitas para dormir.

Hoy día... desearía poder decirle a mi madre cuan equivocada estaba, que nada de lo que ella decía se había cumplido, en lo absoluto, sin embargo, un sentimiento de tranquilidad, al estar segura de que ella no vio, ni vería sufrir a su amada hija, llenaba de calma algunas de mis noches.

Me encontraba caminando con mucho cuidado y en silencio, estaba recorriendo la manada, incluso tropezando con mis propios pies, tan agotada, tan mermada de mi propia existencia, eran aproximadamente las doce de la noche y aun debía repartir otras cuatro cestas de ropa. Las cestas estaban repartidas por todo el territorio, ya que cuando se transformaban estropeaban su ropa y necesitaban tenerlas cerca.

Al terminar con mi trabajo me dirigí a mi pequeña habitación, entré por la puerta de servicio en la mansión, intentando no llamar la atención de nadie, seguí mirando por todos lados, cuando creí que sería seguro para mí, caminé rápidamente hacia ella y luego a mi cama.

Cuando cumplí los 13 años me degradaron, me convertí en la más débil de la manada y en la sirvienta de la mansión donde vivían muchos, muchos lobos. No pude volver al instituto, la única persona, en ese lugar que me protegía, murió semanas después de que el alpha de la manada Luna Negra falleciera, ella murió de tristeza, de dolor, porque había perdido a su otra mitad, a su compañero.

Murió de amor.

Matt se convirtió en un ser déspota y despreciable, uno que no perdía la oportunidad para lastimarme hasta cansarse, y Kendra... esa maldita mujer, se convirtió en su pareja ante los ojos de la manada. Yo solo fingía no verlos, pero me dolía, más no los odiaba, no podía hacerlo, Matt estaba cegado por el dolor y ese dolor se convirtió en odio.

Odio dirigido hacia mí.

Al llegar a mi habitación me dejé caer en mi cama, la que consistía en un pequeño catre con un colchón muy fino, que dejaba que la madera se marcara en mi espalda, así eran nuestras habitaciones, pequeñas y sin casi nada adentro, nada más que lo necesario para los seres inferiores como yo.

Las omegas, éramos las sirvientas de la manada, no teníamos derecho a nada, vivíamos en una pequeña ala de la mansión y con un solo baño, en total éramos seis las chicas que fuimos despreciadas al haber quedado huérfanas. O tal vez... ser descendientes de los valientes guerreros que dejaron sus vidas en la batalla, con tal de protegernos a nosotras, un gran delito para el actual alpha. Se suponía que en la manada debería de haber más omegas, nunca antes se había tomado en cuenta el rango de un lobo, pero Josías... él lo había cambiado todo a su conveniencia, parecía ser que ese odio hacia mí, venía de familia.

Así pasaron los siguientes días, yo me sentía más y más inquieta, pero también tenía algo de emoción, ese debería de ser un gran día para mí, cumpliría los 16 años y tendría mi primera transformación, sin embargo, no me sentía feliz, tenía miedo... miedo de que conocer a mi compañero fuera peor que las heridas que me hicieron en todos esos años.

Miedo a su rechazo.

Después de todo, también existía la posibilidad de no conocerlo nunca, pero estaba lista para poder buscar una pareja, la impronta me ayudaría, o eso quería creer, esa fuerza era más poderosa que el amor a primera vista, haciendo que tu único deseo fuera obtener la felicidad de tu pareja.

DestruidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora